/ martes 25 de octubre de 2022

[Video] Memoria de bronce es el monumento a Tlahuicole

Hace 27 años, El Sol de Tlaxcala registró el ensamble y develación de la escultura del guerrero tlaxcalteca

Tlahuicole, bajo su piel de bronce, saluda el amanecer tibio del sol tlaxcalteca”, advertía el escritor Willebaldo Herrera Téllez hace 27 años en las históricas páginas de El Sol de Tlaxcala que guarecieron durante semanas la cobertura del ensamble y develación del monumento al “Héroe de la lealtad”.

Hablar sobre los grandes hitos de la historia de Tlaxcala es exigir a sus nuevas generaciones escuchar atentas el susurro de un guerrero, nacido hace poco más de 500 años, que ha sido testigo de la vida local desde la altura donde trinan las aves.

Entérate:➡️Conoce a los personajes históricos que dieron el nombre a las calles de la capital tlaxcalteca

Eligiendo con cautela las palabras que hicieran justicia al renombre de Tlahuicole, los folios del periódico, impresos durante enero y febrero de 1995, dieron a conocer a los lectores que la ciudad capital se engalanaría con una escultura de cinco metros, réplica a escala de la que el artista español Manuel Vilar y Roca esculpió tras su llegada a México en 1852.

El trabajo orfebre y el espectacular ensamble

La narrativa de nuestra odisea comienza a finales de 1994. Pablo y Miguel López Artasánchez, pertenecientes a la quinta generación de una familia de artesanos orfebres de Puebla, fueron designados por el entonces presidente municipal Joaquín Cisneros Fernández para realizar el trabajo.

No dejes de leer:➡️[Video] Xicohténcatl Axayacatzin, símbolo de tlaxcaltequidad

Una serie de maquetas, esculturas en plastilina y estructuras internas de acero fueron apenas el principio de esta titánica labor en la que trabajaron cerca de tres meses.

Casi treinta años después de la primera fundición de bronce para el Tlahuicole, los hermanos López Artasánchez recuerdan, en entrevista para este Diario, que la escultura fue traída desde su taller en Huejotzingo por secciones, pues sus dimensiones así lo exigían.

Con ayuda de una grúa, las colosales placas de metal fueron transportadas hasta el lugar que hoy habita la escultura, donde un equipo de seis personas participó en el proceso de ensamblado, soldadura y rectificación de cada pieza durante casi dos semanas.

Aún con el paso del tiempo y la coloración química que sus materiales han revelado, el guerrero mantiene vigente un mensaje: Nunca te rindas. Es un espíritu que veo no nada más en Tlaxcala, sino en un México que quiere despertar, que quiere ser grande, sostiene Miguel López.

Este héroe local, además de encarnar físicamente la “raza de bronce” de la que habló Vasconcelos en el siglo XX, es un símbolo de identidad y de una indomable fuerza que, en palabras de Pablo López, es de todos.

El valor estético de esta obra se anuncia por sí mismo en los detalles del cuerpo del guerrero, de extraordinaria fuerza viril, en pose dinámica y actitud heroica, siendo una idealización del personaje con intención de dignificar la grandeza del pasado prehispánico, como lo anuncia el escritor Alberto Espinosa Orozco.

Te recomendamos:➡️Falta investigación sobre Tlahuicole

El legado del guerrero

Advertidos por la letra del maestro Carlos Cea y Díaz en el himno estatal, que comenzamos a cantar desde los primeros años escolares, se atestigua la enmienda de esfuerzo, trabajo y fe como herencia de los antiguos guerreros tlaxcaltecas.


Tlahuicole, de origen otomí, nació en el siglo XVI en una familia noble del valle Puebla-Tlaxcala. Su fama se debe a su coraje y valentía durante las guerras floridas como parte del ejército tlaxcalteca. Más adelante, al ser capturado por los mexicas y llevado ante Moctezuma, rechazó su libertad al considerarla una deshonra y se convirtió en uno de los mejores combatientes del gobernante. Su sacrificio, posterior a un enfrentamiento con la alta jerarquía, lo ha dejado en la gloria de los mejores.


Días antes de la develación oficial del monumento, Willebaldo Herrera fue un amistoso compañero de nuestros lectores a través de la escritura de una amplia semblanza, dividida en dos partes, a manera de relato.


