/ jueves 28 de marzo de 2024

¡Sequía y saqueo!

Rara avis es la “Anavis”, se trata de una organización o “asamblea nacional de mujeres que defienden el agua”; lo hacen sin subsidio, como sociedad activa. ¿Quién más que la mujer, que es el motor que activa el hogar utilizando agua a cada paso? Ellas celebraron en días pasados una asamblea en Comalteopa, municipio de Tlatelulco, y proclamaron su consigna de “es saqueo, no sequía”.

Los recursos hídricos de nuestro planeta azul no son escasos, solo que unos cuantos se los están apropiando. Pero es una realidad que el agua potable, entre todos la dilapidamos y la ensuciamos. Tiempos neoliberales son estos en que predominan la riqueza y el mercado, y el agua esta convertida en mercancía.

La muerte humana sobreviene si dejamos de respirar; de igual forma si no tomamos agua. Los mercaderes de ella ahora la han acaparado y la disponen bajo marcas y medidas, para enriquecerse y amasar hasta el delirio grandes fortunas.

La inconciencia en este tema parece ser el común del pensamiento social; pero por ventura, hay organizaciones como la “Anavis”, que promueven y la divulgan, movilizando ejércitos para su defensa. Accidental o a propósito, ahora que arden los bosques de México, vale reflexionar.

Este es un año ardiente y desértico; las cosechas no se ven en el horizonte; hay regiones como Zacatecas en que la ganadería muere de sed. Las llaves hídricas domésticas muchas veces son adornos y otros chorritos intermitentes.

Este año, no hay fecha cierta para la siembra campesina. El de “Galván”, se está convirtiendo como calendario en letra muerta. Ya es primavera y antaño, en marzo asomaban las lluvias. Pero hoy, esas posibilidades son raquíticas. Se dice que vendrán de EE. UU. cerca de 23 millones de toneladas de maíz y así, no faltará ese cereal. De la carne se dice, que vendrá del mismo país o de Canadá de tal forma que, aunque sea con clembuterol, pero habrá.

Los meteorólogos prometen tormentas ya cercanas, pero no las vemos. Algunas tardes noches, se pintan los cielos de “borreguitos nubosos”, pero aislados, que no se congregan para convertirse en lluvia. Ahora tomamos agua de envase o de garrafón, porque hace años nos espantaron con el petate del muerto de las diarreas intestinales y los ambiciosos empresarios del agua se adueñaron de ella. Son “abusadillos” desde chiquillos o “abusadores” desde siempre.

En materia de agua potable y agrícola el desastre acecha. Su escasez acarreará conflictos sociales enormes. El trigo ruso, por la guerra con Ucrania, escasea y encarece; pareciera que ya estamos inmersos en guerra alimenticia; si hace años bebíamos de los pozos caseros, ahora la compramos embotellada o en garrafones —contaminada con nanoplasticos—; la escasez amenaza al común de la población, pero no a todos.

Los gigantes empresarios —que amasan riquezas sin límite— avizoraron hace años su valor estratégico y social y con mala intención y ventaja se parapetaron tras de una ley en su favor y de una dependencia de gobierno como la Conagua, que los favorece y protege. Desde luego con la complicidad de políticos corruptos —esos que ahora con engañifas y olvidando su borrascoso pasado, ambicionan el retorno—. Unos cuantos se han apoderado de los mantos subterráneos.

Por ejemplo, la cervecera más grande de México, se adueñó 144 mil millones de litros de agua al año; mexicana del cobre 445 mil millones de litros, industrial minera 8 mil millones de litros y quienes elaboran comida chatarra extraen o se roban 133 mil millones de litros anualmente; la refresquera de cola en Tlaxcala, se apropió de los veneros hídricos de Apizaquito;

En el mismo orden de ideas, estamos en la plenitud de las campañas electorales, otras ya están a todo lo alto. Todos pretenden el poder, pero el tema del agua no cabe en sus agendas; a los politiqueros les importa el “hueso”, pero no la democracia del agua; nuestros ríos, son vertederos tóxicos y mugrosos.

La conclusión es que hay sequía porque hay saqueo; una sequía consecuencia de un saqueo despiadado y consentido por quienes tenían la obligación de trabajar para el pueblo, pero se olvidaron. Por eso, cuando sabemos de un activismo como el de las mujeres de “Anavis”, hasta heroico parece, aunque su proclama sea un clamor en el fragor de las demagogias o en las resequedades históricas del desierto.

La verdad estamos muy lejos de un activismo de masas a favor del agua. Por eso coincidimos con las mujeres “luchonas”. ¡Hay sequía porque hay saqueo!; es el latrocinio institucionalizado de un país rico en recursos que solo a unos cuántos beneficia en tanto, la mayoría padece las consecuencias.

