/ lunes 26 de febrero de 2024

A simple vista, inseguridad, el temor social que no se va

Cuando las denuncias formales por delitos no son suficientes, la ciudadanía busca y explota, genera actos de protesta que hagan entender al orden público el hartazgo de la situación que se vive, peor aún, la inseguridad gana terreno y lamentablemente ya es parte de la cotidianeidad de la vida del Estado.

Son las ocho treinta de la mañana de un jueves 15 de febrero, en el tramo carretero de la “Y” en Apizaco, se ve interrumpido, cientos de vehículos públicos y privados no les es posible pasar; hay protesta por parte de transportistas de vehículos pesados y no hay libre circulación. La ciudad se desquicia, las rutas alternas se congestionan, todos se desesperan y ese día nadie llegó a tiempo a su destino; uno de los efectos de la inseguridad es este, protestar porque la delincuencia se fortalece y no empata con los esfuerzos de las autoridades competentes.

Pero la delincuencia no solo la padecen ellos, igualmente la sufren los turistas, los comerciantes y todos aquellos que tienen necesidad de pasar por los “puntos rojos” de nuestra red de carreteras; don Alex, uno de los paristas, me platica de dos de sus compañeros que en meses pasados fueron asaltados en el “arco norte”, “afortunadamente respetaron su vida”, dice don Alex un tanto irritado. Entonces debemos ser agradecidos porque nos fue perdonada la vida y finalmente fue mejor perder total o parte del patrimonio, acto seguido corresponde la denuncia ante la fiscalía quien iniciará carpeta de investigación y correrá oficios varios a los demás investigadores, las aseguradoras igual se fastidian, cada carga debe ser pagada; finalmente podrían, tal vez, rescatar la unidad de transporte y no más.

Realmente no solo es el transporte, lo son también todos aquellas familias o grupos que en algún momento quisieron ir a conocer otros Estados, lugares que por el grado de inseguridad se deben abstener o deben pensar en algo que les haga ir seguros, pero ir solo con la familia es de pensarla mucho. Tales fenómenos de abstención o miedo, genera obviamente un problema en el contexto económico, las ventas al turista, al peregrino, al viajero laboral, al estudiante, etc, no serán las mismas.

¿Qué debe suceder para una efectiva seguridad?, ¿Cómo es que la delincuencia “progresa” sin nada que se los impida?. La responsabilidad recae en todos los gobiernos que han tomado la batuta, ninguno es ajeno a la realidad que se vive, cada Estado genera estrategias, destina recursos humanos, materiales y económicos, pero entonces ¿qué está pasando?, porque muchos Estados viven sometidos, azorados, con la esperanza de que las cosas cambien para lograr un país seguro.

En las ciudades igualmente se ubican puntos de riesgo, eso lo vemos cuando por ejemplo alguna plataforma que ofrece servicios de entrega, determina no ir por ser zona de riesgo, o sea que los prestadores de ese servicio ya han sido alertados del peligro que corren en dicho lugar o ya lo han padecido; los particulares también se llevan la sorpresa de que al dejar su vehículo estacionado en la calle, al regreso, lo encuentran sin llantas o desbalijados; las denuncias se realizan y otras veces “no tiene caso” como lo manifiestan muchos de los afectados.

En lo general la delincuencia está en todos lados y ataca a cualquier nivel, por mucho o por poco se puede ser víctima con la lejana posibilidad de reparación del daño y sanción a los responsables de los delitos. Otro punto de reflexión es que los que delinquen también se allegan de tecnología, se preparan, estudian, planean, se organizan y ejecutan. Con alto riesgo pero les resulta.

Cualquier ciudadano que transita libremente no va preparado para ser víctima de un ataque, se traslada con confianza o miedo, poco probable es que vaya armado, considera que no “le tocará”, confía que el sistema cuida de él a cualquier hora del día; lo alarmante es que el o los delincuentes van dispuestos a todo, van armados y poco les importa lo que pueda decir una ley, obvio saben lo que podría suceder si los agarran.

¿Cuántos flancos deben cubrirse para evitar el crecimiento delictivo?, ¿la educación?, ¿la economía?, ¿el desempleo?, ¿el ocio?, ¿la pobreza?, ¿el desequilibrio mental?, ¿la corrupción?, ¿la disfuncionalidad familiar?, ¿los sistemas de readaptación social?; sin duda cada uno de estos factores y otros son influyentes en la transgresión social, la duda es ¿cómo y cuándo?, eficazmente, iniciar esta reconstrucción.

Mientras tanto son ya las 12 del día y los vehículos no pueden pasar libremente, mentadas de madre y muestras de apoyo a los transportistas se combinan en este momento desquiciado; ya por la tarde noche el paro concluye. Cada día, quienes trabajamos, en el orden público, la iniciativa privada o por nuestra cuenta, nos levantamos con la idea de continuar con las condiciones de vida que tenemos, altas o bajas, pero finalmente producto de nuestro trabajo lícito y honesto; a pie o en vehículo propio o colectivo transitamos por las calles, carreteras; pasamos por colonias, pueblos, etc; esperamos regresar a casa ciertos de la labor cumplida y más aún, de que habremos de regresar todos; los padres de familia, la madre o padre solteros, los hijos, etc; queremos ese regreso con tranquilidad, de que por la noche nos veremos, de no tener nada que lamentar, tristemente con la incertidumbre de estos tiempos que no se van.


