“Voy a trabajar a los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) para mandarle dinero a mi madre que vive en pobreza, se lo voy a cumplir”, expresó José N., un campesino salvadoreño, mientras descansa cerca de las vías del tren en Apizaco.
Como él, cientos de migrantes arriban diariamente a Tlaxcala, unos amenazados, agotados y engripados, pero con la fe de seguir el camino hacia EE.UU
Solo que en el albergue de Apizaco hay días que es insuficiente el alojamiento para atender a todos: mujeres, hombres y niños.
En la noche del lunes, a las afueras de la casa del migrante La Sagrada Familia, decenas de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos pernoctan.
Unos acaban de salir del inmueble a la espera del paso de la “bestia de acero” y otros descienden enfermos, hambrientos y con sed.
Tirados en la banqueta apenas, se cubren con un suéter y gorro que les donaron y usan de almohada su maleta, otros, con las cobijas que cargan desde hace 20 días protegen a sus hijos.
En el interior de la casa, ubicada en la colonia Ferrocarrilera, las habitaciones para hombres y mujeres (100 en total) están ocupadas.
Ante los nuevos operativos del Instituto Nacional de Migración y de la Guardia Nacional, primero protegen a las mujeres y los niños.
Sin embargo, el paso constante de ilegales por Apizaco, ocasiona que se agoten los víveres, agua, medicamentos y ropa que abrigue, señaló Elías Dávila Espinoza, encargado del albergue.
Dijo que por ello, se debe apoyar a estos grupos de migrantes que a diferencia de otras entidades, en Apizaco no hay colonias de centroamericanos.
Denunció que la Guardia Nacional persiste en capturarlos, mientras que en su viaje son golpeados y asaltados.
“Así como queremos que traten a nuestros familiares en Estados Unidos, así hay que tratar a quienes vienen de Centroamérica con cariño como buenos huéspedes”, expresó.
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