/ lunes 30 de marzo de 2020

El maíz nativo gana una de muchas batallas pendientes

Tras la reciente aprobación de la Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz Nativo, que será turnada al Ejecutivo para su publicación y puesta en marcha, el maíz nativo de México enfrentará nuevos retos, ahora relacionados con la entrada en vigor del T-MEC

Desde septiembre de 2019, cuando las senadoras Ana Lilia Rivera y Jesusa Rodríguez presentaron la correspondiente iniciativa de ley, esta provocó diversas reacciones, a favor y en contra. Rafael Mier Sáinz, director de la organización Tortilla de Maíz Mexicana, vio con buenos ojos esta iniciativa, a la que consideró una especie de escudo contra los transgénicos. Sin embargo, productores como Luis Fernando Haro, del Consejo Nacional Agropecuario, consideró que con esta propuesta se podría impedir la siembra de maíces híbridos.

Finalmente, este 25 de marzo el Senado de la República aprobó la ley, con 79 votos a favor, cero en contra y tres abstenciones de los legisladores del PAN Marco Antonio Gama Basarte, Alejandra Noemí Reynoso Sánchez y Damián Zepeda Vidales.

Ese día, diversos colectivos como la campaña nacional Sin Maíz No Hay País celebraron este logro, que además de posicionar al maíz nativo como patrimonio alimentario y cultural de México, garantizaría que el Estado implemente medidas y desarrolle políticas públicas para proteger y el fomentar la producción de este producto.

Víctor Manuel Chima, del Centro de Derechos Humanos "Fray Francisco de Vitoria O.P. e integrante de Sin Maíz No Hay País, destacó en entrevista con El Sol de México que una de las partes más importantes de esta ley, es que está vinculada con el articulo 4º. de la Constitución Mexicana, que obliga al Estado a garantizar alimentos suficientes, nutritivos y de calidad, además de que se le reconocería al maíz nativo como un bien cultural, debido a los sistemas tradicionales con los que se produce en las comunidades indígenas, que a su vez están ligados con las raíces de la cocina mexicana.

Pero Chima reconoce que este es apenas un pequeño logro, ya que ahora el maíz nativo afrontará retos como el reconocimiento de las comunidades campesinas que ya producen estos maíces, cuya producción acusa que “ha sido invisibilizada durante muchos años”.

“Con esta ley se buscaría que en lugar de importar toneladas de maíz de Estados Unidos, se empiecen a desarrollar políticas públicas para garantizar la producción, no solo para consumo, sino también para garantizar que ese maíz sea nutritivo y de calidad”, asegura.

Otro de los retos que el maíz nativo tiene a la vuelta de la esquina es el de la entrada en vigor del T-MEC, que en palabras de Víctor Manuel Chima estaría afectando a los productores de este cereal, ya que dicho tratado busca que México contemple las convenciones Upov 91 con las que las empresas que producen maíces híbridos o transgénicos pueden patentar semillas que ya fueron modificadas por los sistemas tradicionales de las comunidades indígenas e incluso sancionarlas, lo cual sería “como una especie de despojo intelectual de las mismas comunidades”.

PARA DESTACAR:

  • La Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz Nativo busca posicionar a este producto como patrimonio alimentario y cultural de México, lo que implica que sea reconocido como un elemento garante de derechos humanos, igual que el derecho a la alimentación, a la salud y los derechos culturales.
  • También establece las diferencias entre los distintos tipos de maíces que se comercializan en México: Maíz nativo (aquel que tiene más de 60 razas que han sido modificadas genéticamente, solo a partir de sistemas tradicionales, como el intercambio de semillas y las características de las condiciones climáticas); Maíz híbrido (con mayores modificaciones, que en algunos casos le hacen perder ciertos valores nutrimentales) y Maíz transgénico (cuya semilla ha sido modificada genéticamente para hacerla resistente a ciertas plagas, condiciones climáticas e incluso sequías).
  • Establece la identificación de las regiones donde ya se produce el maíz nativo, para conocer sus variedades y a partir de ahí desarrollar políticas públicas para el apoyo a su producción.

MÁS DATOS

De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, en 2016, el 52% de la producción total nacional de maíz blanco (un total de 24.56 millones de toneladas) se destinó al consumo humano, un total de 12,399 millones de toneladas.

Aún así, 1,066 millones de toneladas de maíz blanco se importan, principalmente de Estados Unidos.