En los párrafos de Herrera se halla un profundo cuestionamiento sobre el rol de las estatuas en la historia de México, presidido por el reconocimiento de la que nos ocupa en esta ocasión: un ejemplo de cómo modernidad y tradición, raíz y fruto, son productos espléndidos del arte universal.

Además, hace una exhortación para rescatar a Tlahuicole de la historia regional, a admirar su serenidad triunfante, compartir su orgullo étnico y seguir su ejemplo político, pues no hay hombre más eterno que el hombre libre, valiente y leal.

No te pierdas:➡️Develan estatua de Xicohténcatl en Nuevo León


El día de la develación

Fue el domingo 5 de febrero de 1995; la glorieta que da entrada a la ciudad capital desde la carretera federal Tlaxcala-Puebla se encontraba abarrotada. Autoridades estatales, encabezadas por el entonces gobernador José Antonio Álvarez Lima, y siendo presidente municipal Cesáreo Teroba Lara, se dieron cita para develar, junto al maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin y el alumno de Educación Física Víctor Luis Portilla, la monumental escultura.

Estudiantes, familias y funcionarios rodeaban emocionados la rotonda mientras las palabras de Teroba Lara insistían en que nuestros antepasados indígenas nos enseñaron a luchar con firmeza contra la adversidad, el desánimo y el derrotismo, por lo que era necesario reforzar la atención a estas comunidades sin demagogia, autoritarismo o paternalismo.

Más adelante, la semblanza del aclamado muralista Hernández Xochitiotzin sustrajo que el honor del guerrero no fue de un solo día, sino de una cadena de triunfos en batallas simbolizadas en la fuerza de su puño.

Con coloridas fotografías documentales y bajo el sumario “Homenaje al guerrero-leyenda, que prefirió morir antes que negar a su pueblo”, aquel glorioso domingo fue registrado en la portada de El Diario de los Tlaxcaltecas, porque cuando de memorias se trata, el papel es nuestro mejor aliado.

Punto de reunión de los tlaxcaltecas

Lee también:➡️Realizarán congreso sobre Tlaxcala en la Conquista

Tlahuicole, además del protagonismo en las guerras floridas, mantiene el reflector en la cotidianidad de los tlaxcaltecas contemporáneos. Su escultura es lugar de encuentro para citas de parejas, amigos y hasta para concretar ventas.

“El hombre verde”, como se le llama coloquialmente por su matiz original, es también faro que alumbra las convocatorias masivas y espíritu fraterno. Del monumento a Tlahuicole parten contingentes en desfiles locales, carreras deportivas y manifestaciones de toda índole. No es sorpresa que, cerca del bronce, se tengan fotografiados uniformes, afiches, banderas y recientemente pañuelos morados, íconos del movimiento feminista.

Fue el domingo 5 de febrero de 1995 cuando colocaron este monumento al héroe de Tlaxcala. Foto: Archivo | El Sol de Tlaxcala

Asimismo, se convirtió en una concurrida parada de transporte público por encontrarse en un punto clave de movimiento vehicular por su proximidad a la zona escolar aledaña y al parque familiar que también lleva su nombre.

El monumento es tan cercano al pueblo que en agosto de 2020 amaneció con cubrebocas. Nuestros héroes ya usan el suyo, sigamos su ejemplo y sirva como símbolo para rendir honores tanto al personal médico que lucha para controlar el virus, como a las personas que han perdido la vida en la pelea por salir adelante, expresaron autoridades municipales en el momento más álgido de la pandemia de Covid-19.


Los hermanos López Artasánchez construyeron a un personaje inquebrantable. Tanta es su fuerza que después de casi 30 años se mantiene en pie pese a la lluvia copiosa, los movimientos telúricos, el soplar del viento y el sol abrasador. Incluso, aún ante los desafortunados accidentes automovilísticos en su periferia, como el de mayo de 2020 donde un conductor impactó su unidad en la base del monumento.

Rehabilitación

Más información:➡️En Zacatelco inauguran “Raíces de una Artista Tlaxcalteca”

En febrero de 2020, el ayuntamiento capitalino en turno realizó trabajos de restauración a la escultura de este héroe, después de 16 años que no se rehabilitaba.

