/ martes 5 de julio de 2022

¿Un aerolito en Tlaxco? Sí, su hallazgo fue en 1856

Conoce el asombroso descubrimiento que hizo pensar a los científicos en la existencia de vida extraterrestre

El hallazgo de un aerolito en Tlaxco, allá por el año de 1856, hizo que estudiosos de aquella época pensaran en la posible existencia de civilizaciones extraterrestres capaces de construir “ingenios mecánicos”, según palabras de sus descubridores Federico Guillermo Grube y Carlos Santorius.

La pieza de origen espacial de metro y medio cúbico y forma semiromboidal, con un peso de más de una tonelada y media, fue encontrada casi a flor de piel por los científicos extranjeros que en aquel año realizaban una recolección de especies botánicas en la serranía de Puebla y Tlaxcala.

Entérate: ➡️

En el libro Historia de Tlaxco, editado en 1981, escrito por Luis Nava, podemos encontrar la narración de tan asombroso hallazgo, que en su momento hizo que los científicos voltearan su mirada al espacio exterior.

Las páginas de este escrito describen que Grube, en sus memorias “Nach Mexiko in die Heimat” (Viaje a México y vuelta al hogar) habla detalladamente del enigmático hallazgo y que Santorius hizo trasladar el aerolito a la ciudad de Apizaco e informando al Colegio de Minería el descubrimiento de tan peculiar objeto.

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La importante institución autorizó a Santorius para que realizara un corte y analizará la consistencia del aerolito. Grube escribe que dada la solidez del objeto, el corte que realiza su compañero es casi diagonal. La sorpresa para ambos investigadores fue tal al encontrar “varias cuñas al parecer, ensamblando una plancha denotando un ingenio de maquinaria poco común”.

Ante tal descubrimiento, el botánico germano, decide trasladar tan interesante roca a su finca “El Mirador”, ubicada al pie del Pico de Orizaba con la finalidad de examinarla más a fondo, antes de enviarla al Colegio de Minería.

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Grube por su parte, menciona que por primera vez en la historia de la minerología, se diseccionaba un aerolito con gran destreza con la finalidad de comprobar si se trataba de algún bloque fundido de alguna máquina o en realidad era un aerolito.

El informe que envió Santorius al Colegio de Minería, en el que menciona que lo que encontró no es más que “formas caprichosas de cristalización de hierros y níqueles comunes a cualquier aerolito” causó inquietud en el Colegio de Minería, razón por la que mandan al ingeniero Ricardo Lizárraga a examinar el artefacto extraterrestre con la intención de que lo examine detenidamente y compruebe que aquellos fragmentos ígneos mezclados en el resto del aerolito eran dignos de estudio por su extraña conformación.

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Siete años después, -1863- se ordenó el envío del “aerolito Tlaxco” a la Ciudad de México, pero esto no fue posible ya que en ese año inicia la guerra de intervención francesa.

Grube, en sus memorias, manifestó que había evidencias de que en el aerolito se encontraba un enigma sobre la existencia de seres capaces de crear un ingenio mecánico proveniente de otros lugares distintos a nuestro planeta.

Más información: ➡️

En el año de 1872, Carlos Santorius donó tanto el “aerolito Tlaxco” como la colección herbaria que realizó en la serranía de Puebla-Tlaxcala al Instituto Smithsoniano de Washington, a partir de ese entonces no se volvió a saber más del peculiar artefacto a pesar de que las observaciones hechas por el ingeniero Lizárraga están plasmadas -20 años después- en las memorias del Colegio de Minería, y en las que una acotación menciona a “posibles ingenios mecánicos en aerolitos, como el de Tlaxco, no pertenecientes a construcciones de nuestra Tierra”.

No dejes de leer: ➡️

Actualmente no se sabe con exactitud dónde se encuentra el aerolito, si en una de las enormes bodegas del museo estadounidense o quizá extraviado en algún lugar.

  • *Fuente: Miguel Lira y Ortega, Diccionario geográfico, estadístico y biográfico del Estado de Tlaxcala, 1880 pp. 95-98

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El hallazgo de un aerolito en Tlaxco, allá por el año de 1856, hizo que estudiosos de aquella época pensaran en la posible existencia de civilizaciones extraterrestres capaces de construir “ingenios mecánicos”, según palabras de sus descubridores Federico Guillermo Grube y Carlos Santorius.

La pieza de origen espacial de metro y medio cúbico y forma semiromboidal, con un peso de más de una tonelada y media, fue encontrada casi a flor de piel por los científicos extranjeros que en aquel año realizaban una recolección de especies botánicas en la serranía de Puebla y Tlaxcala.

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En el libro Historia de Tlaxco, editado en 1981, escrito por Luis Nava, podemos encontrar la narración de tan asombroso hallazgo, que en su momento hizo que los científicos voltearan su mirada al espacio exterior.

Las páginas de este escrito describen que Grube, en sus memorias “Nach Mexiko in die Heimat” (Viaje a México y vuelta al hogar) habla detalladamente del enigmático hallazgo y que Santorius hizo trasladar el aerolito a la ciudad de Apizaco e informando al Colegio de Minería el descubrimiento de tan peculiar objeto.

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Ante tal descubrimiento, el botánico germano, decide trasladar tan interesante roca a su finca “El Mirador”, ubicada al pie del Pico de Orizaba con la finalidad de examinarla más a fondo, antes de enviarla al Colegio de Minería.

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Grube por su parte, menciona que por primera vez en la historia de la minerología, se diseccionaba un aerolito con gran destreza con la finalidad de comprobar si se trataba de algún bloque fundido de alguna máquina o en realidad era un aerolito.

El informe que envió Santorius al Colegio de Minería, en el que menciona que lo que encontró no es más que “formas caprichosas de cristalización de hierros y níqueles comunes a cualquier aerolito” causó inquietud en el Colegio de Minería, razón por la que mandan al ingeniero Ricardo Lizárraga a examinar el artefacto extraterrestre con la intención de que lo examine detenidamente y compruebe que aquellos fragmentos ígneos mezclados en el resto del aerolito eran dignos de estudio por su extraña conformación.

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Siete años después, -1863- se ordenó el envío del “aerolito Tlaxco” a la Ciudad de México, pero esto no fue posible ya que en ese año inicia la guerra de intervención francesa.

Grube, en sus memorias, manifestó que había evidencias de que en el aerolito se encontraba un enigma sobre la existencia de seres capaces de crear un ingenio mecánico proveniente de otros lugares distintos a nuestro planeta.

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En el año de 1872, Carlos Santorius donó tanto el “aerolito Tlaxco” como la colección herbaria que realizó en la serranía de Puebla-Tlaxcala al Instituto Smithsoniano de Washington, a partir de ese entonces no se volvió a saber más del peculiar artefacto a pesar de que las observaciones hechas por el ingeniero Lizárraga están plasmadas -20 años después- en las memorias del Colegio de Minería, y en las que una acotación menciona a “posibles ingenios mecánicos en aerolitos, como el de Tlaxco, no pertenecientes a construcciones de nuestra Tierra”.

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Actualmente no se sabe con exactitud dónde se encuentra el aerolito, si en una de las enormes bodegas del museo estadounidense o quizá extraviado en algún lugar.

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