Cuando las denuncias formales por delitos no son suficientes, la ciudadanía busca y explota, genera actos de protesta que hagan entender al orden público el hartazgo de la situación que se vive, peor aún, la inseguridad gana terreno y lamentablemente ya es parte de la cotidianeidad de la vida del Estado.

Son las ocho treinta de la mañana de un jueves 15 de febrero, en el tramo carretero de la “Y” en Apizaco, se ve interrumpido, cientos de vehículos públicos y privados no les es posible pasar; hay protesta por parte de transportistas de vehículos pesados y no hay libre circulación. La ciudad se desquicia, las rutas alternas se congestionan, todos se desesperan y ese día nadie llegó a tiempo a su destino; uno de los efectos de la inseguridad es este, protestar porque la delincuencia se fortalece y no empata con los esfuerzos de las autoridades competentes.

Pero la delincuencia no solo la padecen ellos, igualmente la sufren los turistas, los comerciantes y todos aquellos que tienen necesidad de pasar por los “puntos rojos” de nuestra red de carreteras; don Alex, uno de los paristas, me platica de dos de sus compañeros que en meses pasados fueron asaltados en el “arco norte”, “afortunadamente respetaron su vida”, dice don Alex un tanto irritado. Entonces debemos ser agradecidos porque nos fue perdonada la vida y finalmente fue mejor perder total o parte del patrimonio, acto seguido corresponde la denuncia ante la fiscalía quien iniciará carpeta de investigación y correrá oficios varios a los demás investigadores, las aseguradoras igual se fastidian, cada carga debe ser pagada; finalmente podrían, tal vez, rescatar la unidad de transporte y no más.

Realmente no solo es el transporte, lo son también todos aquellas familias o grupos que en algún momento quisieron ir a conocer otros Estados, lugares que por el grado de inseguridad se deben abstener o deben pensar en algo que les haga ir seguros, pero ir solo con la familia es de pensarla mucho. Tales fenómenos de abstención o miedo, genera obviamente un problema en el contexto económico, las ventas al turista, al peregrino, al viajero laboral, al estudiante, etc, no serán las mismas.

¿Qué debe suceder para una efectiva seguridad?, ¿Cómo es que la delincuencia “progresa” sin nada que se los impida?. La responsabilidad recae en todos los gobiernos que han tomado la batuta, ninguno es ajeno a la realidad que se vive, cada Estado genera estrategias, destina recursos humanos, materiales y económicos, pero entonces ¿qué está pasando?, porque muchos Estados viven sometidos, azorados, con la esperanza de que las cosas cambien para lograr un país seguro.

En las ciudades igualmente se ubican puntos de riesgo, eso lo vemos cuando por ejemplo alguna plataforma que ofrece servicios de entrega, determina no ir por ser zona de riesgo, o sea que los prestadores de ese servicio ya han sido alertados del peligro que corren en dicho lugar o ya lo han padecido; los particulares también se llevan la sorpresa de que al dejar su vehículo estacionado en la calle, al regreso, lo encuentran sin llantas o desbalijados; las denuncias se realizan y otras veces “no tiene caso” como lo manifiestan muchos de los afectados.

En lo general la delincuencia está en todos lados y ataca a cualquier nivel, por mucho o por poco se puede ser víctima con la lejana posibilidad de reparación del daño y sanción a los responsables de los delitos. Otro punto de reflexión es que los que delinquen también se allegan de tecnología, se preparan, estudian, planean, se organizan y ejecutan. Con alto riesgo pero les resulta.

Cualquier ciudadano que transita libremente no va preparado para ser víctima de un ataque, se traslada con confianza o miedo, poco probable es que vaya armado, considera que no “le tocará”, confía que el sistema cuida de él a cualquier hora del día; lo alarmante es que el o los delincuentes van dispuestos a todo, van armados y poco les importa lo que pueda decir una ley, obvio saben lo que podría suceder si los agarran.

¿Cuántos flancos deben cubrirse para evitar el crecimiento delictivo?, ¿la educación?, ¿la economía?, ¿el desempleo?, ¿el ocio?, ¿la pobreza?, ¿el desequilibrio mental?, ¿la corrupción?, ¿la disfuncionalidad familiar?, ¿los sistemas de readaptación social?; sin duda cada uno de estos factores y otros son influyentes en la transgresión social, la duda es ¿cómo y cuándo?, eficazmente, iniciar esta reconstrucción.

Mientras tanto son ya las 12 del día y los vehículos no pueden pasar libremente, mentadas de madre y muestras de apoyo a los transportistas se combinan en este momento desquiciado; ya por la tarde noche el paro concluye. Cada día, quienes trabajamos, en el orden público, la iniciativa privada o por nuestra cuenta, nos levantamos con la idea de continuar con las condiciones de vida que tenemos, altas o bajas, pero finalmente producto de nuestro trabajo lícito y honesto; a pie o en vehículo propio o colectivo transitamos por las calles, carreteras; pasamos por colonias, pueblos, etc; esperamos regresar a casa ciertos de la labor cumplida y más aún, de que habremos de regresar todos; los padres de familia, la madre o padre solteros, los hijos, etc; queremos ese regreso con tranquilidad, de que por la noche nos veremos, de no tener nada que lamentar, tristemente con la incertidumbre de estos tiempos que no se van.