/ jueves 9 de mayo de 2019

La violencia no es normal

Denisse Hernández Blas*

Hace algunos días escuché –fortuitamente- una conversación entre dos personas en la que una le recriminaba a la otra que era un “mandilón” por no acompañarle. Más o menos le decía: “Ay, ya, ¿a poco tu señora te manda? Pero si tú eres el hombre, no deberías estar así, no pos’ sí eres mandilón”. La persona se limitó a sonreír, no respondió, al menos durante el tiempo que escuché la plática.

¿Por qué le cuento esto? Porque este tipo de diálogos es muy “normal” en nuestra sociedad; hacemos comentarios de esta naturaleza porque hemos aprendido que los hombres deben comportarse de una forma y las mujeres de otra, sin darnos cuenta que patrones como éste pueden derivar en violencia contra las mujeres.

Mucho se ha hablado y escrito sobre la violencia contra las mujeres. La violencia física y la sexual son fáciles de reconocer, pero existe la simbólica que no identificamos de manera sencilla, incluso por parte de quienes la sufren porque está normalizada en nuestro comportamiento, en nuestras expresiones, en la forma en que nos relacionamos y porque “siempre ha sido así”.

¿Cuántas veces nos han dicho que debemos aguantar lo que estamos viviendo en el trabajo, en la familia, en la escuela o con nuestra pareja?, sin embargo, la violencia no es algo que deba aguantarse, es algo que debe visibilizarse y denunciarse y para eso están las instituciones del estado.

En los tres procesos electorales que ha organizado el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones no se ha recibido ninguna denuncia por violencia política en razón de género, esto pudiera parecer una buena noticia, pero ¿lo es? O es que no hay cultura de la denuncia y si no la hay ¿Cuál es el motivo? ¿Saben las mujeres y los hombres qué acciones, actos, actitudes, comportamientos, expresiones, omisiones y/o frases provocan violencia? Me atrevería a decir que en la mayoría de los casos no es así y si lo saben, el miedo puede ser un factor que inhiba la denuncia.

Imagine una reunión de trabajo en la que se tienen que repartir actividades entre mujeres y hombres del mismo nivel jerárquico, piense a quién le daría la responsabilidad de liderar el proyecto, ¿a una mujer o a un hombre? La respuesta no debería estar sujeta al género, sino a las capacidades de las personas; no obstante, aún titila en el pensamiento la idea de que los hombres nacieron para ser líderes y las mujeres para hacer de sus asistentes.

Ahora piense en este otro ejemplo: llega una mujer y un hombre, ambos con un puesto de la misma jerarquía a un lugar y quien está en la recepción se dirige con la mujer para preguntarle el nombre de su jefe para hacer la presentación correspondiente, en referencia a su acompañante; esto es, esa persona asumió que el hombre era el jefe y la mujer su asistente.

Un ejemplo más, la Sala Regional de Monterrey del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación confirmó la sanción a una periodista porque publicó una nota en la que afectaba la participación de una militante en el proceso electoral, por lo que se vieron comprometidos los derechos políticos de una mujer para acceder a un cargo de elección popular.

En algunos de los ejemplos que planteo –reales- hay algo en común: quien generó la conducta violenta contra una mujer fue otra mujer, consciente o no, y con esto no quiero decir que las mujeres sean las culpables, sino que este fenómeno es multifactorial y no exclusivo de los hombres porque también prevalece entre mujeres; ciertamente, la mayoría de estas actitudes son por desconocimiento, pero en algunos otros casos no.

La erradicación de la violencia contra las mujeres, y en general de la violencia, requiere de un complejo conjunto de acciones que tendrán resultados a largo plazo, ya que se necesita desaprender para aprender que las mujeres y los hombres tienen responsabilidades que la propia naturaleza les ha dado, pero que tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones dentro de un estado democrático.

El Instituto Tlaxcalteca de Elecciones tiene un programa de capacitación para toda la ciudadanía, cuyo propósito es difundir entre la población los derechos de mujeres y hombres, así como orientar a funcionarios y funcionarias para denunciar casos de violencia política. Muchas veces no somos conscientes de que estamos en una situación de violencia y cuando nos damos cuenta, nos da temor enfrentar a la persona y lo toleramos. La violencia no es normal, atrévase a denunciar.

