/ martes 31 de octubre de 2023

“¿Me cooperas para mi calaverita?” Pregunta que acompaña a todo niño en Día de Muertos

La costumbre mexicana de pedir calaverita tiene lugar el 1 de noviembre de cada año, pero algunos aprovechan para hacerlo desde el 30 o 31 de octubre

“Dulce o truco” no es lo mismo que pedir calaverita. La tradición mexicana de dar y recibir dulces en Día de Muertos se remonta al siglo XVIII, época en la que los altares prehispánicos a la muerte se complementaron con elementos propios de la Conquista.

Mientras muchas familias adineradas solían montar ofrendas ostentosas a sus seres queridos fallecidos, a otros pobladores no les era posible completar sus pequeños altares. Por esa razón, los niños iban a otras casas para pedir cooperación el 1 de noviembre y así armar una mesa con todos los elementos antes de la llegada de las ánimas el día 2.

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Conforme pasó el tiempo, la tradición se transformó en una manera festiva de unir a las familias y compartir los alimentos, de modo que los niños comenzaron a salir solo por el gusto de recibir un pan o una fruta, pero sin olvidar la famosa pregunta: “¿me cooperas para mi calaverita?”

Para hacerlo más emocionante, los niños utilizaron chilacayotes en su recorrido. Con la ayuda de un cuchillo, se perforaban los ojos, nariz y boca en el fruto para sacar la pulpa y las semillas, y al último, colocarles una vela que alumbre su camino.

También, inventaron rimas para hacer más jocoso su trayecto. Algunas de ellas son: “Quiero paz, quiero amor, quiero dulces por favor”, “Señora deme caramelos o la dejo sin pelos”, “La calavera quiere cenar, cinco de dulce, cinco de sal, si no nos la dan, puertas y ventanas nos la pagarán”.

Más adelante, la costumbre incluyó intercambiar una canción por la calaverita, momento en el que se amalgama con el famoso “trick or treat” estadounidense, que se puede traducir como “dulce o truco”.

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La anterior es una tradición que surgió tras la inmigración de irlandeses católicos en la segunda mitad del siglo XIX. Esta festividad se adaptó y los pobladores empezaron a disfrazarse y recorrer casa por casa pidiendo dulces con una calabaza hueca en la mano.

En México, ambas prácticas se mezclaron a finales del siglo XIX. El resultado: calles nocturnas colmadas de niños disfrazados desde el 30 de octubre hasta el 2 de noviembre.

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La diferencia es que pocas veces esperan recibir alimentos para la ofrenda de sus familias. Lo más común en sus calaveritas de plástico son dulces o monedas. Además, los motivos en sus canciones son otros. Lo único que prevalece hasta nuestros días es la inigualable frase “¿Me cooperas para mi calaverita?”.

“Dulce o truco” no es lo mismo que pedir calaverita. La tradición mexicana de dar y recibir dulces en Día de Muertos se remonta al siglo XVIII, época en la que los altares prehispánicos a la muerte se complementaron con elementos propios de la Conquista.

Mientras muchas familias adineradas solían montar ofrendas ostentosas a sus seres queridos fallecidos, a otros pobladores no les era posible completar sus pequeños altares. Por esa razón, los niños iban a otras casas para pedir cooperación el 1 de noviembre y así armar una mesa con todos los elementos antes de la llegada de las ánimas el día 2.

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Conforme pasó el tiempo, la tradición se transformó en una manera festiva de unir a las familias y compartir los alimentos, de modo que los niños comenzaron a salir solo por el gusto de recibir un pan o una fruta, pero sin olvidar la famosa pregunta: “¿me cooperas para mi calaverita?”

Para hacerlo más emocionante, los niños utilizaron chilacayotes en su recorrido. Con la ayuda de un cuchillo, se perforaban los ojos, nariz y boca en el fruto para sacar la pulpa y las semillas, y al último, colocarles una vela que alumbre su camino.

También, inventaron rimas para hacer más jocoso su trayecto. Algunas de ellas son: “Quiero paz, quiero amor, quiero dulces por favor”, “Señora deme caramelos o la dejo sin pelos”, “La calavera quiere cenar, cinco de dulce, cinco de sal, si no nos la dan, puertas y ventanas nos la pagarán”.

Más adelante, la costumbre incluyó intercambiar una canción por la calaverita, momento en el que se amalgama con el famoso “trick or treat” estadounidense, que se puede traducir como “dulce o truco”.

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En México, ambas prácticas se mezclaron a finales del siglo XIX. El resultado: calles nocturnas colmadas de niños disfrazados desde el 30 de octubre hasta el 2 de noviembre.

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