Hace 18 años

En 2004 llevaron a cabo labores de rehabilitación de la pieza que, en ese tiempo, sí tuvo más desperfectos, como una apertura en la cabeza y, por consiguiente, inundación en una pierna.

Entérate:➡️Alistan homenaje para Xochitiotzin, por el centenario de su natalicio

  • La escultura de Tlahuicole mide cinco metros y es una réplica a escala de la que el artista español Manuel Vilar y Roca esculpió tras su llegada a México en 1852.

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Tlahuicole, bajo su piel de bronce, saluda el amanecer tibio del sol tlaxcalteca”, advertía el escritor Willebaldo Herrera Téllez hace 27 años en las históricas páginas de El Sol de Tlaxcala que guarecieron durante semanas la cobertura del ensamble y develación del monumento al “Héroe de la lealtad”.

Hablar sobre los grandes hitos de la historia de Tlaxcala es exigir a sus nuevas generaciones escuchar atentas el susurro de un guerrero, nacido hace poco más de 500 años, que ha sido testigo de la vida local desde la altura donde trinan las aves.

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Eligiendo con cautela las palabras que hicieran justicia al renombre de Tlahuicole, los folios del periódico, impresos durante enero y febrero de 1995, dieron a conocer a los lectores que la ciudad capital se engalanaría con una escultura de cinco metros, réplica a escala de la que el artista español Manuel Vilar y Roca esculpió tras su llegada a México en 1852.

El trabajo orfebre y el espectacular ensamble

La narrativa de nuestra odisea comienza a finales de 1994. Pablo y Miguel López Artasánchez, pertenecientes a la quinta generación de una familia de artesanos orfebres de Puebla, fueron designados por el entonces presidente municipal Joaquín Cisneros Fernández para realizar el trabajo.

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Una serie de maquetas, esculturas en plastilina y estructuras internas de acero fueron apenas el principio de esta titánica labor en la que trabajaron cerca de tres meses.

Casi treinta años después de la primera fundición de bronce para el Tlahuicole, los hermanos López Artasánchez recuerdan, en entrevista para este Diario, que la escultura fue traída desde su taller en Huejotzingo por secciones, pues sus dimensiones así lo exigían.

Con ayuda de una grúa, las colosales placas de metal fueron transportadas hasta el lugar que hoy habita la escultura, donde un equipo de seis personas participó en el proceso de ensamblado, soldadura y rectificación de cada pieza durante casi dos semanas.

Aún con el paso del tiempo y la coloración química que sus materiales han revelado, el guerrero mantiene vigente un mensaje: Nunca te rindas. Es un espíritu que veo no nada más en Tlaxcala, sino en un México que quiere despertar, que quiere ser grande, sostiene Miguel López.

Este héroe local, además de encarnar físicamente la “raza de bronce” de la que habló Vasconcelos en el siglo XX, es un símbolo de identidad y de una indomable fuerza que, en palabras de Pablo López, es de todos.

El valor estético de esta obra se anuncia por sí mismo en los detalles del cuerpo del guerrero, de extraordinaria fuerza viril, en pose dinámica y actitud heroica, siendo una idealización del personaje con intención de dignificar la grandeza del pasado prehispánico, como lo anuncia el escritor Alberto Espinosa Orozco.

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El legado del guerrero

Advertidos por la letra del maestro Carlos Cea y Díaz en el himno estatal, que comenzamos a cantar desde los primeros años escolares, se atestigua la enmienda de esfuerzo, trabajo y fe como herencia de los antiguos guerreros tlaxcaltecas.


Tlahuicole, de origen otomí, nació en el siglo XVI en una familia noble del valle Puebla-Tlaxcala. Su fama se debe a su coraje y valentía durante las guerras floridas como parte del ejército tlaxcalteca. Más adelante, al ser capturado por los mexicas y llevado ante Moctezuma, rechazó su libertad al considerarla una deshonra y se convirtió en uno de los mejores combatientes del gobernante. Su sacrificio, posterior a un enfrentamiento con la alta jerarquía, lo ha dejado en la gloria de los mejores.


