Las órdenes se acatan, no se discuten: Barbosa

ENTREVISTA INÉDITA

Sergio Enrique Díaz

  · martes 28 de agosto de 2018

En 1993 José Antonio Álvarez Lima me espetó: 'Yo no lo ratifico en el cargo, yo lo nombro secretario de Gobierno de mi administración y, con ello, entendí que no le debía nada a Beatriz Paredes ni a Samuel Quiroz, que a él le debía respeto y lealtad'

Federico Barbosa / Exsecretario de Gobierno

Fue considerado de 1993 a 1998 el secretario de Gobierno más poderoso de la historia moderna de Tlaxcala y, a diferencia de sus antecesores y sucesores, en realidad sí fue el jefe del Gabinete. Ningún secretario, director o coordinador lo desobedecía o se atrevía a llevarle lo contraria. Sus órdenes eran ley.

Acumuló tanto poder que tomaba decisiones que solo correspondían al titular del Poder Ejecutivo y hacía declaraciones “fuertes” a la prensa sin consultar a su superior o al coordinador General de Información y Relaciones Públicas.

“SI SE ESCONDEN ¡SÁQUENLOS DE SUS OFICINAS!”

Recientemente habló con El Sol de Tlaxcala sobre algunos hechos fundamentales para la entidad y que marcaron su desempeño en esa dependencia estatal, entrevista que fue rezagando su publicación.

En 1994, precisamente cuando Luz Rivera Martínez, Francisco Arredondo y Héctor Perales Malacara tomaron por asalto la capital del estado y, con apoyo de transportistas de la ruta Apizaco-Tlaxcala (en la que tenían concesiones), bloquearon todos los accesos al centro de la ciudad, Barbosa tomó el todavía teléfono rojo de su oficina y llamó al Procurador General de Justicia.

-“Vamos a recuperar la ciudad, ya están presentando las denuncias penales y quiero que tu gente apoye a la detención de estas personas que han desquiciado la capital”, espetó.

-“No puedo hacer eso, necesito la autorización del Gobernador, son líderes sociales, podemos tener problemas”, respondió, según Federico, el llamado abogado de Tlaxcala.

-“No te estoy pidiendo autorización. Te lo estoy ordenando. De hecho, ya hablé con el director de la (entonces) Policía Judicial y vamos por ellos- respondió seco.

Álvarez Lima no estaba en Tlaxcala. En la ahora Ciudad de México sostenía una reunión de trabajo con empresarios y giró instrucciones a su jefe de asesores, Sergio Martínez, para que nadie lo molestara.

Desde su oficina de Palacio, Barbosa habló con el director de la Judicial y ordenó: ¡detengan a esos cabrones y si se esconden en sus oficinas, sáquenlos, pero a Luz que la aprehendan mujeres!

Y como fue. A bordo de camionetas negras, decenas de judiciales se abrieron paso entre las calles; rompieron los cercos instalados en la avenida Juárez a la altura de la estatua de Tlahuicole y se dirigieron al centro de la ciudad de Tlaxcala.

La orden fue precisa. A rastras, los efectivos sacaron –literal- de sus oficinas (ubicadas frente a Palacio) a Luz Rivera, Francisco Arredondo y Héctor Perales y, como si fueran objetos, fueron arrojados a las bateas de las unidades.

Solo Francisco opuso resistencia pero, a golpes, fue sometido y tranquilizado.

Desde la ventana de su despacho, Barbosa observaba con beneplácito que sus órdenes habían sido acatadas a cabalidad y los principales líderes de la Central Nacional Urbana Campesina habían sido enviados a las instalaciones de la PGJE y, más tarde, serían canalizados al entonces Centro de Readaptación (hoy Reinserción) Social y al anexo femenino de Apizaco.

-¿Y nunca pudo hacer contacto con el Gobernador?

-“No, nunca. Él había dado la orden de que no lo molestaran”.

-¿Y qué pasó cuando Álvarez llegó a Tlaxcala?

-“Supongo que en el trayecto de regreso le informaron. Estaba, me dicen, muy molesto. Encabritado, pues. Apenas entró a su oficina y me llamó a través de la secretaria”.

-“Me acaba usted de meter en un grave problema local y nacional. Vamos a tener a grupos de izquierda y líderes sociales encima de nosotros. Váyase a su oficina y espere indicaciones”.

-¿Intuyó que era su despido?

-“Sí, así lo vi. Entré a mi oficina, cerré la puerta y reviví todo lo acontecido. Dije: estuve en lo correcto”.

-¿No se arrepintió?

-“Para nada. Estaba listo para entregar mi renuncia e irme”.

-¿Y qué pasó después?

-“Nuevamente fui llamado. Llevaba mi renuncia en la mano, pero cuando iba a pasar llegaron varios empresarios y transportistas de otra empresa para agradecer al Gobernador que hubiera tomado la decisión de poner en orden a esos rijosos, porque cada que se manifestaban perdían mucho dinero en sus negocios. De hecho, le ofrecieron que publicarían en el periódico varios desplegados de apoyo a su administración y reconociendo la firmeza y así fue. Ya no hubo necesidad de hablar sobre el tema. Todo volvió a la normalidad”.

-¿Y qué pasó con el Procurador?

-“Pues le hice entender que las órdenes se acatan, no se discuten ni se someten a

votación”.