Rara avis es la “Anavis”, se trata de una organización o “asamblea nacional de mujeres que defienden el agua”; lo hacen sin subsidio, como sociedad activa. ¿Quién más que la mujer, que es el motor que activa el hogar utilizando agua a cada paso? Ellas celebraron en días pasados una asamblea en Comalteopa, municipio de Tlatelulco, y proclamaron su consigna de “es saqueo, no sequía”.

Los recursos hídricos de nuestro planeta azul no son escasos, solo que unos cuantos se los están apropiando. Pero es una realidad que el agua potable, entre todos la dilapidamos y la ensuciamos. Tiempos neoliberales son estos en que predominan la riqueza y el mercado, y el agua esta convertida en mercancía.

La muerte humana sobreviene si dejamos de respirar; de igual forma si no tomamos agua. Los mercaderes de ella ahora la han acaparado y la disponen bajo marcas y medidas, para enriquecerse y amasar hasta el delirio grandes fortunas.

La inconciencia en este tema parece ser el común del pensamiento social; pero por ventura, hay organizaciones como la “Anavis”, que promueven y la divulgan, movilizando ejércitos para su defensa. Accidental o a propósito, ahora que arden los bosques de México, vale reflexionar.

Este es un año ardiente y desértico; las cosechas no se ven en el horizonte; hay regiones como Zacatecas en que la ganadería muere de sed. Las llaves hídricas domésticas muchas veces son adornos y otros chorritos intermitentes.

Este año, no hay fecha cierta para la siembra campesina. El de “Galván”, se está convirtiendo como calendario en letra muerta. Ya es primavera y antaño, en marzo asomaban las lluvias. Pero hoy, esas posibilidades son raquíticas. Se dice que vendrán de EE. UU. cerca de 23 millones de toneladas de maíz y así, no faltará ese cereal. De la carne se dice, que vendrá del mismo país o de Canadá de tal forma que, aunque sea con clembuterol, pero habrá.

Los meteorólogos prometen tormentas ya cercanas, pero no las vemos. Algunas tardes noches, se pintan los cielos de “borreguitos nubosos”, pero aislados, que no se congregan para convertirse en lluvia. Ahora tomamos agua de envase o de garrafón, porque hace años nos espantaron con el petate del muerto de las diarreas intestinales y los ambiciosos empresarios del agua se adueñaron de ella. Son “abusadillos” desde chiquillos o “abusadores” desde siempre.

En materia de agua potable y agrícola el desastre acecha. Su escasez acarreará conflictos sociales enormes. El trigo ruso, por la guerra con Ucrania, escasea y encarece; pareciera que ya estamos inmersos en guerra alimenticia; si hace años bebíamos de los pozos caseros, ahora la compramos embotellada o en garrafones —contaminada con nanoplasticos—; la escasez amenaza al común de la población, pero no a todos.

Los gigantes empresarios —que amasan riquezas sin límite— avizoraron hace años su valor estratégico y social y con mala intención y ventaja se parapetaron tras de una ley en su favor y de una dependencia de gobierno como la Conagua, que los favorece y protege. Desde luego con la complicidad de políticos corruptos —esos que ahora con engañifas y olvidando su borrascoso pasado, ambicionan el retorno—. Unos cuantos se han apoderado de los mantos subterráneos.

Por ejemplo, la cervecera más grande de México, se adueñó 144 mil millones de litros de agua al año; mexicana del cobre 445 mil millones de litros, industrial minera 8 mil millones de litros y quienes elaboran comida chatarra extraen o se roban 133 mil millones de litros anualmente; la refresquera de cola en Tlaxcala, se apropió de los veneros hídricos de Apizaquito;

En el mismo orden de ideas, estamos en la plenitud de las campañas electorales, otras ya están a todo lo alto. Todos pretenden el poder, pero el tema del agua no cabe en sus agendas; a los politiqueros les importa el “hueso”, pero no la democracia del agua; nuestros ríos, son vertederos tóxicos y mugrosos.

La conclusión es que hay sequía porque hay saqueo; una sequía consecuencia de un saqueo despiadado y consentido por quienes tenían la obligación de trabajar para el pueblo, pero se olvidaron. Por eso, cuando sabemos de un activismo como el de las mujeres de “Anavis”, hasta heroico parece, aunque su proclama sea un clamor en el fragor de las demagogias o en las resequedades históricas del desierto.

La verdad estamos muy lejos de un activismo de masas a favor del agua. Por eso coincidimos con las mujeres “luchonas”. ¡Hay sequía porque hay saqueo!; es el latrocinio institucionalizado de un país rico en recursos que solo a unos cuántos beneficia en tanto, la mayoría padece las consecuencias.