/ sábado 24 de febrero de 2024

Los avatares de nuestro tiempo | Sistema de cuidados y políticas públicas para el bienestar

Las personas a lo largo de su tránsito de vida se enfrentan a la necesidad de cuidar y ser cuidados. Es un trabajo que requiere, como todos, esfuerzo, dedicación, destrezas generadas a partir de la práctica permanente y tiempo. No obstante, es un trabajo sin remuneración. Por tanto, invisibilizado o trivializado. Son tareas indispensables para el bienestar de los hogares o el de una persona —susceptible de cuidados especiales, como los adultos mayores o las infancias—, pero desestimadas o carentes de retribuciones, más allá del reconocimiento “apreciativo” del o los beneficiarios.

Sumado a esos problemas estructurales de las tareas de cuidados, escribe la Dra. Violeta Vázquez-Rojas Maldonado en su columna “Cuidar y ser cuidados”: “se trata pues (del trabajo de cuidados) de un trabajo feminizado, pero además invisibilizado, porque se concibe, primero, como una obligación de las mujeres por su rol de género y, en segundo lugar, como una actividad que, al no ser remunerada, se hace desinteresadamente”. Es decir, la distribución de estas tareas en los hogares y, en general en la sociedad es, desproporcionada o mayoritariamente asignada a las mujeres.

Este es un problema público. El diseño por acuerdo social de la asignación del trabajo de cuidados a las mujeres tiene afectaciones directas sobre sus posibilidades de desarrollo individual. Sumado a las afectaciones en cuanto al desarrollo de las personas que ejercen cuidados, también es posible evaluar las bajas expectativas de bienestar por parte de las personas beneficiarias de cuidados al no acceder —sobre todo en el caso de personas con necesidades diferentes— a servicios especializados y atención técnica.

La complejidad de este asunto obliga a discutirlo por su vinculación con efectos económicos y de bienestar social. En buena medida la desigualdad social y económica en México se ha reproducido por la ausencia de políticas públicas que modifiquen las trayectorias individuales de las personas. Ciertamente, las dinámicas y arreglos familiares para la distribución del trabajo y las tareas tienen incidencia directa, por ejemplo, en el incremento o disminución de los ingresos económicos de las familias o en la incorporación de las mujeres a los mercados de trabajo formales. Por ello el asunto de la asignación de las tareas de cuidado desproporcionalmente inscritas en un régimen de familiarización y feminización, tendría que modificarse.

La ausencia de un sistema de cuidados público es muestra fehaciente de que los procesos de familiarización y feminización son el resultado de la frágil, marginal o nula incorporación del Estado en la atención del problema. Mientras la familiarización se refiere a la condición en que “los cuidados y bienestar recaen de manera importante sobre la esfera familiar”, la feminización corresponde a la asignación de las tareas de cuidado a las mujeres, dada la configuración y división sexual del trabajo en un modelo de familia “más o menos constituido por varones proveedores y mujeres cuidadoras”. Esta es la primera dimensión del problema de los cuidados en México. Se identifica que dichas tareas impiden la formación de mejores trayectorias laborales por parte de las mujeres.

La segunda dimensión del problema tiene que ver con la ausencia de servicios públicos de cuidado que garanticen estándares mínimos de calidad de vida y el acceso a bienes y servicios para el bienestar. Las poblaciones, sobre todo aquellas en situaciones de vulnerabilidad, enfrentan un problema estructural por no acceder a bienes y servicios necesarios para su desarrollo. El problema es en dos vías: quienes requieren cuidados -llámese infancias, adultos mayores, etc.-, no logran acceder o solamente cuentan con ellos por el involucramiento de sus familiares, sin que esto signifique calidad de vida y, además, los cuidadores (mayoritariamente mujeres) se enfrentan al dilema entre cuidar o trabajar.