“TLAXCALA YA NO ES LA ENTIDAD PACÍFICA QUE TODOS CREEN”

En algo inédito para la vida política de la entidad, el 7 de noviembre de 1994, Barbosa reveló que miembros del cártel del Golfo trataron de adquirir el Centro Vacacional La Trinidad del Instituto Mexicano del Seguro Social, ubicado en el municipio de Santa Cruz Tlaxcala y a 15 minutos de la ciudad capital.

La propuesta, afirmó, habría sido hecha a las autoridades federales por el propio capo Juan García Abrego –uno de los narcotraficantes más buscados en ese entonces por los gobiernos de México y Estados Unidos de Norteamérica- con la idea de construir, en esa zona, una pista de aterrizaje de avionetas y helicópteros para supuestamente transportar droga.

Ese día dijo: “ésta ya no es la entidad pacífica que todos creen, pues se encuentra copada de actos ilícitos, violencia, deshonestidad, prostitución, corrupción y narcotráfico”.

Barbosa no dijo mentiras. Su denuncia fue respaldada en el memorándum que el agente especial Eduardo Valle Espinosa, alias el “Búho”, envió al entonces titular de la Procuraduría General de la República, Jorge Carpizo MacGregor y en el que plasmó: “Hay datos que nos permiten suponer que García Abrego está en tratos, a través de terceras personas, para comprar ese centro vacacional e instalar un centro de operaciones”.

-¿No lo regañó el Gobernador por esa declaración?

-“No, nunca me dijo nada. Ni tocamos el tema”.

Y en efecto, durante un evento oficial, un reportero preguntó a Álvarez Lima qué opinaba de lo dicho por Barbosa y respondió: “Pues si él hizo esos comentarios, pregúntenle a él. Yo no los hice”.

“JAAL NO ME RATIFICÓ… ME NOMBRÓ”

En 1993, tras haber concluido el gobierno interino de Samuel Quiroz de la Vega donde desempeñó el mismo cargo, fue llamado a Palacio de Gobierno por el nuevo mandatario José Antonio Álvarez Lima.

-“A ver don Federico, yo no lo ratifico en el cargo, yo lo nombro secretario de Gobierno de mi administración”, le soltó.

-¿Y qué entendió de eso?

-“Que yo no le debía nada a Beatriz Paredes Rangel ni a Quiroz de la Vega, que ahora le debía respeto y lealtad a él”.

Y en el proceso de la sucesión gubernamental llegó el momento de demostrarlo.

Álvarez Lima quería que todo saliera bien. Llamó a Barbosa y le informó que sería nombrado presidente del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

-“Me comentó: necesitamos usted y yo hacer un compromiso serio y de caballeros. Usted va a ir al PRI, pero de ninguna manera buscará ser candidato al gobierno. ¿Está de acuerdo?, me preguntó y le respondí que sí”.

-¿Y entonces por qué renunció al PRI y se lanzó?

-“A ver, te explico. Por lo menos cada dos veces a la semana me llamaba por teléfono o a su despacho para recordarme esa promesa. No se me olvida, señor Gobernador, le decía cada que insistía”.

-¿En qué momento se rompió?

-“Cuando las cosas se salieron de control. Alfonso Sánchez Anaya renunció a las filas del PRI y se fue al Partido de la Revolución Democrática. Había muchos aspirantes en el PRI y era incierto el resultado de ese proceso electoral. Había muchos intereses de por medio. Héctor Ortiz era apoyado por los grupos de la Universidad Autónoma de Tlaxcala y Rubén Flores Leal, exlíder del PRI, estaba llevándole la contraria a Álvarez apoyando a Serafín Romero Ixtlapale y era un relajo total. Aún así seguía manteniendo mi palabra de respetar el acuerdo”.

Sin embargo, el originario de Xicohtzinco recordó que cuando faltaban dos semanas para la consulta interna, nuevamente fue llamado a Palacio.

-Don Federico, ¿se acuerda de nuestro acuerdo?

-“Sí señor, lo tengo muy presente”.

-“Pues quiero decirle que queda libre de ese acuerdo. Si usted aspira, ya no tiene compromisos conmigo”.

-Pero no ganó…

“Teníamos el tiempo encima. Hicimos una estructura, pero finalmente ganó Joaquín Cisneros. Nos hizo falta tiempo”.

-¿Por qué si siempre tomó decisiones por encima del Gobernador le tuvo esa concesión?

-“Por qué había sido un pacto de caballeros y de honor. Lo respeté”.

-Tuvo cargos importantes, ¿le pesa el hecho de que no ha podido ser Gobernador?

-“No me pesa, pero sí me gustaría ser”.

-¿Se arrepiente de algo?

-“No, siempre actué conforme a mis convicciones”.

-¿A qué aspira en la vida don Federico?

-“A ser feliz con mi familia y lo soy”.

-Y ahora fuera del gobierno y de cualquier cargo, ¿qué hace un hombre que fue poderoso en la administración pública?

-“Pues respondiendo a las preguntas que tú me hagas”, expresó entre risas.

Así terminó la charla en la mesa de un restaurante capitalino en la que, sin tapujos y al paso de los años, habló de todo lo vivido en el ejercicio del poder, pero el pasado domingo, un paro cardiaco fulminante puso fin a la vida de Barbosa, a los 66 años de edad.