/ martes 10 de octubre de 2023

Terrorismo y necropolítica

MAGDIEL GÓMEZ MUÑIZ*


El conflicto Israel-Palestina es uno de los enfrentamientos más prolongados y complejos de la historia política moderna. A más de tres décadas, las tensiones territoriales y religiosas han sido el epicentro de movimientos armados que, al día de ayer, han exterminado al menos a 250 israelíes y secuestrado a una gran cantidad de soldados y civiles. El mensaje de Hamás es claro y contundente: la era del terror y la necropolítica ha iniciado.

Para entender un poco más lo que sucede en Medio Oriente, es importante señalar que el conflicto se remonta al siglo XX, cuando se estableció el Estado de Israel en 1948, tras la Segunda Guerra Mundial. La creación de Israel generó un desplazamiento masivo de población palestina y marcó el comienzo de la lucha por la tierra y la autodeterminación regional.

Sin duda alguna, estamos siendo testigos de cómo el terrorismo imprime violencia indiscriminadamente contra civiles: ataques con cohetes, atentados suicidas, secuestros y ciberataques (por mencionar algunas acciones) que forman parte de un legado que se legitima desde el llamado “eje de resistencia” contra el Estado Judío. El uso de la violencia armada, ayer mostró su poderío militar, a propósito de la retórica religioso-belicista de Israel.

Con una larga tradición de enfrentamientos, el cuerpo represivo y las dinámicas de ocupación forzada bautizan cada una de las acciones hostiles bajo los siguientes lemas que trazan la memoria histórica desde la sangre y la pólvora: a) “Operación Plomo Fundido”, en diciembre de 2008; b) “Operación Pilar Defensivo”, en noviembre de 2012; c) “Operación Margen Protector”, en julio de 2014; d) “Operación Guardián de los Muros”, en mayo 2021, e) “Operación Escudo y Flecha”, en mayo de 2023. Vale la pena subrayar que, el grupo palestino Hamás es quien controla la Franja de Gaza, y, hoy por hoy, es la célula que define las acciones necropolíticas de una Estado Fallido, lejano a los Derechos Humanos y el respeto por las autonomías.

En pleno siglo XXI, el control político puede estar relacionado con la muerte y la destrucción, en lugar de la preservación de la vida. El conflicto Israel-Palestina, a menudo nos recuerda la fragilidad con la que se negocian los compromisos de seguridad para las nuevas generaciones. Por ejemplo, durante los conflictos en Gaza, se ha acusado tanto a Israel como a grupos palestinos de utilizar tácticas que ponen en peligro la vida de civiles. Los ataques aéreos israelíes han causado bajas civiles, mientras que el lanzamiento de cohetes desde Gaza hacia ciudades israelíes ha dejado en estado de indefensión a comunidades enteras.

Los esfuerzos de paz han enfrentado numerosos obstáculos, incluida la falta de confianza entre las partes, expansión de asentamientos israelíes en territorio palestino y la cuestión de Jerusalén. No por nada, António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, tiene uno de los más grandes desafíos en relación con lo que parece ser el inicio de una contraofensiva que se aleja mucho del diálogo y la cultura de paz.

Lo que podemos subir a debate y que el lector tendrá la mejor opinión, es el papel de terceros actores, como Estados Unidos, que se atribuye la función del gran “policía pacificador”. Algunos sostienen que su apoyo inquebrantable a Israel ha obstaculizado los esfuerzos de paz, mientras que otros argumentan que su influencia es necesaria para avanzar en las negociaciones.

Lo que es cierto es que, el conflicto Israel-Palestina es una tragedia humanitaria que ha cobrado innumerables vidas y ha dejado cicatrices profundas en ambas comunidades. La solución al conflicto sigue siendo esquiva, y la falta de perspectivas de paz genera preocupaciones sobre una posible antesala de la Tercera Guerra Mundial.

En última instancia, el conflicto en cuestión, es un recordatorio doloroso de la necesidad urgente de encontrar una solución pacífica que respete los derechos y la dignidad humana. Superar décadas de enemistad obliga a un esfuerzo concertado de la comunidad internacional y un compromiso firme de ambas partes para buscar un futuro de convivencia y paz en el territorio. Al tiempo.