*Consejera Electoral del Instituto Tlaxcalteca de Elecciones

Denisse Hernández Blas*

Hace algunos días escuché –fortuitamente- una conversación entre dos personas en la que una le recriminaba a la otra que era un “mandilón” por no acompañarle. Más o menos le decía: “Ay, ya, ¿a poco tu señora te manda? Pero si tú eres el hombre, no deberías estar así, no pos’ sí eres mandilón”. La persona se limitó a sonreír, no respondió, al menos durante el tiempo que escuché la plática.

¿Por qué le cuento esto? Porque este tipo de diálogos es muy “normal” en nuestra sociedad; hacemos comentarios de esta naturaleza porque hemos aprendido que los hombres deben comportarse de una forma y las mujeres de otra, sin darnos cuenta que patrones como éste pueden derivar en violencia contra las mujeres.

Mucho se ha hablado y escrito sobre la violencia contra las mujeres. La violencia física y la sexual son fáciles de reconocer, pero existe la simbólica que no identificamos de manera sencilla, incluso por parte de quienes la sufren porque está normalizada en nuestro comportamiento, en nuestras expresiones, en la forma en que nos relacionamos y porque “siempre ha sido así”.

¿Cuántas veces nos han dicho que debemos aguantar lo que estamos viviendo en el trabajo, en la familia, en la escuela o con nuestra pareja?, sin embargo, la violencia no es algo que deba aguantarse, es algo que debe visibilizarse y denunciarse y para eso están las instituciones del estado.

En los tres procesos electorales que ha organizado el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones no se ha recibido ninguna denuncia por violencia política en razón de género, esto pudiera parecer una buena noticia, pero ¿lo es? O es que no hay cultura de la denuncia y si no la hay ¿Cuál es el motivo? ¿Saben las mujeres y los hombres qué acciones, actos, actitudes, comportamientos, expresiones, omisiones y/o frases provocan violencia? Me atrevería a decir que en la mayoría de los casos no es así y si lo saben, el miedo puede ser un factor que inhiba la denuncia.

Imagine una reunión de trabajo en la que se tienen que repartir actividades entre mujeres y hombres del mismo nivel jerárquico, piense a quién le daría la responsabilidad de liderar el proyecto, ¿a una mujer o a un hombre? La respuesta no debería estar sujeta al género, sino a las capacidades de las personas; no obstante, aún titila en el pensamiento la idea de que los hombres nacieron para ser líderes y las mujeres para hacer de sus asistentes.

Ahora piense en este otro ejemplo: llega una mujer y un hombre, ambos con un puesto de la misma jerarquía a un lugar y quien está en la recepción se dirige con la mujer para preguntarle el nombre de su jefe para hacer la presentación correspondiente, en referencia a su acompañante; esto es, esa persona asumió que el hombre era el jefe y la mujer su asistente.

Un ejemplo más, la Sala Regional de Monterrey del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación confirmó la sanción a una periodista porque publicó una nota en la que afectaba la participación de una militante en el proceso electoral, por lo que se vieron comprometidos los derechos políticos de una mujer para acceder a un cargo de elección popular.

En algunos de los ejemplos que planteo –reales- hay algo en común: quien generó la conducta violenta contra una mujer fue otra mujer, consciente o no, y con esto no quiero decir que las mujeres sean las culpables, sino que este fenómeno es multifactorial y no exclusivo de los hombres porque también prevalece entre mujeres; ciertamente, la mayoría de estas actitudes son por desconocimiento, pero en algunos otros casos no.

La erradicación de la violencia contra las mujeres, y en general de la violencia, requiere de un complejo conjunto de acciones que tendrán resultados a largo plazo, ya que se necesita desaprender para aprender que las mujeres y los hombres tienen responsabilidades que la propia naturaleza les ha dado, pero que tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones dentro de un estado democrático.

El Instituto Tlaxcalteca de Elecciones tiene un programa de capacitación para toda la ciudadanía, cuyo propósito es difundir entre la población los derechos de mujeres y hombres, así como orientar a funcionarios y funcionarias para denunciar casos de violencia política. Muchas veces no somos conscientes de que estamos en una situación de violencia y cuando nos damos cuenta, nos da temor enfrentar a la persona y lo toleramos. La violencia no es normal, atrévase a denunciar.

*Consejera Electoral del Instituto Tlaxcalteca de Elecciones