/ sábado 9 de marzo de 2019

Secreto a voces

“Gobernanza” y derecho a la ciudad

  • Por múltiples razones, las ciudades se han convertido en el espacio preferido para vivir de los seres humanos. Históricamente, van desde las mejores condiciones de seguridad que se percibía con respecto al medio rural, hasta la noción de que era mejor vivir en espacios protegidos por enormes muros (con los que contaba originalmente una buena cantidad de ciudades antiguas de occidente), hasta ver en ellas un lugar para el empleo y la cultura.

Actualmente, no solamente es el espacio privilegiado en el que los seres humanos coexisten, porque se vive en un mundo en el que la mayoría de la población habita en centros urbanos. También lo es en el sentido de que constituye el epicentro a partir del cual se recrea la visión legada y repetida por occidente de que es el espacio privilegiado del desarrollo y donde se genera riqueza. Potencia citadina se ha traslado a Asia (ONU-Hábitat, 2010).

Sin embargo, la importancia de la ciudad como parte del proceso de globalización mundial no ha significado un incremento del bienestar de las familias así como un incremento de sus derechos políticos a la ciudad, por la vía de la gobernanza. Lo que se observa es un reforzamiento de las tendencias a la apropiación del capital del espacio urbano en detrimento del ciudadano, así como de la disminución de sus derechos.

Las ciudades se han convertido en el lugar privilegiado al que se dirige la sobreacumulación de capital, como resultado de la renta petrolera de fines del siglo pasado, según el geógrafo David Harvey. La inversión de capital en la ciudad ha significado que, para su reproducción, se modifiquen los patrones del uso del territorio y que, combinado con la retirada del Estado como agente central, los espacios públicos se privaticen.

Lo anterior ha implicado una agudización de las contradicciones de la vida urbana, debido a que los patrones de acumulación de capital se han trasladado de la valorización en la producción a la acumulación a partir de la inversión en procesos en los que el capital ya no está fijo. Se invierte, por ejemplo, en la construcción de edificios y viviendas que, una vez que se venden, el capital se desplaza hacia otros espacios y así sucesivamente.

El trazo de calles, grandes avenidas, centros comerciales, conjuntos habitacionales, supercarreteras, ha implicado una transformación del territorio. Si la ciudad dejó de ser monocéntrica y ahora se han creado múltiples polos para el comercio y los servicios financieros y personales, la situación del ciudadano medio se ha transformado pero negativamente. Los poderes del ciudadano sobre los espacios públicos de la ciudad se reducen, en la medida en que el poder del capital se acrecienta.

Ha disminuido su capacidad de acceder al territorio en la medida en que ha perdido valor el ingreso que obtiene por la venta de su fuerza de trabajo, porque ya no se emplea en la industria asociada al proceso de industrialización del siglo pasado. Se contrata en el sector comercio, finanzas y servicios, en donde los ingresos y prestaciones no alcanzan el nivel logrado por el empleo industrial del pasado.

¿Cómo ha perdido el ciudadano, el habitante de la ciudad sus derechos ante la globalización?, principalmente a través de un proceso combinado en el que su desplazamiento hacia espacios de menor valor se combina con la idea que políticamente rige a la ciudad: la llamada gobernanza. Significa entre otras cosas una supuesta descentralización del poder hacia la ciudad con el fin de hacerla más “gobernable” así como convertir a la administración local en una herramienta más bien pragmática.

Por ello, la gobernanza debe concebirse como el establecimiento de una política dirigida por el poder hacia a los centros urbanos como una fase de reposicionamiento o recuperación del poder de una clase (que llegó el fin del muro de Berlín: Havery) en los centros urbanos, que se han convertido en claves para el capitalismo global. Si la ciudad es el centro del poder económico mundial, entonces, las ciudades, sobre todo las que mejor se prestan para este modelo, no podían quedar fuera de los eslabones del poder que acompaña a la globalización.

La mayoría de los urbanistas explican el concepto de gobernanza en las grandes metrópolis y urbes mundiales como la ampliación de los procesos de democratización de la ciudad. Sin embargo, no entienden que repiten con ese concepto la explicación que el poder global impone como discurso para legitimarse. Claro que cada quien tiene el derecho a explicarse las cosas como quiera. Pero también existen, por supuesto, en estas áreas dedicadas al estudio de la ciudad, expertos que no se han enganchado al anzuelo de la gobernanza.

Para quienes recuperaron el poder de clase, en el ámbito urbano, se requería una cierta apertura política con el fin de eliminar la conflictividad que surgiría en la ciudad con la economía de mercado, debido a los cambios sociales que sacuden a los clasificados como pobres. El problema es que la gobernanza combina la supuesta “apertura” democrática de la ciudad con el dejar caer sobre los hombros de los habitantes la reconstrucción de la ciudades pero en función del modelo globalizador que es su beneficiario.

A la gobernanza habría que contraponerle el “derecho a la ciudad”, en el que los ciudadanos son los responsables de construirla y nadie podría hablar a su nombre.

*Periodista por la UNAM, doctor en Desarrollo Regional por el Colegio de Postgraduados-Campus Puebla y profesor de la UATx.

