/ viernes 24 de noviembre de 2023

Anatomía de lo social | Mis tres amigos y la Feria de Tlaxcala

Cada uno habla de la feria según como le va en ella.

Refrán


Ante un frío inesperado, las personas que transitaban por la zona del zócalo capitalino vestían con abrigos y suéteres, algunos con bufandas y guantes, señal inequívoca de que la temperatura “calaba hasta los huesos”, como se dice coloquialmente, algunos comentaban que el clima traería algunas enfermedades respiratorias, otros argumentaban sobre haberse vacunado contra la influenza estacional, en fin, el frío fue la causa de una gran diversidad de opiniones al respecto.


Antes de cruzar una de las calles que circundan la Plaza de la Constitución, me percaté que mi amigo, el de la sensibilidad y la mesura, se encontraba dándose “bola” con don Rafa, uno de los tantos betuneros que han permanecido en la zona durante muchos años y que, por obvias razones, conoce mucho de lo que ocurre en los alrededores. Después de saludarlos y sin preguntar, dijo el compañero de las buenas palabras: Aquí mirando cómo colocan los adornos navideños, aunque un poco adelantado, ya se empieza a sentir el ambiente decembrino, además -prosiguió- le decía que esos adornos ya están muy usados, se les nota en lo decolorado que están, además están tan viejos que hasta dan pena, es cierto, dijo don Rafa, las personas que vienen a su “boleada” así lo dicen, pues tienen más de cinco trienios esos adornos maltratados por el tiempo; además, de todo el dinero que se saca de los parquímetros los debería ocupar el ayuntamiento para cambiar la imagen urbana en estas próximas fiestas. En ese momento se terminó el aseo de los zapatos, una vez pagado el servicio, nos dirigimos al lugar de las reuniones, donde ya nos esperaban los otros dos amigos.


Qué bueno que llegaron -dijo el amigo de las inconformidades mientras señalaba al acompañante- aquí “Riqui Ricón” no para de presumir de todo lo que se compró en la feria y ya verán, pues ya me estaba hastiando…


No te enojes -dijo el aludido- solo por enseñarle mi chamarra de piel, con aplicaciones de peluche en el cuello y mi sombrero de ranchero, ya se estaba enojando…


Digan si no estoy en lo correcto -refutó-, en primera ni es ranchero ni es tan acaudalado como los que así se visten, lo malo es que siempre habla de su alto nivel de vida y eso pues sí es incómodo, más aún para quienes lo conocemos desde hace mucho tiempo


Mucho hay que decir -habló el amigo de la mesura- pues la feria, a sesenta años de su inicio en el lugar que hoy se conoce como el Centro Expositor, ha tenido muchos cambios en todos los aspectos, desde su administración hasta su organización, junto con todo aquello que la constituye; quizá no podemos dar testimonio de sus inicios pero si de los cambios, recuerdan cuando éramos adolescentes, el lugar de convivencia era alrededor del Lago del Niño, donde muchas familias llegaban a comer y a divertirse en sus modestos juegos infantiles…


Todo tiene que cambiar -le interrumpió el amigo de la bonanza- no pueden negar que hoy, en esta finalizada feria, se pudo observar el cuidado de sus instalaciones, todo limpio y bien organizado, los comerciantes expendedores tenían un espacio digno, para sus negocios, así es que tenemos que aceptar que este año la feria fue exitosa...


Pues sería exitosa para ti -lo increparon- que tienes dinero para divertirte y gastar o comprar lo que te plazca, sin embargo, la feria de este año fue muy elitista, pues la diversión y el placer no fue para el pueblo, sino solo para aquellos que, como tú, tienen esas posibilidades; seguro tú no lo notaste, pero hay evidencias de mis afirmaciones, te pregunto ¿A cuántas familias pudiste observar con sus hijos pequeños recorriendo el recinto ferial? ahora, dime ¿A cuántos de esos niños pudiste observar que se subieran a los juegos o que disfrutaran del juego de canicas o de los globos para ganarse un obsequio? entre otras tantas cosas, ah, se me olvidaba, ¿A cuántos viste comprar alguna golosina o un juguete que los niños o las niñas siempre le piden a sus papás? desde luego que desde tu pedestal no te diste cuenta…


