/ miércoles 28 de septiembre de 2022

Polución no cesa en el Atoyac-Zahuapan

Sufren pobladores de constantes malestares físicos, como dolor de cabeza por el fuerte olor que despide el canal

Resulta desoladora la escena a orillas del río Atoyac entre Puebla y Tlaxcala. Dos mujeres observan la polución que arrastra con fuerza el agua de lluvia. Hace 40 años una joven, hoy adulta mayor, solía bañarse en el afluente y observar algunos peces y ranas.

A la pandemia ya superada por ellas en Villalta, Tepetitla de Lardizábal, se suma la contaminación del agua y en la atmósfera. Por eso, aunque la mayoría de la gente ya no usa protección ante el coronavirus, para cruzar el canal Rojano ellas portan caretas y cubrebocas. Esto se repite todos los días desde hace 30 años. Todo huele a putrefacción. Al entrar al pueblo a propios y extraños se les recibe con una pestilencia.

Entérate:➡️Latinoamérica atacará polución de plásticos

Hacia el sur cruza el Atoyac con una polución agigantada. Se trata del río más contaminado de México -según investigaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Centro Fray Julián Garcés- con sede en los municipios poblanos de Huejotzingo y Texmelucan y en Tepetitla, Nativitas e Ixtacuixtla en el estado de Tlaxcala.

Y arrastra de todo: mezclas de químicos y gases que vierte el Corredor Industrial Quetzalcoapan de Moyotzingo, desechos domésticos de la población de ambas entidades y lixiviados que producen miles de vendedores y comerciantes durante 48 horas en el tianguis más grande de América Latina, el de Texmelucan.

Más información:➡️La contaminación del aire enciende alarmas a nivel mundial

Así es el afluente del Atoyac, uno de los principales cinco ríos del país, en el que a lo largo de 20 kilómetros se mezclan las aguas azuladas de la industria con las chocolatosas del río Zahuapan vertidas por 25 municipios del territorio tlaxcalteca.

Esta zona que divide al Atoyac recibe a más de un millón de comerciantes del centro y sur de México cada ocho días en el tianguis con más de diez mil comerciantes de ropa, frutas y hortalizas.

Texmelucan y los pueblos aledaños están situados hacia el suroeste de Tlaxcala y cuentan con diversos atractivos coloniales y naturales.

Te recomendamos:➡️Sanear el ambiente, prioridad en el Plan Estatal de Desarrollo

Por su histórica pirámide de Xochitécatl, los prehispánicos murales de Cacaxtla y el santuario de San Miguel del Milagro en Nativitas, son donde prevalece una variada gastronomía.

A escasos 49 kilómetros de esos lugares desemboca el río Atoyac, cuyo caudal de 200 kilómetros nace en el volcán Iztaccíhuatl y serpentea por diez municipios hasta la presa Valsequillo, en Puebla, de donde se dirige a las aguas marinas del estado de Guerrero.

Hay ecorregiones cercanas donde cultivan la trucha arcoíris además de rosas de castilla y manzanas; también pueden apreciarse variedades de aves silvestres como el perico que habla. Da la impresión de ser un paraíso que ya desapareció entre el afluente que cruza ambas entidades.

Continúa leyendo:➡️Ríos contaminados, el mayor daño ambiental en Tlaxcala

Ese mismo río, en el que se bañaba en su juventud la mujer del pueblo de Villalta hace 40 años, hoy solo es un sueño. Podría convertirse en realidad siempre y cuando viajara para mostrárselo a su primogénita hasta las faldas del Iztaccíhuatl en el Estado de México. Mientras tanto, los ríos Atoyac y Zahuapan son un auténtico problema para los habitantes de la región; un conflicto ambiental que rebasa fronteras.


SE ACOSTUMBRAN A VIVIR ENTRE BASURA

Vivir en Villalta es un constante dolor de cabeza que provoca náuseas a los habitantes desde hace 20 años debido a los gases emitidos al ambiente por las empresas instaladas en ambas entidades.

