/ miércoles 29 de noviembre de 2023

Suma de esfuerzos

Con el propósito de visibilizar los distintos tipos de violencia que padecen mujeres y niñas en todo el mundo, pero sobre todo para emprender acciones que permitan prevenir, atender y eliminar ese flagelo, desde el año 1999 la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) estableció el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Según la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, esta última se define como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

En la Convención de Belem Do Pará, “Por violencia contra la mujer se entiende cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”.

A propósito de esta fecha, el Inegi dio a conocer la semana pasada una serie de estadísticas que evidencian que “la violencia que enfrentan las mujeres y las niñas se ha considerado como un problema generalizado y devastador que se empieza a sufrir a edades alarmantemente tempranas. Se trata de una situación que se gesta desde las primeras etapas de la vida y afecta la salud y el bienestar de las niñas que la padecen, aun mucho tiempo después de haber sido violentadas”.

Desde la perspectiva de ese instituto “la exposición a la violencia desde los primeros años de vida puede convertirse en un fenómeno estructurante que genere ciclos complejos caracterizados por la tolerancia, normalización e, incluso, la reproducción de la violencia en etapas posteriores”.

Esas estadísticas indican que, en 2021, al menos 41.8% de las mujeres de 15 años y más manifestó haber vivido alguna situación de violencia en su infancia (antes de cumplir 15 años).

En el año 2022, “de acuerdo con datos de las fiscalías generales de Justicia estatales, el delito de violación registró su máximo en el grupo de 10 a 14 años y ocurrió 4.7 veces más en niñas que en niños de esta edad, con 4 mil 197 y 884 casos, respectivamente”.

El reporte también revela que 33.6% de niñas y adolescentes de 12 a 17 años que usaron internet o celular, entre julio 2021 y agosto 2022, recibió fotos o videos de contenido sexual y a 32.3% le hicieron insinuaciones o propuestas de ese tipo, frente a 18.2 y 12.0 % de niños y adolescentes hombres.

Los datos referidos reflejan la magnitud de este flagelo y nos sirven para ayudar a entender y comprender la necesidad de que la sociedad toda debe sumar esfuerzos para erradicarlo, porque no se trata nada más de un asunto que sea responsabilidad exclusiva de las instituciones públicas.

Cierto, quienes formamos parte de alguna de éstas jugamos un papel importantísimo en la lucha por erradicar la violencia en todas sus formas, pero requerimos de todos los actores sociales para cambiar la cultura machista y patriarcal que nos aqueja. Solo así podremos romper esos ciclos de reproducción de las agresiones que vivimos a diario y en todo lugar.

Es importante contar con nuevas leyes que sancionen a los agresores en sus distintas formas -como la 3de3 que la semana pasada aprobó la LXIV Legislatura del estado-, pero también es necesario que, desde casa, en nuestro entorno, hagamos la parte que nos corresponde para brindar a nuestras hijas y a nuestros hijos una mejor formación, basada en el respeto a la mujer para que pueda desarrollarse de manera plena y sin ningún obstáculo en todos los ámbitos.

El llamado es a trabajar de manera conjunta por la justicia sí, pero también por la igualdad y el respeto hacia todas las personas, principalmente de las mujeres y de las niñas, porque es bien sabido que la violencia atenta contra nuestro desarrollo e igualdad, y también en agravio de nuestros derechos humanos.


*Consejera consultiva de la CEDH

Con el propósito de visibilizar los distintos tipos de violencia que padecen mujeres y niñas en todo el mundo, pero sobre todo para emprender acciones que permitan prevenir, atender y eliminar ese flagelo, desde el año 1999 la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) estableció el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Según la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, esta última se define como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

En la Convención de Belem Do Pará, “Por violencia contra la mujer se entiende cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”.

A propósito de esta fecha, el Inegi dio a conocer la semana pasada una serie de estadísticas que evidencian que “la violencia que enfrentan las mujeres y las niñas se ha considerado como un problema generalizado y devastador que se empieza a sufrir a edades alarmantemente tempranas. Se trata de una situación que se gesta desde las primeras etapas de la vida y afecta la salud y el bienestar de las niñas que la padecen, aun mucho tiempo después de haber sido violentadas”.

Desde la perspectiva de ese instituto “la exposición a la violencia desde los primeros años de vida puede convertirse en un fenómeno estructurante que genere ciclos complejos caracterizados por la tolerancia, normalización e, incluso, la reproducción de la violencia en etapas posteriores”.

Esas estadísticas indican que, en 2021, al menos 41.8% de las mujeres de 15 años y más manifestó haber vivido alguna situación de violencia en su infancia (antes de cumplir 15 años).

En el año 2022, “de acuerdo con datos de las fiscalías generales de Justicia estatales, el delito de violación registró su máximo en el grupo de 10 a 14 años y ocurrió 4.7 veces más en niñas que en niños de esta edad, con 4 mil 197 y 884 casos, respectivamente”.

El reporte también revela que 33.6% de niñas y adolescentes de 12 a 17 años que usaron internet o celular, entre julio 2021 y agosto 2022, recibió fotos o videos de contenido sexual y a 32.3% le hicieron insinuaciones o propuestas de ese tipo, frente a 18.2 y 12.0 % de niños y adolescentes hombres.

Los datos referidos reflejan la magnitud de este flagelo y nos sirven para ayudar a entender y comprender la necesidad de que la sociedad toda debe sumar esfuerzos para erradicarlo, porque no se trata nada más de un asunto que sea responsabilidad exclusiva de las instituciones públicas.

Cierto, quienes formamos parte de alguna de éstas jugamos un papel importantísimo en la lucha por erradicar la violencia en todas sus formas, pero requerimos de todos los actores sociales para cambiar la cultura machista y patriarcal que nos aqueja. Solo así podremos romper esos ciclos de reproducción de las agresiones que vivimos a diario y en todo lugar.

Es importante contar con nuevas leyes que sancionen a los agresores en sus distintas formas -como la 3de3 que la semana pasada aprobó la LXIV Legislatura del estado-, pero también es necesario que, desde casa, en nuestro entorno, hagamos la parte que nos corresponde para brindar a nuestras hijas y a nuestros hijos una mejor formación, basada en el respeto a la mujer para que pueda desarrollarse de manera plena y sin ningún obstáculo en todos los ámbitos.

El llamado es a trabajar de manera conjunta por la justicia sí, pero también por la igualdad y el respeto hacia todas las personas, principalmente de las mujeres y de las niñas, porque es bien sabido que la violencia atenta contra nuestro desarrollo e igualdad, y también en agravio de nuestros derechos humanos.


*Consejera consultiva de la CEDH