POR ANA MARIA LONGI La Sociedad Cultural de México, sumada a los espacios universitarios, académicos, institucionales e informativos de nuestro país despidió ayer con gran dolor, en el Panteón Español, al doctor Ramón Xirau, (Barcelona, 24 de enero de 1924- México, D.F., 26 de julio de 2017). Admirable ensayista de la Filosofía, a quién tuvimos el privilegio de entrevistar por última vez, hace poco más de dos años, expresándonos que justamente “el oficio primordial de la filosofía, consiste en ordenar y analizar las ideas y razonamientos conduciéndolos hacia una profunda, disciplinada e imparable búsqueda de la verdad”. Ocasión única también, en la que el intelectual, observó que materia tan infinita como especializada, se inició de manera formal en etapas greco-romanas, cristianas, medievales y renacentistas modernas.
Y cuando vimos al querido Maestro Ramón Xirau Subías, en su agradable hogar “san angelino”, sonriente y feliz, agradecimos igual que ahora y para siempre, su santa paciencia de profesor , para explicarnos aquel planteamiento nuestro tan arriesgado: “Maestro: ¿cómo empezó a gestarse la auténtica humanización en nuestro Planeta, y qué tipo de señales empezaron a producirse dentro de las civilizaciones?
Así, recordamos, que mediante una sonrisa inicial, el ensayista, empezó por comentar las aventuras del Siglo XV A. C., hasta el III de nuestra Era. Empezando por un laberinto, un escudo y una Ley. “Mira Ana María, todo fue más o menos así: Situado en el centro de Creta, el palacio de Cnosos, cuya construcción legendaria se atribuye a Minos. Y es tan complejo en su estructura que los arqueólogos modernos se pierden todavía en sus subterráneos, sus vericuetos, sus corredores, sus habitaciones muchas veces sin comunicación aparente. Por eso cuando los griegos llegaron a Creta, el Palacio de Minos los llenó de admiración y para explicarse el misterio, inventaron la leyenda que ha pasado a la historia por su belleza y su verdad.
¿Y qué dice esa leyenda? Preguntamos aquella ocasión al hijo único de Joaquín Xirau Palau y Pilar Subías, cuya lengua materna fue el catalán. Y cuyos primeros estudios los cursó en un colegio Montessori en Barcelona, donde la misma María Montessori visitaba ocasionalmente. El filósofo, -agregamos-, que nos dijo que “el mundo que conoció de niño, de bellos colores, de números precisos, exactos, y de geometrías perfectas”, sería después un terrible contraste con la Guerra Civil Española que después le tocaría vivir.
No obstante, el especialista prosiguió: “Mira Ana María. La leyenda dice, que el futuro rey Minos disputa el trono de sus hermanos. Pide un signo del cielo que le indique su derecho al reino. No tarda en llegar el signo de los dioses bajo la forma de un toro blanco. Minos hace construir un laberinto para encerrar al monstruo recién nacido. Como el origen del Minotauro es divino, habrá que sacrificarle todos los años siete muchachos y siete doncellas de Atenas. Pero Teseo, ateniense, decide librar a su ciudad del tributo sangriento. Penetra al laberinto y gracias al hilo de Ariadna, princesa cretense enamorada de Teseo, puede salir del laberinto después de haber matado al Minotauro”. PRIMEROS MOVIMIENTOS RACIONALES
Y luego de aquella majestuosa clase disfrazada de entrevista, el Doctor Xirau aseveró, que aquella leyenda significaba, principalmente, que los griegos quisieron establecer un orden racional, una forma de vida que ya no dependiera de los monstruos ni de los sacrificios primitivos. “Significa también, dijo entonces, que ante un fenómeno inexplicable, tratan de dar una explicación congruente, capaz de ser entendida por todos los hombres. De la misma manera que los griegos pusieron orden en el laberinto, pusieron orden también en las creencias religiosas de los pueblos que encontraban a su paso. El dios Zeus, por ejemplo, es, desde una época primitiva, una mezcla de dos divinidades. Por un lado, el dios de los conquistadores helenos que gobierna a la luz y al cielo; por otra, es un dios mediterráneo, hijo de los Titanes y de las potencias terrestres. Este mismo dios de doble origen, se presenta sin embargo, en Homero, como el supremo de todos los dioses y en la Odisea, como un consejero sabio de los dioses y de los hombres. Así, a la multiplicidad de los dioses locales, los griegos de la época de Homero, los griegos del siglo XIII, han sustituido una serie de divinidades que se parecen, idealizadas, a la propia aristocracia homérica gobernada por un rey. Serena como los dioses que la habitan, ha de ser su morada en el Monte Olimpo”. CÓMO ANALIZA XIRAU EL SIGLO XX?
Y cuando el anterior cuestionamiento fue absorbido por el filósofo, su mirada adquirió una profundidad no expuesta con anterioridad. Así Xirau dijo: “Ana María, el siglo XX fue, en efecto, una época de peligros. Baste recordar los hechos más negativos de nuestro tiempo para que la crisis se presente como una de las más álgidas. Es decir, es la más álgida, desde que la historia se hizo historia en Oriente y Occidente a partir del siglo VIII antes de Cristo. Fue primero la Guerra Mundial de 1939, fue el nacimiento de los estados totalitarios que, con una violencia insospechada en la Alemania nazi, nos mostró que el hombre contemporáneo puede ser mucho más primitivo que los salvajes más primitivos, fue la bomba atómica y sigue siendo la bomba atómica, que amenaza con la destrucción no sólo de una cultura, no solo de un sistema de creencias y de ideas, sino de la humanidad misma. Estos hechos escuetos muestran cómo el peligro ha empezado a hacernos mucho más cautos y en conjunto más reflexivos. Sabemos que dirían Camus y Orwell, que somos mucho menos justos de lo que pensaron ser nuestros abuelos; sabemos que somos mucho más primitivos de lo que pensó el optimismo ciego de los positivistas del siglo antepasado; sabemos que la ciencia y la técnica -fenómenos brillantes y espectaculares del XX y del XXI-, no son un fin en sí y que las máquinas que el hombre descubre son neutras, ni buenas ni malas. Porque su bondad o su maldad, dependen, de la razón o la sin razón con la que el hombre las utilice”, enfatizó el inmortal filósofo. Un beso... Y hasta la próxima charla
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