Días antes de la develación oficial del monumento, Willebaldo Herrera fue un amistoso compañero de nuestros lectores a través de la escritura de una amplia semblanza, dividida en dos partes, a manera de relato.


En los párrafos de Herrera se halla un profundo cuestionamiento sobre el rol de las estatuas en la historia de México, presidido por el reconocimiento de la que nos ocupa en esta ocasión: un ejemplo de cómo modernidad y tradición, raíz y fruto, son productos espléndidos del arte universal.

Además, hace una exhortación para rescatar a Tlahuicole de la historia regional, a admirar su serenidad triunfante, compartir su orgullo étnico y seguir su ejemplo político, pues no hay hombre más eterno que el hombre libre, valiente y leal.

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El día de la develación

Fue el domingo 5 de febrero de 1995; la glorieta que da entrada a la ciudad capital desde la carretera federal Tlaxcala-Puebla se encontraba abarrotada. Autoridades estatales, encabezadas por el entonces gobernador José Antonio Álvarez Lima, y siendo presidente municipal Cesáreo Teroba Lara, se dieron cita para develar, junto al maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin y el alumno de Educación Física Víctor Luis Portilla, la monumental escultura.

Estudiantes, familias y funcionarios rodeaban emocionados la rotonda mientras las palabras de Teroba Lara insistían en que nuestros antepasados indígenas nos enseñaron a luchar con firmeza contra la adversidad, el desánimo y el derrotismo, por lo que era necesario reforzar la atención a estas comunidades sin demagogia, autoritarismo o paternalismo.

Más adelante, la semblanza del aclamado muralista Hernández Xochitiotzin sustrajo que el honor del guerrero no fue de un solo día, sino de una cadena de triunfos en batallas simbolizadas en la fuerza de su puño.

Con coloridas fotografías documentales y bajo el sumario “Homenaje al guerrero-leyenda, que prefirió morir antes que negar a su pueblo”, aquel glorioso domingo fue registrado en la portada de El Diario de los Tlaxcaltecas, porque cuando de memorias se trata, el papel es nuestro mejor aliado.

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Tlahuicole, además del protagonismo en las guerras floridas, mantiene el reflector en la cotidianidad de los tlaxcaltecas contemporáneos. Su escultura es lugar de encuentro para citas de parejas, amigos y hasta para concretar ventas.

“El hombre verde”, como se le llama coloquialmente por su matiz original, es también faro que alumbra las convocatorias masivas y espíritu fraterno. Del monumento a Tlahuicole parten contingentes en desfiles locales, carreras deportivas y manifestaciones de toda índole. No es sorpresa que, cerca del bronce, se tengan fotografiados uniformes, afiches, banderas y recientemente pañuelos morados, íconos del movimiento feminista.

Fue el domingo 5 de febrero de 1995 cuando colocaron este monumento al héroe de Tlaxcala. Foto: Archivo | El Sol de Tlaxcala

Asimismo, se convirtió en una concurrida parada de transporte público por encontrarse en un punto clave de movimiento vehicular por su proximidad a la zona escolar aledaña y al parque familiar que también lleva su nombre.

El monumento es tan cercano al pueblo que en agosto de 2020 amaneció con cubrebocas. Nuestros héroes ya usan el suyo, sigamos su ejemplo y sirva como símbolo para rendir honores tanto al personal médico que lucha para controlar el virus, como a las personas que han perdido la vida en la pelea por salir adelante, expresaron autoridades municipales en el momento más álgido de la pandemia de Covid-19.


Los hermanos López Artasánchez construyeron a un personaje inquebrantable. Tanta es su fuerza que después de casi 30 años se mantiene en pie pese a la lluvia copiosa, los movimientos telúricos, el soplar del viento y el sol abrasador. Incluso, aún ante los desafortunados accidentes automovilísticos en su periferia, como el de mayo de 2020 donde un conductor impactó su unidad en la base del monumento.

Rehabilitación

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En febrero de 2020, el ayuntamiento capitalino en turno realizó trabajos de restauración a la escultura de este héroe, después de 16 años que no se rehabilitaba.

Hace 18 años

En 2004 llevaron a cabo labores de rehabilitación de la pieza que, en ese tiempo, sí tuvo más desperfectos, como una apertura en la cabeza y, por consiguiente, inundación en una pierna.

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