/ martes 19 de marzo de 2024

De “cuerpo de Cristo” a dulce popular mexicano, ¿cómo surgieron las obleas?

Este alimento está elaborado a base de harina de trigo con algún líquido solvente como leche o agua

Las obleas mexicanas son un deleite para los sentidos por sus colores vibrantes, crujiente consistencia y delicado sabor, sin embargo, originalmente fueron un símbolo de pureza y devoción religiosa al ser consideradas el “cuerpo de Cristo”. Esta es su historia.

Elaboradas a base de harina de trigo y agua, las llamadas hostias nacieron como una diminuta alternativa del matzá, un pan sin levadura que en el judaísmo se elabora y consume para las festividades del Pésaj, que es el equivalente a la Pascua cristiana.

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La intención de preparar este alimento es que el cuerpo humano no entre en contacto con ningún sabor ni aroma, sino que sirva únicamente como un símbolo de integración entre morales y el ser superior.


Sin color añadido, las hostias fueron adoptadas más tarde por el catolicismo para ser parte de la liturgia eucarística. En ella, el sacerdote conmemora la institución de la eucaristía por Jesús en la última cena, y procede a consagrar la hostia junto con el vino, momento la creencia indica que la hostia se hace la carne de Cristo y el vino su sangre.

La idea de reproducir este panecillo insípido escaló pronto a la cultura popular, pero para hacerlo distinto al que se emplea a nivel religioso, se añadieron colorantes, dulces líquidos, semillas y otros ingredientes para aumentar su aspecto y verse más apetitoso.

Continúa leyendo: ➡️ Pepitorias, el crocante dulce de Semana Santa

Aunque la hostia y la oblea están elaboradas con la misma materia prima, tienen una diferencia abismal: las obleas como golosina no están hechas para consagrarse. Por ello, su consumo no se considera un sacrilegio, sino que se mantienen como un pan común y corriente.

DE OBLEA A PEPITORIA

El delicado proceso de fabricación de una oblea implica mezclar muy bien los ingredientes que pueden incluir frutas o saborizantes, extender la masa, cortarla en discos delgados, cocinarlos y por último cortarlos.

No te pierdas: ➡️ Muéganos, centenaria tradición que perdura entre huamantlecos

En Tlaxcala, la tradición de elaborar estas golosinas está arraigada en comunidades como Santa Ana Chiautempan, donde también las cortan para ser base de los muéganos, así como para helados, pasteles y muchos otros postres creativos que han surgido en la repostería local.

Y ya que en México tenemos un gusto muy particular por la combinación de sabores, los artesanos dulceros no dudaron en agregar todo tipo de ingredientes a las obleas para convertirlas en un postre hecho y derecho.

Si bien existe la versión sencilla de colores, no hay manjar más solicitado que las pepitorias, que son emparedados de oblea con relleno de miel de piloncillo y pepitas de calabaza, las cuales se consumen tradicionalmente durante Semana Santa.

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Actualmente, se diseñan con distintas formas y sabores como chocolate, cajeta, dulce de leche, entre otras. Así como figuras de personajes de series de televisión pintadas con chocolate. Sin mencionar que en sus ingredientes primarios se agregan el huevo y la leche para hacerlas más resistentes.

Como dato curioso, el Diccionario Gastronómico de Larousse explica que las obleas mexicanas tienen su origen en la época virreinal, durante la colonización española. Estas fueron introducidas en México por los conquistadores, quienes trajeron consigo la tradición de utilizar obleas en la repostería y la gastronomía. Desde entonces, se han convertido en una delicia culinaria muy apreciada en el país. Sin duda una botana que disfrutan adultos y niños.


Las obleas mexicanas son un deleite para los sentidos por sus colores vibrantes, crujiente consistencia y delicado sabor, sin embargo, originalmente fueron un símbolo de pureza y devoción religiosa al ser consideradas el “cuerpo de Cristo”. Esta es su historia.

Elaboradas a base de harina de trigo y agua, las llamadas hostias nacieron como una diminuta alternativa del matzá, un pan sin levadura que en el judaísmo se elabora y consume para las festividades del Pésaj, que es el equivalente a la Pascua cristiana.

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La intención de preparar este alimento es que el cuerpo humano no entre en contacto con ningún sabor ni aroma, sino que sirva únicamente como un símbolo de integración entre morales y el ser superior.


Sin color añadido, las hostias fueron adoptadas más tarde por el catolicismo para ser parte de la liturgia eucarística. En ella, el sacerdote conmemora la institución de la eucaristía por Jesús en la última cena, y procede a consagrar la hostia junto con el vino, momento la creencia indica que la hostia se hace la carne de Cristo y el vino su sangre.

La idea de reproducir este panecillo insípido escaló pronto a la cultura popular, pero para hacerlo distinto al que se emplea a nivel religioso, se añadieron colorantes, dulces líquidos, semillas y otros ingredientes para aumentar su aspecto y verse más apetitoso.

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Aunque la hostia y la oblea están elaboradas con la misma materia prima, tienen una diferencia abismal: las obleas como golosina no están hechas para consagrarse. Por ello, su consumo no se considera un sacrilegio, sino que se mantienen como un pan común y corriente.

DE OBLEA A PEPITORIA

El delicado proceso de fabricación de una oblea implica mezclar muy bien los ingredientes que pueden incluir frutas o saborizantes, extender la masa, cortarla en discos delgados, cocinarlos y por último cortarlos.

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En Tlaxcala, la tradición de elaborar estas golosinas está arraigada en comunidades como Santa Ana Chiautempan, donde también las cortan para ser base de los muéganos, así como para helados, pasteles y muchos otros postres creativos que han surgido en la repostería local.

Y ya que en México tenemos un gusto muy particular por la combinación de sabores, los artesanos dulceros no dudaron en agregar todo tipo de ingredientes a las obleas para convertirlas en un postre hecho y derecho.

Si bien existe la versión sencilla de colores, no hay manjar más solicitado que las pepitorias, que son emparedados de oblea con relleno de miel de piloncillo y pepitas de calabaza, las cuales se consumen tradicionalmente durante Semana Santa.

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Actualmente, se diseñan con distintas formas y sabores como chocolate, cajeta, dulce de leche, entre otras. Así como figuras de personajes de series de televisión pintadas con chocolate. Sin mencionar que en sus ingredientes primarios se agregan el huevo y la leche para hacerlas más resistentes.

Como dato curioso, el Diccionario Gastronómico de Larousse explica que las obleas mexicanas tienen su origen en la época virreinal, durante la colonización española. Estas fueron introducidas en México por los conquistadores, quienes trajeron consigo la tradición de utilizar obleas en la repostería y la gastronomía. Desde entonces, se han convertido en una delicia culinaria muy apreciada en el país. Sin duda una botana que disfrutan adultos y niños.


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