*Colaborador de Integridad Ciudadana, Coordinador del Doctorado en Ciencia Política del Centro Universitario de la Ciénega - UDG. @magdielgmg @Integridad_AC



MAGDIEL GÓMEZ MUÑIZ*


El conflicto Israel-Palestina es uno de los enfrentamientos más prolongados y complejos de la historia política moderna. A más de tres décadas, las tensiones territoriales y religiosas han sido el epicentro de movimientos armados que, al día de ayer, han exterminado al menos a 250 israelíes y secuestrado a una gran cantidad de soldados y civiles. El mensaje de Hamás es claro y contundente: la era del terror y la necropolítica ha iniciado.

Para entender un poco más lo que sucede en Medio Oriente, es importante señalar que el conflicto se remonta al siglo XX, cuando se estableció el Estado de Israel en 1948, tras la Segunda Guerra Mundial. La creación de Israel generó un desplazamiento masivo de población palestina y marcó el comienzo de la lucha por la tierra y la autodeterminación regional.

Sin duda alguna, estamos siendo testigos de cómo el terrorismo imprime violencia indiscriminadamente contra civiles: ataques con cohetes, atentados suicidas, secuestros y ciberataques (por mencionar algunas acciones) que forman parte de un legado que se legitima desde el llamado “eje de resistencia” contra el Estado Judío. El uso de la violencia armada, ayer mostró su poderío militar, a propósito de la retórica religioso-belicista de Israel.

Con una larga tradición de enfrentamientos, el cuerpo represivo y las dinámicas de ocupación forzada bautizan cada una de las acciones hostiles bajo los siguientes lemas que trazan la memoria histórica desde la sangre y la pólvora: a) “Operación Plomo Fundido”, en diciembre de 2008; b) “Operación Pilar Defensivo”, en noviembre de 2012; c) “Operación Margen Protector”, en julio de 2014; d) “Operación Guardián de los Muros”, en mayo 2021, e) “Operación Escudo y Flecha”, en mayo de 2023. Vale la pena subrayar que, el grupo palestino Hamás es quien controla la Franja de Gaza, y, hoy por hoy, es la célula que define las acciones necropolíticas de una Estado Fallido, lejano a los Derechos Humanos y el respeto por las autonomías.

En pleno siglo XXI, el control político puede estar relacionado con la muerte y la destrucción, en lugar de la preservación de la vida. El conflicto Israel-Palestina, a menudo nos recuerda la fragilidad con la que se negocian los compromisos de seguridad para las nuevas generaciones. Por ejemplo, durante los conflictos en Gaza, se ha acusado tanto a Israel como a grupos palestinos de utilizar tácticas que ponen en peligro la vida de civiles. Los ataques aéreos israelíes han causado bajas civiles, mientras que el lanzamiento de cohetes desde Gaza hacia ciudades israelíes ha dejado en estado de indefensión a comunidades enteras.

Los esfuerzos de paz han enfrentado numerosos obstáculos, incluida la falta de confianza entre las partes, expansión de asentamientos israelíes en territorio palestino y la cuestión de Jerusalén. No por nada, António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, tiene uno de los más grandes desafíos en relación con lo que parece ser el inicio de una contraofensiva que se aleja mucho del diálogo y la cultura de paz.

Lo que podemos subir a debate y que el lector tendrá la mejor opinión, es el papel de terceros actores, como Estados Unidos, que se atribuye la función del gran “policía pacificador”. Algunos sostienen que su apoyo inquebrantable a Israel ha obstaculizado los esfuerzos de paz, mientras que otros argumentan que su influencia es necesaria para avanzar en las negociaciones.

Lo que es cierto es que, el conflicto Israel-Palestina es una tragedia humanitaria que ha cobrado innumerables vidas y ha dejado cicatrices profundas en ambas comunidades. La solución al conflicto sigue siendo esquiva, y la falta de perspectivas de paz genera preocupaciones sobre una posible antesala de la Tercera Guerra Mundial.

En última instancia, el conflicto en cuestión, es un recordatorio doloroso de la necesidad urgente de encontrar una solución pacífica que respete los derechos y la dignidad humana. Superar décadas de enemistad obliga a un esfuerzo concertado de la comunidad internacional y un compromiso firme de ambas partes para buscar un futuro de convivencia y paz en el territorio. Al tiempo.


*Colaborador de Integridad Ciudadana, Coordinador del Doctorado en Ciencia Política del Centro Universitario de la Ciénega - UDG. @magdielgmg @Integridad_AC