Lee también:➡️Polución amenaza a los polinizadores en el Río Zahuapan

Ahora, durante el verano, cuando la temperatura aumenta y la podredumbre que dejan las empresas es incalculable, el olor es perceptible a varios kilómetros de distancia.

Infinidad de veces los provocadores de la degradación ambiental han sido denunciados ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (lo cual generó la recomendación 10/2017) y ante la Comisión Nacional del Agua.

Durante un recorrido, El Sol de Tlaxcala constató que el tramo del Atoyac que cruza el poblado de Villalta recibe cinco descargas de aguas provenientes de dos corredores industriales, además de las aguas domésticas de cinco municipios de Puebla y Tlaxcala.

No dejes de leer:➡️OMC recibe apoyo de 67 países en iniciativa para reducir contaminación de plásticos

De acuerdo con la Conagua, el promedio de la descarga es de 350 litros de desechos crudos por segundo.

Los desechos químicos vertidos al afluente durante las 24 horas del día son de color rosa y azul marino, según la industria que descargue. De día y de noche aparece un desagradable olor que provoca náuseas y dolor de cabeza.

Es Tepetitla de Lardizábal el municipio más contaminado de Tlaxcala por descargas industriales y domésticas y, desde hace 15 años, por lavadores de mezclilla en San Mateo Ayecac. Por desgracia la gente ya se acostumbró a vivir así.

No te pierdas:➡️La contaminación auditiva amenaza a la salud pública: ONU

Si bien durante el sexenio pasado fueron invertidos 50 millones de pesos para la instalación de dos plantas de tratamiento de aguas residuales, son inoperantes. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha dado seguimiento al proyecto; de hecho fueron desvalijadas durante el actual mandato del alcalde de Tepetitla, Alan Alvarado Islas.

Esperanza Meza, vecina de Villalta: De niña iba al río con mi madre a bañarme, compraba (a los campesinos) verduras para comer, no sabía de contaminación; ahora dan ganas de vomitar y dolor de cabeza con los desagradables olores del río Atoyac, y luego la conducen para riego hacia los canales San Diego y Rojano en Villalta

Entérate:➡️Contaminación mata más que la guerra y el alcoholismo

  • El Sol de Tlaxcala constató que el tramo del Atoyac que cruza el poblado de Villalta recibe cinco descargas de aguas provenientes de dos corredores industriales, además de las aguas domésticas de cinco municipios de Puebla y Tlaxcala.

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Resulta desoladora la escena a orillas del río Atoyac entre Puebla y Tlaxcala. Dos mujeres observan la polución que arrastra con fuerza el agua de lluvia. Hace 40 años una joven, hoy adulta mayor, solía bañarse en el afluente y observar algunos peces y ranas.

A la pandemia ya superada por ellas en Villalta, Tepetitla de Lardizábal, se suma la contaminación del agua y en la atmósfera. Por eso, aunque la mayoría de la gente ya no usa protección ante el coronavirus, para cruzar el canal Rojano ellas portan caretas y cubrebocas. Esto se repite todos los días desde hace 30 años. Todo huele a putrefacción. Al entrar al pueblo a propios y extraños se les recibe con una pestilencia.

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Hacia el sur cruza el Atoyac con una polución agigantada. Se trata del río más contaminado de México -según investigaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Centro Fray Julián Garcés- con sede en los municipios poblanos de Huejotzingo y Texmelucan y en Tepetitla, Nativitas e Ixtacuixtla en el estado de Tlaxcala.

Y arrastra de todo: mezclas de químicos y gases que vierte el Corredor Industrial Quetzalcoapan de Moyotzingo, desechos domésticos de la población de ambas entidades y lixiviados que producen miles de vendedores y comerciantes durante 48 horas en el tianguis más grande de América Latina, el de Texmelucan.

