/ sábado 25 de mayo de 2024

Los avatares de nuestro tiempo / Momentos de participación política

La política se trata de los asuntos comunes, lo que es público e interesa a todos. Por ello participar políticamente significa interesarse y pensar en grupo, comunidad e intereses colectivos. Tradicionalmente, hay una visión reduccionista de la participación política en la figura del voto en procesos electorales.

Es probable que esta reducción de la participación política en una democracia responda a una finalidad política y orientación ideológica, una en que la politización de la sociedad no resulta útil para la captura de la actividad política de ciertos grupos de interés. Esta es una discusión relevante en el contexto de regiones como América Latina donde la ciudadanía manifestó —con mayor énfasis durante las últimas dos décadas del siglo XX e inicios del XXI— cierta desconfianza con lo relacionado a la política.

El contexto de crítica ciudadana a la actividad política también podría explicar el reduccionismo de la participación política a la emisión del sufragio. Aunque votar es, evidentemente, una forma de participación política y quizás una de las acciones clímax de la vida pública, no es —ni por asomo— la única forma de participación. Es innegable su importancia porque se eligen a representantes y gobernantes, se seleccionan proyectos que responden de mejor manera al interés de las mayorías, se distingue entre propuestas programáticas y se califican trayectorias públicas de quienes aspiran al ejercicio del poder.

Las elecciones en una democracia son procesos multitudinarios que requieren del grado máximo de legitimidad. Por ello es relevante que las personas ejerzan su derecho al voto. En México, las últimas tres elecciones federales celebradas en los años 2015, 2018 y 2021 registraron niveles aceptables de votantes totales. En la elección intermedio de 2015 votó el 47.72% de los electores; en 2018 el 63.42% y en 2021 votó el 52.5% de la Lista Nominal registrada por el Instituto Nacional Electoral. Estos registros, sobre todo a partir de 2018, suponen una línea ascendente (incluso en las elecciones intermedias en las históricamente el nivel de participación es menor) en la concurrencia de votantes.

Para la elección de este 02 de junio es previsible alta de participación electoral, sobre todo porque el proyecto de la Dra. Sheinbaum ha logrado convocar a los diferentes sectores de la población. Si en 2018 la coalición gobernante obtuvo un total de 30 millones 113 mil 483 de sufragios, es probable que la cantidad de votos para este proyecto sea mayor. Lo cierto es que la recepción de ese nivel de confianza, manifestado en la cantidad total de votos recibidos, compromete el esfuerzo mayor por conseguir las metas, objetivos y proyectos que se proponen y prometen durante la campaña electoral.

Otro compromiso del proyecto político de la transformación debiera ser en favor de la politización de la ciudadanía. Es necesario comunicar que el voto no es la única forma de participación política. Esto es un imperativo democrático, sobre todo en el contexto de la formación de gobiernos con nuevos enfoques para la toma de decisiones y la resolución de problemas públicos: hacia la apertura, la comunicación, la cocreación y la colaboración para el diseño e implementación de políticas públicas. El viraje en esta dirección permitiría revertir la concepción reduccionista de la participación política.

Al respecto, los datos de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020 (ENCUCI) sugieren un escenario con retos por delante. Solamente el 27% señaló que “muy frecuente” o “algo frecuente” se reúnen con su comunidad para tratar asuntos de interés común, mientras que el 65.8% indicó que “poco frecuente” o “nada frecuente” son las reuniones con esa finalidad. Además, entre población de 18 años en adelante, solamente el 27.4% ha firmado “alguna vez en su vida” una petición para solicitar algún servicio o la solución a algún problema.

Los datos indican que, entre la población, se vislumbran pocos mecanismos útiles para participar políticamente. En buena medida esto responde a lo que describí anteriormente. Sin embargo, en un escenario de revitalización política (tras 2018), incremento de la participación electoral y mayor confianza institucional, podrían implementarse mayores mecanismos formales de participación, formación cívica y politización ciudadana. Es decir, revalorizar otros momentos de participación política.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


Twitter: @EnriqueBermC



La política se trata de los asuntos comunes, lo que es público e interesa a todos. Por ello participar políticamente significa interesarse y pensar en grupo, comunidad e intereses colectivos. Tradicionalmente, hay una visión reduccionista de la participación política en la figura del voto en procesos electorales.