“Gobernanza” y derecho a la ciudad

  • Por múltiples razones, las ciudades se han convertido en el espacio preferido para vivir de los seres humanos. Históricamente, van desde las mejores condiciones de seguridad que se percibía con respecto al medio rural, hasta la noción de que era mejor vivir en espacios protegidos por enormes muros (con los que contaba originalmente una buena cantidad de ciudades antiguas de occidente), hasta ver en ellas un lugar para el empleo y la cultura.

Actualmente, no solamente es el espacio privilegiado en el que los seres humanos coexisten, porque se vive en un mundo en el que la mayoría de la población habita en centros urbanos. También lo es en el sentido de que constituye el epicentro a partir del cual se recrea la visión legada y repetida por occidente de que es el espacio privilegiado del desarrollo y donde se genera riqueza. Potencia citadina se ha traslado a Asia (ONU-Hábitat, 2010).

Sin embargo, la importancia de la ciudad como parte del proceso de globalización mundial no ha significado un incremento del bienestar de las familias así como un incremento de sus derechos políticos a la ciudad, por la vía de la gobernanza. Lo que se observa es un reforzamiento de las tendencias a la apropiación del capital del espacio urbano en detrimento del ciudadano, así como de la disminución de sus derechos.

Las ciudades se han convertido en el lugar privilegiado al que se dirige la sobreacumulación de capital, como resultado de la renta petrolera de fines del siglo pasado, según el geógrafo David Harvey. La inversión de capital en la ciudad ha significado que, para su reproducción, se modifiquen los patrones del uso del territorio y que, combinado con la retirada del Estado como agente central, los espacios públicos se privaticen.

Lo anterior ha implicado una agudización de las contradicciones de la vida urbana, debido a que los patrones de acumulación de capital se han trasladado de la valorización en la producción a la acumulación a partir de la inversión en procesos en los que el capital ya no está fijo. Se invierte, por ejemplo, en la construcción de edificios y viviendas que, una vez que se venden, el capital se desplaza hacia otros espacios y así sucesivamente.

El trazo de calles, grandes avenidas, centros comerciales, conjuntos habitacionales, supercarreteras, ha implicado una transformación del territorio. Si la ciudad dejó de ser monocéntrica y ahora se han creado múltiples polos para el comercio y los servicios financieros y personales, la situación del ciudadano medio se ha transformado pero negativamente. Los poderes del ciudadano sobre los espacios públicos de la ciudad se reducen, en la medida en que el poder del capital se acrecienta.

Ha disminuido su capacidad de acceder al territorio en la medida en que ha perdido valor el ingreso que obtiene por la venta de su fuerza de trabajo, porque ya no se emplea en la industria asociada al proceso de industrialización del siglo pasado. Se contrata en el sector comercio, finanzas y servicios, en donde los ingresos y prestaciones no alcanzan el nivel logrado por el empleo industrial del pasado.

¿Cómo ha perdido el ciudadano, el habitante de la ciudad sus derechos ante la globalización?, principalmente a través de un proceso combinado en el que su desplazamiento hacia espacios de menor valor se combina con la idea que políticamente rige a la ciudad: la llamada gobernanza. Significa entre otras cosas una supuesta descentralización del poder hacia la ciudad con el fin de hacerla más “gobernable” así como convertir a la administración local en una herramienta más bien pragmática.

Por ello, la gobernanza debe concebirse como el establecimiento de una política dirigida por el poder hacia a los centros urbanos como una fase de reposicionamiento o recuperación del poder de una clase (que llegó el fin del muro de Berlín: Havery) en los centros urbanos, que se han convertido en claves para el capitalismo global. Si la ciudad es el centro del poder económico mundial, entonces, las ciudades, sobre todo las que mejor se prestan para este modelo, no podían quedar fuera de los eslabones del poder que acompaña a la globalización.

La mayoría de los urbanistas explican el concepto de gobernanza en las grandes metrópolis y urbes mundiales como la ampliación de los procesos de democratización de la ciudad. Sin embargo, no entienden que repiten con ese concepto la explicación que el poder global impone como discurso para legitimarse. Claro que cada quien tiene el derecho a explicarse las cosas como quiera. Pero también existen, por supuesto, en estas áreas dedicadas al estudio de la ciudad, expertos que no se han enganchado al anzuelo de la gobernanza.

Para quienes recuperaron el poder de clase, en el ámbito urbano, se requería una cierta apertura política con el fin de eliminar la conflictividad que surgiría en la ciudad con la economía de mercado, debido a los cambios sociales que sacuden a los clasificados como pobres. El problema es que la gobernanza combina la supuesta “apertura” democrática de la ciudad con el dejar caer sobre los hombros de los habitantes la reconstrucción de la ciudades pero en función del modelo globalizador que es su beneficiario.

A la gobernanza habría que contraponerle el “derecho a la ciudad”, en el que los ciudadanos son los responsables de construirla y nadie podría hablar a su nombre.

*Periodista por la UNAM, doctor en Desarrollo Regional por el Colegio de Postgraduados-Campus Puebla y profesor de la UATx.

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