Creo que en términos comparativos -habló el amigo de las palabras conciliadoras- sí existen grandes diferencias entre las ferias anteriores y las más recientes, desde la infraestructura, antes los pasillos eran de tierra y cuando llovía se llenaban de lodo, sin importarle a la gente que iba a divertirse; los juegos mecánicos eran tan sencillos y tan económicos que los papás en su modesta economía podían “subirlos” a los aparatos; hasta comprarles alguna golosina, entonces era una fiesta del pueblo…


No te olvides de mencionar -lo interrumpieron- lo de las carpas, donde se presentaban algunos artistas e imitadores, propio para toda la familia, ya por la noche se presentaban las chicas a go-go, con sus minivestidos para deleite de los trasnochadores y bebedores…


Desde esa perspectiva tienes razón, -retomó la palabra el interrumpido- las pocas familias que pudieron asistir, obvio, las de escasos recursos, se conformaban con ver a los ya clásicos voladores de Papantla, los títeres de Huamantla, y algunos hasta la oportunidad de mirar los eventos en el Teatro del Pueblo. Límites establecidos por las posibilidades económicas…


Te olvidas de dos cuestiones que parecen banales, aunque tienen que ver con los abusos, no solo para los locales sino también para los visitantes, por ejemplo el cobro excesivo de los lugares para estacionarse, donde al arbitrio de quienes se apropiaron de las calles, cobraron entre 100 y 200 pesos, donde te daban un boleto que no tenía ninguna utilidad ni responsabilidad; luego, para el acceso te daban un boleto con un QR para poder pasar los torniquetes, me parece el colmo, tanta exigencia para un rato de diversión. Bueno los que fueron…


Muchas cosas que cuestionar, lástima del tiempo y el espacio, mejor sigamos disfrutando nuestro café…


Cada uno habla de la feria según como le va en ella.

Refrán


Ante un frío inesperado, las personas que transitaban por la zona del zócalo capitalino vestían con abrigos y suéteres, algunos con bufandas y guantes, señal inequívoca de que la temperatura “calaba hasta los huesos”, como se dice coloquialmente, algunos comentaban que el clima traería algunas enfermedades respiratorias, otros argumentaban sobre haberse vacunado contra la influenza estacional, en fin, el frío fue la causa de una gran diversidad de opiniones al respecto.


Antes de cruzar una de las calles que circundan la Plaza de la Constitución, me percaté que mi amigo, el de la sensibilidad y la mesura, se encontraba dándose “bola” con don Rafa, uno de los tantos betuneros que han permanecido en la zona durante muchos años y que, por obvias razones, conoce mucho de lo que ocurre en los alrededores. Después de saludarlos y sin preguntar, dijo el compañero de las buenas palabras: Aquí mirando cómo colocan los adornos navideños, aunque un poco adelantado, ya se empieza a sentir el ambiente decembrino, además -prosiguió- le decía que esos adornos ya están muy usados, se les nota en lo decolorado que están, además están tan viejos que hasta dan pena, es cierto, dijo don Rafa, las personas que vienen a su “boleada” así lo dicen, pues tienen más de cinco trienios esos adornos maltratados por el tiempo; además, de todo el dinero que se saca de los parquímetros los debería ocupar el ayuntamiento para cambiar la imagen urbana en estas próximas fiestas. En ese momento se terminó el aseo de los zapatos, una vez pagado el servicio, nos dirigimos al lugar de las reuniones, donde ya nos esperaban los otros dos amigos.


