/ sábado 2 de marzo de 2024

Los avatares de nuestro tiempo / La competencia de proyectos y narrativas políticas

La competencia política en entornos democráticos es regla general. En la cotidianidad de la vida política se articulan, todo el tiempo, diferentes perspectivas acerca de los problemas colectivos; las posibilidades de desarrollo y las prioridades y objetivos a los que la sociedad —como conjunto— debe orientar sus esfuerzos. De tal suerte, la diversidad de ideas y opciones políticas deriva en una gran cantidad de grupos que, a partir de características compartidas, tratan de incidir en las preferencias políticas de las personas. Quizás el punto más alto de esa relación política tensa son los procesos electorales organizados para acceder al ejercicio del poder público del Estado.

En las elecciones se presentan a competir candidatos en lo individual, partidos políticos con ideologías diferenciadas, coaliciones políticas más o menos cohesionadas, proyectos de gobierno, ideas, nociones identitarias, historias de vida y prospectivas de mejor futuro a partir de mecanismos e instrumentos diferentes. Lo cierto es que, aunque los votantes son cada vez más demandantes de la seriedad que ameritan los espacios por los que compiten las candidatas y candidatos; también cuentan esos factores emocionales y de grupo que envuelven a los proyectos políticos en competencia. Por eso los procesos electorales son el enfrentamiento directo de proyectos y narrativas políticas.

El proceso electoral, en el que iniciaron campañas el 1 de marzo para el caso de las candidaturas a la Presidencia de la República (así como las Cámaras de Diputados y Senadores), es la franca competencia política de proyectos. Significa la elección entre continuidad y ruptura. El proyecto de Sheinbaum centrado en garantizar la cobertura de las necesidades y derechos sociales de las personas; atender el problema estructural de la pobreza y la desigualdad; explorar espacios de política pública como el asunto de los cuidados. Es, en síntesis, la continuidad incremental de un proyecto político centrado en el bienestar. Mientras que los otros proyectos (el de X y el de la autodenominada “nueva política”) son más bien abyectos del “bukelismo” en la seguridad pública, escépticos de la utilidad de los programas sociales e interesados en el mantenimiento de un statu quo que permitió e incrementó los problemas sociales que se enfrentan hasta ahora.

En el proyecto, es decir el ámbito de las ideas y las propuestas de política pública, las opciones que se presentan en competencia son, evidentemente, distintas. En lo que corresponde a la narrativa política también. Ahí, mientras la candidata puntera (la coalición de Morena) demuestra seriedad, formalidad y estatura política; la candidata X transmite justamente lo contrario.

Las campañas serán la oportunidad para que los electores visualicen claramente cuáles son las características de cada opción política. En un entorno ideal, la competencia se centrará en la diferenciación de los intereses que representan y el nivel de la inventiva para resolver los problemas a los que la sociedad se enfrenta diariamente.

Ante el contexto de competencia por el proyecto y narrativa, hay actores políticos que juega un papel crucial para que los ciudadanos cuenten con más y mejor información, es el caso de los medios de comunicación. Sobre estos, se espera una actitud democrática, comprometida con la verdad y la riguridad periodística. Ojalá los ejercicios de difusión de “fake news” o información endeble no se presenten en el proceso electoral. Es una responsabilidad ciudadana que incide directamente en la competencia.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


Twitter: @EnriqueBermC

La competencia política en entornos democráticos es regla general. En la cotidianidad de la vida política se articulan, todo el tiempo, diferentes perspectivas acerca de los problemas colectivos; las posibilidades de desarrollo y las prioridades y objetivos a los que la sociedad —como conjunto— debe orientar sus esfuerzos. De tal suerte, la diversidad de ideas y opciones políticas deriva en una gran cantidad de grupos que, a partir de características compartidas, tratan de incidir en las preferencias políticas de las personas. Quizás el punto más alto de esa relación política tensa son los procesos electorales organizados para acceder al ejercicio del poder público del Estado.

En las elecciones se presentan a competir candidatos en lo individual, partidos políticos con ideologías diferenciadas, coaliciones políticas más o menos cohesionadas, proyectos de gobierno, ideas, nociones identitarias, historias de vida y prospectivas de mejor futuro a partir de mecanismos e instrumentos diferentes. Lo cierto es que, aunque los votantes son cada vez más demandantes de la seriedad que ameritan los espacios por los que compiten las candidatas y candidatos; también cuentan esos factores emocionales y de grupo que envuelven a los proyectos políticos en competencia. Por eso los procesos electorales son el enfrentamiento directo de proyectos y narrativas políticas.

El proceso electoral, en el que iniciaron campañas el 1 de marzo para el caso de las candidaturas a la Presidencia de la República (así como las Cámaras de Diputados y Senadores), es la franca competencia política de proyectos. Significa la elección entre continuidad y ruptura. El proyecto de Sheinbaum centrado en garantizar la cobertura de las necesidades y derechos sociales de las personas; atender el problema estructural de la pobreza y la desigualdad; explorar espacios de política pública como el asunto de los cuidados. Es, en síntesis, la continuidad incremental de un proyecto político centrado en el bienestar. Mientras que los otros proyectos (el de X y el de la autodenominada “nueva política”) son más bien abyectos del “bukelismo” en la seguridad pública, escépticos de la utilidad de los programas sociales e interesados en el mantenimiento de un statu quo que permitió e incrementó los problemas sociales que se enfrentan hasta ahora.

En el proyecto, es decir el ámbito de las ideas y las propuestas de política pública, las opciones que se presentan en competencia son, evidentemente, distintas. En lo que corresponde a la narrativa política también. Ahí, mientras la candidata puntera (la coalición de Morena) demuestra seriedad, formalidad y estatura política; la candidata X transmite justamente lo contrario.

Las campañas serán la oportunidad para que los electores visualicen claramente cuáles son las características de cada opción política. En un entorno ideal, la competencia se centrará en la diferenciación de los intereses que representan y el nivel de la inventiva para resolver los problemas a los que la sociedad se enfrenta diariamente.

Ante el contexto de competencia por el proyecto y narrativa, hay actores políticos que juega un papel crucial para que los ciudadanos cuenten con más y mejor información, es el caso de los medios de comunicación. Sobre estos, se espera una actitud democrática, comprometida con la verdad y la riguridad periodística. Ojalá los ejercicios de difusión de “fake news” o información endeble no se presenten en el proceso electoral. Es una responsabilidad ciudadana que incide directamente en la competencia.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


Twitter: @EnriqueBermC