/ sábado 30 de diciembre de 2023

Retahíla para cinéfilos | “Priscilla”, una crónica desdibujada de la familia Presley

El año pasado llegó a la pantalla grande “Elvis”, de Baz Luhrmann, un musical biográfico donde Priscilla Presley, el gran amor del rey del rock and roll, tuvo una participación tan nimia que ni siquiera mereció tiempo en pantalla. Hoy llega a los cines “Priscilla”, la respuesta casi heroica de la directora de “Lost in Translation” y “Las vírgenes suicidas”, Sofía Coppola.

La cinta, en pocas palabras, relata el noviazgo y tortuoso matrimonio de los Presley desde una base militar alemana hasta su finca de ensueño en Graceland.

Basada en las memorias “Elvis and Me”, de Priscilla Beaulieu, la narración florece desde la mirada de una adolescente. Con tan solo 16 años, Priscilla conoce a un Elvis 10 años mayor que ella, comprometido con su carrera y despreocupado por el futuro, sin embargo, a medida que la película y su relación avanza, el cantante tropieza con la gloria y todo frente ellos se viene abajo.

Priscilla lo observa todo desde el cautiverio de una mansión de lujo: la fama de su esposo, las aventuras con otras mujeres, las drogas y demás vicios. Un cautiverio de música en silencio, de costosos privilegios, de amor violento y de muchedumbre asolada. La vida junto a Elvis fue para Priscilla una pesadilla disfrazada de sueño.

Si bien el título anuncia el retrato de una mujer atormentada, la obra terminó por convertirse en el diario romántico del tormento. Desde la voz de Coppola, la protagonista tramita el rumbo de su destino, pero para el espectador, la embriagante figura de Elvis nunca suelta las riendas. Pudo ser una magnífica redención femenina, pero solo fue la segunda parte de la obra de Luhrmann.

Desde la fotografía todo es perfección. Los primeros minutos, magistrales y conmovedores, podrían ser ilustraciones cuadro a cuadro para decorar una habitación al estilo pop art. Además, el vestuario no deja nada a la imaginación, parece diseñado por artistas que viajaron en una máquina del tiempo.

La música, por su parte, fue una elección más que inteligente; es una banda sonora sensata y genuina que recorre con nosotros y con los personajes una montaña rusa de emociones alrededor de casi 10 años narrativos.

Sin estridencias, “Priscilla” es una película que cumple un cometido sencillo: contar la otra cara de la moneda, quizá con poca luz, pero nunca sin el ingenio de quien mantiene encendida una llama en medio del invierno.


El año pasado llegó a la pantalla grande “Elvis”, de Baz Luhrmann, un musical biográfico donde Priscilla Presley, el gran amor del rey del rock and roll, tuvo una participación tan nimia que ni siquiera mereció tiempo en pantalla. Hoy llega a los cines “Priscilla”, la respuesta casi heroica de la directora de “Lost in Translation” y “Las vírgenes suicidas”, Sofía Coppola.

La cinta, en pocas palabras, relata el noviazgo y tortuoso matrimonio de los Presley desde una base militar alemana hasta su finca de ensueño en Graceland.

Basada en las memorias “Elvis and Me”, de Priscilla Beaulieu, la narración florece desde la mirada de una adolescente. Con tan solo 16 años, Priscilla conoce a un Elvis 10 años mayor que ella, comprometido con su carrera y despreocupado por el futuro, sin embargo, a medida que la película y su relación avanza, el cantante tropieza con la gloria y todo frente ellos se viene abajo.

Priscilla lo observa todo desde el cautiverio de una mansión de lujo: la fama de su esposo, las aventuras con otras mujeres, las drogas y demás vicios. Un cautiverio de música en silencio, de costosos privilegios, de amor violento y de muchedumbre asolada. La vida junto a Elvis fue para Priscilla una pesadilla disfrazada de sueño.

Si bien el título anuncia el retrato de una mujer atormentada, la obra terminó por convertirse en el diario romántico del tormento. Desde la voz de Coppola, la protagonista tramita el rumbo de su destino, pero para el espectador, la embriagante figura de Elvis nunca suelta las riendas. Pudo ser una magnífica redención femenina, pero solo fue la segunda parte de la obra de Luhrmann.

Desde la fotografía todo es perfección. Los primeros minutos, magistrales y conmovedores, podrían ser ilustraciones cuadro a cuadro para decorar una habitación al estilo pop art. Además, el vestuario no deja nada a la imaginación, parece diseñado por artistas que viajaron en una máquina del tiempo.

La música, por su parte, fue una elección más que inteligente; es una banda sonora sensata y genuina que recorre con nosotros y con los personajes una montaña rusa de emociones alrededor de casi 10 años narrativos.

Sin estridencias, “Priscilla” es una película que cumple un cometido sencillo: contar la otra cara de la moneda, quizá con poca luz, pero nunca sin el ingenio de quien mantiene encendida una llama en medio del invierno.