Qué bueno que llegaron -dijo el amigo de las inconformidades mientras señalaba al acompañante- aquí “Riqui Ricón” no para de presumir de todo lo que se compró en la feria y ya verán, pues ya me estaba hastiando…


No te enojes -dijo el aludido- solo por enseñarle mi chamarra de piel, con aplicaciones de peluche en el cuello y mi sombrero de ranchero, ya se estaba enojando…


Digan si no estoy en lo correcto -refutó-, en primera ni es ranchero ni es tan acaudalado como los que así se visten, lo malo es que siempre habla de su alto nivel de vida y eso pues sí es incómodo, más aún para quienes lo conocemos desde hace mucho tiempo


Mucho hay que decir -habló el amigo de la mesura- pues la feria, a sesenta años de su inicio en el lugar que hoy se conoce como el Centro Expositor, ha tenido muchos cambios en todos los aspectos, desde su administración hasta su organización, junto con todo aquello que la constituye; quizá no podemos dar testimonio de sus inicios pero si de los cambios, recuerdan cuando éramos adolescentes, el lugar de convivencia era alrededor del Lago del Niño, donde muchas familias llegaban a comer y a divertirse en sus modestos juegos infantiles…


Todo tiene que cambiar -le interrumpió el amigo de la bonanza- no pueden negar que hoy, en esta finalizada feria, se pudo observar el cuidado de sus instalaciones, todo limpio y bien organizado, los comerciantes expendedores tenían un espacio digno, para sus negocios, así es que tenemos que aceptar que este año la feria fue exitosa...


Pues sería exitosa para ti -lo increparon- que tienes dinero para divertirte y gastar o comprar lo que te plazca, sin embargo, la feria de este año fue muy elitista, pues la diversión y el placer no fue para el pueblo, sino solo para aquellos que, como tú, tienen esas posibilidades; seguro tú no lo notaste, pero hay evidencias de mis afirmaciones, te pregunto ¿A cuántas familias pudiste observar con sus hijos pequeños recorriendo el recinto ferial? ahora, dime ¿A cuántos de esos niños pudiste observar que se subieran a los juegos o que disfrutaran del juego de canicas o de los globos para ganarse un obsequio? entre otras tantas cosas, ah, se me olvidaba, ¿A cuántos viste comprar alguna golosina o un juguete que los niños o las niñas siempre le piden a sus papás? desde luego que desde tu pedestal no te diste cuenta…


Creo que en términos comparativos -habló el amigo de las palabras conciliadoras- sí existen grandes diferencias entre las ferias anteriores y las más recientes, desde la infraestructura, antes los pasillos eran de tierra y cuando llovía se llenaban de lodo, sin importarle a la gente que iba a divertirse; los juegos mecánicos eran tan sencillos y tan económicos que los papás en su modesta economía podían “subirlos” a los aparatos; hasta comprarles alguna golosina, entonces era una fiesta del pueblo…


No te olvides de mencionar -lo interrumpieron- lo de las carpas, donde se presentaban algunos artistas e imitadores, propio para toda la familia, ya por la noche se presentaban las chicas a go-go, con sus minivestidos para deleite de los trasnochadores y bebedores…


Desde esa perspectiva tienes razón, -retomó la palabra el interrumpido- las pocas familias que pudieron asistir, obvio, las de escasos recursos, se conformaban con ver a los ya clásicos voladores de Papantla, los títeres de Huamantla, y algunos hasta la oportunidad de mirar los eventos en el Teatro del Pueblo. Límites establecidos por las posibilidades económicas…


Te olvidas de dos cuestiones que parecen banales, aunque tienen que ver con los abusos, no solo para los locales sino también para los visitantes, por ejemplo el cobro excesivo de los lugares para estacionarse, donde al arbitrio de quienes se apropiaron de las calles, cobraron entre 100 y 200 pesos, donde te daban un boleto que no tenía ninguna utilidad ni responsabilidad; luego, para el acceso te daban un boleto con un QR para poder pasar los torniquetes, me parece el colmo, tanta exigencia para un rato de diversión. Bueno los que fueron…


Muchas cosas que cuestionar, lástima del tiempo y el espacio, mejor sigamos disfrutando nuestro café…