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Así es el afluente del Atoyac, uno de los principales cinco ríos del país, en el que a lo largo de 20 kilómetros se mezclan las aguas azuladas de la industria con las chocolatosas del río Zahuapan vertidas por 25 municipios del territorio tlaxcalteca.

Esta zona que divide al Atoyac recibe a más de un millón de comerciantes del centro y sur de México cada ocho días en el tianguis con más de diez mil comerciantes de ropa, frutas y hortalizas.

Texmelucan y los pueblos aledaños están situados hacia el suroeste de Tlaxcala y cuentan con diversos atractivos coloniales y naturales.

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Por su histórica pirámide de Xochitécatl, los prehispánicos murales de Cacaxtla y el santuario de San Miguel del Milagro en Nativitas, son donde prevalece una variada gastronomía.

A escasos 49 kilómetros de esos lugares desemboca el río Atoyac, cuyo caudal de 200 kilómetros nace en el volcán Iztaccíhuatl y serpentea por diez municipios hasta la presa Valsequillo, en Puebla, de donde se dirige a las aguas marinas del estado de Guerrero.

Hay ecorregiones cercanas donde cultivan la trucha arcoíris además de rosas de castilla y manzanas; también pueden apreciarse variedades de aves silvestres como el perico que habla. Da la impresión de ser un paraíso que ya desapareció entre el afluente que cruza ambas entidades.

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Ese mismo río, en el que se bañaba en su juventud la mujer del pueblo de Villalta hace 40 años, hoy solo es un sueño. Podría convertirse en realidad siempre y cuando viajara para mostrárselo a su primogénita hasta las faldas del Iztaccíhuatl en el Estado de México. Mientras tanto, los ríos Atoyac y Zahuapan son un auténtico problema para los habitantes de la región; un conflicto ambiental que rebasa fronteras.


SE ACOSTUMBRAN A VIVIR ENTRE BASURA

Vivir en Villalta es un constante dolor de cabeza que provoca náuseas a los habitantes desde hace 20 años debido a los gases emitidos al ambiente por las empresas instaladas en ambas entidades.

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Ahora, durante el verano, cuando la temperatura aumenta y la podredumbre que dejan las empresas es incalculable, el olor es perceptible a varios kilómetros de distancia.

Infinidad de veces los provocadores de la degradación ambiental han sido denunciados ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (lo cual generó la recomendación 10/2017) y ante la Comisión Nacional del Agua.

Durante un recorrido, El Sol de Tlaxcala constató que el tramo del Atoyac que cruza el poblado de Villalta recibe cinco descargas de aguas provenientes de dos corredores industriales, además de las aguas domésticas de cinco municipios de Puebla y Tlaxcala.

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De acuerdo con la Conagua, el promedio de la descarga es de 350 litros de desechos crudos por segundo.

Los desechos químicos vertidos al afluente durante las 24 horas del día son de color rosa y azul marino, según la industria que descargue. De día y de noche aparece un desagradable olor que provoca náuseas y dolor de cabeza.

Es Tepetitla de Lardizábal el municipio más contaminado de Tlaxcala por descargas industriales y domésticas y, desde hace 15 años, por lavadores de mezclilla en San Mateo Ayecac. Por desgracia la gente ya se acostumbró a vivir así.

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Si bien durante el sexenio pasado fueron invertidos 50 millones de pesos para la instalación de dos plantas de tratamiento de aguas residuales, son inoperantes. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha dado seguimiento al proyecto; de hecho fueron desvalijadas durante el actual mandato del alcalde de Tepetitla, Alan Alvarado Islas.

Esperanza Meza, vecina de Villalta: De niña iba al río con mi madre a bañarme, compraba (a los campesinos) verduras para comer, no sabía de contaminación; ahora dan ganas de vomitar y dolor de cabeza con los desagradables olores del río Atoyac, y luego la conducen para riego hacia los canales San Diego y Rojano en Villalta

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