/ sábado 16 de diciembre de 2023

Retahíla para cinéfilos | “Tótem”: un gol mexicano en cartelera

México tiene una de las mejores industrias cinematográficas de Latinoamérica; pero Del Toro, Cuarón y González Iñarritu no son los únicos que la mantienen viva. En medio de la cartelera invernal de la república se encuentra una de las mejores propuestas que ha dado el cine en esta temporada de producción: “Tótem”, dirigida por Lila Avilés.

La cinta fue elegida para representar a México en la categoría de Mejor Película Internacional en los Premios Oscar 2024 y, aunque la carrera es larga, tiene todo a su favor para triunfar.

Un tótem, de acuerdo con las culturas indígenas del Pacífico, es un emblema familiar. Se trata de una figura tallada o pintada que representa, protege y cuida. La película de Avilés retrata la esencia de un tótem a la perfección. Se trata, pues, de un acercamiento a la intimidad del hogar.

La película ocurre en un día y en un solo escenario: Sol, una niña de siete años llega temprano a casa de su abuelo mientras un grupo de familiares preparan una fiesta sorpresa para su padre, quien lucha por levantarse de la cama y demostrar cómo el amor por su hija es más fuerte que la enfermedad con la que vive.

A medida que avanza la jornada, las voces de cada personaje se van asomando junto a su propia forma de ver y asimilar la vida: con humores difíciles, en medio de supersticiones, combinando gustos, talentos y preocupaciones. En tanto, Sol observa y aprende del tótem que poco a poco se dibuja frente a sus ojos y ante la instantánea ausencia de su figura paterna.

Para este punto, cabe destacar el talento derrochado en el reparto. Desde una niña de cuatro años hasta un hombre de 80, todos logran el cometido: conmover hasta las lágrimas sin jactarse de ello.

Para ver “Tótem” no se necesita un gran conocimiento del discurso cinematográfico, sin embargo, es preciso tener un grado mínimo de sensibilidad estética, pues su ritmo pausado la convierte en un entrañable recorrido por la fragilidad humana y la belleza de lo cotidiano.

En los últimos años, el séptimo arte nos ha demostrado que no se necesita seguir la narrativa tradicional para contar una gran historia. “Tótem” no tiene efectos visuales destacables ni una banda sonora para recordar. Es una película meramente contemplativa donde el silencio y la quietud se gozan en cada cuadro.


México tiene una de las mejores industrias cinematográficas de Latinoamérica; pero Del Toro, Cuarón y González Iñarritu no son los únicos que la mantienen viva. En medio de la cartelera invernal de la república se encuentra una de las mejores propuestas que ha dado el cine en esta temporada de producción: “Tótem”, dirigida por Lila Avilés.

La cinta fue elegida para representar a México en la categoría de Mejor Película Internacional en los Premios Oscar 2024 y, aunque la carrera es larga, tiene todo a su favor para triunfar.

Un tótem, de acuerdo con las culturas indígenas del Pacífico, es un emblema familiar. Se trata de una figura tallada o pintada que representa, protege y cuida. La película de Avilés retrata la esencia de un tótem a la perfección. Se trata, pues, de un acercamiento a la intimidad del hogar.

La película ocurre en un día y en un solo escenario: Sol, una niña de siete años llega temprano a casa de su abuelo mientras un grupo de familiares preparan una fiesta sorpresa para su padre, quien lucha por levantarse de la cama y demostrar cómo el amor por su hija es más fuerte que la enfermedad con la que vive.

A medida que avanza la jornada, las voces de cada personaje se van asomando junto a su propia forma de ver y asimilar la vida: con humores difíciles, en medio de supersticiones, combinando gustos, talentos y preocupaciones. En tanto, Sol observa y aprende del tótem que poco a poco se dibuja frente a sus ojos y ante la instantánea ausencia de su figura paterna.

Para este punto, cabe destacar el talento derrochado en el reparto. Desde una niña de cuatro años hasta un hombre de 80, todos logran el cometido: conmover hasta las lágrimas sin jactarse de ello.

Para ver “Tótem” no se necesita un gran conocimiento del discurso cinematográfico, sin embargo, es preciso tener un grado mínimo de sensibilidad estética, pues su ritmo pausado la convierte en un entrañable recorrido por la fragilidad humana y la belleza de lo cotidiano.

En los últimos años, el séptimo arte nos ha demostrado que no se necesita seguir la narrativa tradicional para contar una gran historia. “Tótem” no tiene efectos visuales destacables ni una banda sonora para recordar. Es una película meramente contemplativa donde el silencio y la quietud se gozan en cada cuadro.