Es probable que esta reducción de la participación política en una democracia responda a una finalidad política y orientación ideológica, una en que la politización de la sociedad no resulta útil para la captura de la actividad política de ciertos grupos de interés. Esta es una discusión relevante en el contexto de regiones como América Latina donde la ciudadanía manifestó —con mayor énfasis durante las últimas dos décadas del siglo XX e inicios del XXI— cierta desconfianza con lo relacionado a la política.

El contexto de crítica ciudadana a la actividad política también podría explicar el reduccionismo de la participación política a la emisión del sufragio. Aunque votar es, evidentemente, una forma de participación política y quizás una de las acciones clímax de la vida pública, no es —ni por asomo— la única forma de participación. Es innegable su importancia porque se eligen a representantes y gobernantes, se seleccionan proyectos que responden de mejor manera al interés de las mayorías, se distingue entre propuestas programáticas y se califican trayectorias públicas de quienes aspiran al ejercicio del poder.

Las elecciones en una democracia son procesos multitudinarios que requieren del grado máximo de legitimidad. Por ello es relevante que las personas ejerzan su derecho al voto. En México, las últimas tres elecciones federales celebradas en los años 2015, 2018 y 2021 registraron niveles aceptables de votantes totales. En la elección intermedio de 2015 votó el 47.72% de los electores; en 2018 el 63.42% y en 2021 votó el 52.5% de la Lista Nominal registrada por el Instituto Nacional Electoral. Estos registros, sobre todo a partir de 2018, suponen una línea ascendente (incluso en las elecciones intermedias en las históricamente el nivel de participación es menor) en la concurrencia de votantes.

Para la elección de este 02 de junio es previsible alta de participación electoral, sobre todo porque el proyecto de la Dra. Sheinbaum ha logrado convocar a los diferentes sectores de la población. Si en 2018 la coalición gobernante obtuvo un total de 30 millones 113 mil 483 de sufragios, es probable que la cantidad de votos para este proyecto sea mayor. Lo cierto es que la recepción de ese nivel de confianza, manifestado en la cantidad total de votos recibidos, compromete el esfuerzo mayor por conseguir las metas, objetivos y proyectos que se proponen y prometen durante la campaña electoral.

Otro compromiso del proyecto político de la transformación debiera ser en favor de la politización de la ciudadanía. Es necesario comunicar que el voto no es la única forma de participación política. Esto es un imperativo democrático, sobre todo en el contexto de la formación de gobiernos con nuevos enfoques para la toma de decisiones y la resolución de problemas públicos: hacia la apertura, la comunicación, la cocreación y la colaboración para el diseño e implementación de políticas públicas. El viraje en esta dirección permitiría revertir la concepción reduccionista de la participación política.

Al respecto, los datos de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020 (ENCUCI) sugieren un escenario con retos por delante. Solamente el 27% señaló que “muy frecuente” o “algo frecuente” se reúnen con su comunidad para tratar asuntos de interés común, mientras que el 65.8% indicó que “poco frecuente” o “nada frecuente” son las reuniones con esa finalidad. Además, entre población de 18 años en adelante, solamente el 27.4% ha firmado “alguna vez en su vida” una petición para solicitar algún servicio o la solución a algún problema.

Los datos indican que, entre la población, se vislumbran pocos mecanismos útiles para participar políticamente. En buena medida esto responde a lo que describí anteriormente. Sin embargo, en un escenario de revitalización política (tras 2018), incremento de la participación electoral y mayor confianza institucional, podrían implementarse mayores mecanismos formales de participación, formación cívica y politización ciudadana. Es decir, revalorizar otros momentos de participación política.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


Twitter: @EnriqueBermC