En el mismo año, la producción de maíz amarillo alcanzó 3.55 millones de toneladas, con una importación de 12.95 millones de toneladas, principalmente de Estados Unidos. El maíz amarillo se destina al consumo pecuario y la industria almidonera, principalmente. Es en este tipo de cereal en el que se han encontrado maíces transgénicos.

Desde septiembre de 2019, cuando las senadoras Ana Lilia Rivera y Jesusa Rodríguez presentaron la correspondiente iniciativa de ley, esta provocó diversas reacciones, a favor y en contra. Rafael Mier Sáinz, director de la organización Tortilla de Maíz Mexicana, vio con buenos ojos esta iniciativa, a la que consideró una especie de escudo contra los transgénicos. Sin embargo, productores como Luis Fernando Haro, del Consejo Nacional Agropecuario, consideró que con esta propuesta se podría impedir la siembra de maíces híbridos.

Finalmente, este 25 de marzo el Senado de la República aprobó la ley, con 79 votos a favor, cero en contra y tres abstenciones de los legisladores del PAN Marco Antonio Gama Basarte, Alejandra Noemí Reynoso Sánchez y Damián Zepeda Vidales.

Ese día, diversos colectivos como la campaña nacional Sin Maíz No Hay País celebraron este logro, que además de posicionar al maíz nativo como patrimonio alimentario y cultural de México, garantizaría que el Estado implemente medidas y desarrolle políticas públicas para proteger y el fomentar la producción de este producto.

Víctor Manuel Chima, del Centro de Derechos Humanos "Fray Francisco de Vitoria O.P. e integrante de Sin Maíz No Hay País, destacó en entrevista con El Sol de México que una de las partes más importantes de esta ley, es que está vinculada con el articulo 4º. de la Constitución Mexicana, que obliga al Estado a garantizar alimentos suficientes, nutritivos y de calidad, además de que se le reconocería al maíz nativo como un bien cultural, debido a los sistemas tradicionales con los que se produce en las comunidades indígenas, que a su vez están ligados con las raíces de la cocina mexicana.

Pero Chima reconoce que este es apenas un pequeño logro, ya que ahora el maíz nativo afrontará retos como el reconocimiento de las comunidades campesinas que ya producen estos maíces, cuya producción acusa que “ha sido invisibilizada durante muchos años”.

“Con esta ley se buscaría que en lugar de importar toneladas de maíz de Estados Unidos, se empiecen a desarrollar políticas públicas para garantizar la producción, no solo para consumo, sino también para garantizar que ese maíz sea nutritivo y de calidad”, asegura.

Otro de los retos que el maíz nativo tiene a la vuelta de la esquina es el de la entrada en vigor del T-MEC, que en palabras de Víctor Manuel Chima estaría afectando a los productores de este cereal, ya que dicho tratado busca que México contemple las convenciones Upov 91 con las que las empresas que producen maíces híbridos o transgénicos pueden patentar semillas que ya fueron modificadas por los sistemas tradicionales de las comunidades indígenas e incluso sancionarlas, lo cual sería “como una especie de despojo intelectual de las mismas comunidades”.

PARA DESTACAR:

  • La Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz Nativo busca posicionar a este producto como patrimonio alimentario y cultural de México, lo que implica que sea reconocido como un elemento garante de derechos humanos, igual que el derecho a la alimentación, a la salud y los derechos culturales.
  • También establece las diferencias entre los distintos tipos de maíces que se comercializan en México: Maíz nativo (aquel que tiene más de 60 razas que han sido modificadas genéticamente, solo a partir de sistemas tradicionales, como el intercambio de semillas y las características de las condiciones climáticas); Maíz híbrido (con mayores modificaciones, que en algunos casos le hacen perder ciertos valores nutrimentales) y Maíz transgénico (cuya semilla ha sido modificada genéticamente para hacerla resistente a ciertas plagas, condiciones climáticas e incluso sequías).
  • Establece la identificación de las regiones donde ya se produce el maíz nativo, para conocer sus variedades y a partir de ahí desarrollar políticas públicas para el apoyo a su producción.

MÁS DATOS

De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, en 2016, el 52% de la producción total nacional de maíz blanco (un total de 24.56 millones de toneladas) se destinó al consumo humano, un total de 12,399 millones de toneladas.

Aún así, 1,066 millones de toneladas de maíz blanco se importan, principalmente de Estados Unidos.

En el mismo año, la producción de maíz amarillo alcanzó 3.55 millones de toneladas, con una importación de 12.95 millones de toneladas, principalmente de Estados Unidos. El maíz amarillo se destina al consumo pecuario y la industria almidonera, principalmente. Es en este tipo de cereal en el que se han encontrado maíces transgénicos.

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