Originaria de Hueyotlipan, la señora Ernestina Rodríguez es una maestra de las telas. Su ingenio y creatividad le han permitido, durante veinte años, vestir niños Dios en Tlaxcala y reinventar sus diseños cuando le piden diferentes tamaños, formas y colores.
Me he dedicado a hacer ropa especial para los niños como de mariachi, de inmigrante, ropones tradicionales, del Sagrado Corazón de Jesús, de la abundancia y otros diseños que me piden
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Para confeccionar un ropón, en promedio, la modista tarda medio día: “Lo primero es cortar, luego hacer over, poner las decoraciones y armar la prenda con encajes o resortes. Hago de todo: desde las calcetas, zapatos hasta el gorrito”, comenta.
Dependiendo del diseño y el tiempo invertido, los ropones adquieren su precio. En el catálogo de Ernestina los trajes van de los 60 hasta 350 pesos, los cuales elabora a lo largo de los meses: “Todo el año me dedico a esto. Hay muchos modelos y tamaños con los que trabajo; son siete tamaños de niño los que manejo y dependiendo lo que me pidan hay que ir ajustando”, señala.
“A mí me gustaba mucho hacer la ropita desde que tenía 8 años para las muñecas y ahora hacerlo para la imagen que representa es una ilusión, es amor. Desde escoger la tela y los tonos ya me llena de emoción saber cómo va a quedar y cómo se va a ver el niño Dios”, confiesa Ernestina entre lágrimas que antelan el cierre de su narración: “Es lo mejor que me puede pasar: saber que queda bonito el vestuario y es para nuestra imagen que representa a nuestro Dios”.
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La Candelaria, una tradición que une familias
Para ambos artesanos, su trabajo es el sustento de sus familias y un servicio originado en su fe cristiana, misma que comparten con el resto de la Iglesia.
De acuerdo con la antropóloga Katia Perdigón, el 2 de febrero (día de la Candelaria) la Virgen protagonizaba el festejo, pues cumplía exactamente 40 días después de dar a luz. Momento en el que ella acudió a la Iglesia para ser purificada y dar gracias a Dios por la llegada de Jesús a la Tierra.
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De esta forma, se quedó como costumbre acudir a la iglesia cada 2 de febrero, para agradecer que el niño Dios trajera luz a los corazones de la humanidad. Esta es una época familiar desde entonces.
Aunado a esa creencia, la fecha coincide con la temporada de siembra y por eso se empezó a festejar con exquisitos tamales; poco a poco, la costumbre fue tomando forma hasta convertirse en lo que hoy conocemos: la extensión del legendario maratón Guadalupe-Reyes.
Precisión y delicadeza en el trabajo de restauración
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Don Guillermo Velázquez pertenece a la segunda generación de una familia de restauradores en la ciudad de Apizaco. Por lo menos sesenta años respaldan su entrega y profesionalismo en cada una de las figuras de niño Dios que recibe.
Guillermo comienza su charla asegurando que este no es un trabajo temporal, pues todo el año permanece abierto el negocio: Todo el año se restauran figuras. Incluso salimos a restaurar imágenes de algunos templos, pero esta es la temporada que más trabajo recibimos por tratarse de la tradición de las 'acostaditas' y llevar a bendecir a las figuras el 2 de febrero
Según narra, son cerca de veinte niños los que esperan en su mesa de trabajo diariamente en la temporada de Candelaria.
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Afortunadamente, su familia se ha involucrado para agilizar el proceso: “Es un negocio familiar, mi hijo también se encarga de resanar, pulir y poner partes rotas; mi esposa los pinta y los viste. Hay trabajos muy sencillos por los que cobramos 50 pesos hasta otros muy elaborados que salen en más de 300 pesos”.
Entre laca industrial, yeso y pegamento de todo tipo prevalece el genuino gusto por la labor
de la restauración, así como la devoción a la imagen del recién nacido Jesús: “Día a día es un aprendizaje. Para igualar los colores y trabajar bien la restauración hay que ser cuidadosos, pues son imágenes de nuestra religión y hay que tenerles el debido respeto”, concluye.