El diseño e implementación de un sistema de cuidados será una propuesta de política pública imprescindible para el bienestar de las personas. Por ello, resulta positivo que Claudia Sheinbaum, como candidata puntera en la elección, lo considere como un tópico prioritario en la conformación de su agenda política y la distribución de temas de interés para tareas de gobierno. Ese es un diferencial.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


Twitter: @EnriqueBermC


Las personas a lo largo de su tránsito de vida se enfrentan a la necesidad de cuidar y ser cuidados. Es un trabajo que requiere, como todos, esfuerzo, dedicación, destrezas generadas a partir de la práctica permanente y tiempo. No obstante, es un trabajo sin remuneración. Por tanto, invisibilizado o trivializado. Son tareas indispensables para el bienestar de los hogares o el de una persona —susceptible de cuidados especiales, como los adultos mayores o las infancias—, pero desestimadas o carentes de retribuciones, más allá del reconocimiento “apreciativo” del o los beneficiarios.

Sumado a esos problemas estructurales de las tareas de cuidados, escribe la Dra. Violeta Vázquez-Rojas Maldonado en su columna “Cuidar y ser cuidados”: “se trata pues (del trabajo de cuidados) de un trabajo feminizado, pero además invisibilizado, porque se concibe, primero, como una obligación de las mujeres por su rol de género y, en segundo lugar, como una actividad que, al no ser remunerada, se hace desinteresadamente”. Es decir, la distribución de estas tareas en los hogares y, en general en la sociedad es, desproporcionada o mayoritariamente asignada a las mujeres.

Este es un problema público. El diseño por acuerdo social de la asignación del trabajo de cuidados a las mujeres tiene afectaciones directas sobre sus posibilidades de desarrollo individual. Sumado a las afectaciones en cuanto al desarrollo de las personas que ejercen cuidados, también es posible evaluar las bajas expectativas de bienestar por parte de las personas beneficiarias de cuidados al no acceder —sobre todo en el caso de personas con necesidades diferentes— a servicios especializados y atención técnica.

La complejidad de este asunto obliga a discutirlo por su vinculación con efectos económicos y de bienestar social. En buena medida la desigualdad social y económica en México se ha reproducido por la ausencia de políticas públicas que modifiquen las trayectorias individuales de las personas. Ciertamente, las dinámicas y arreglos familiares para la distribución del trabajo y las tareas tienen incidencia directa, por ejemplo, en el incremento o disminución de los ingresos económicos de las familias o en la incorporación de las mujeres a los mercados de trabajo formales. Por ello el asunto de la asignación de las tareas de cuidado desproporcionalmente inscritas en un régimen de familiarización y feminización, tendría que modificarse.

La ausencia de un sistema de cuidados público es muestra fehaciente de que los procesos de familiarización y feminización son el resultado de la frágil, marginal o nula incorporación del Estado en la atención del problema. Mientras la familiarización se refiere a la condición en que “los cuidados y bienestar recaen de manera importante sobre la esfera familiar”, la feminización corresponde a la asignación de las tareas de cuidado a las mujeres, dada la configuración y división sexual del trabajo en un modelo de familia “más o menos constituido por varones proveedores y mujeres cuidadoras”. Esta es la primera dimensión del problema de los cuidados en México. Se identifica que dichas tareas impiden la formación de mejores trayectorias laborales por parte de las mujeres.

La segunda dimensión del problema tiene que ver con la ausencia de servicios públicos de cuidado que garanticen estándares mínimos de calidad de vida y el acceso a bienes y servicios para el bienestar. Las poblaciones, sobre todo aquellas en situaciones de vulnerabilidad, enfrentan un problema estructural por no acceder a bienes y servicios necesarios para su desarrollo. El problema es en dos vías: quienes requieren cuidados -llámese infancias, adultos mayores, etc.-, no logran acceder o solamente cuentan con ellos por el involucramiento de sus familiares, sin que esto signifique calidad de vida y, además, los cuidadores (mayoritariamente mujeres) se enfrentan al dilema entre cuidar o trabajar.

El diseño e implementación de un sistema de cuidados será una propuesta de política pública imprescindible para el bienestar de las personas. Por ello, resulta positivo que Claudia Sheinbaum, como candidata puntera en la elección, lo considere como un tópico prioritario en la conformación de su agenda política y la distribución de temas de interés para tareas de gobierno. Ese es un diferencial.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


Twitter: @EnriqueBermC