/ martes 22 de septiembre de 2020

Con un cachito de voluntad

México necesita más que cachitos de lotería para resolver sus problemas; necesita, al menos, cachitos de voluntad, inteligencia y eficiencia para entender las prioridades en la vida cotidiana de las personas: su salud, su economía, su seguridad. Pero lo único que tenemos como respuesta son “series completas” de soberbia, desprecio, desdén, indolencia e insensibilidad.

El presidente ha mal gastado los recursos del Gobierno federal y, por lo visto, no tiene voluntad para atender los graves pendientes nacionales y dejar atrás el rencor y el odio. ¿Cuánto cuesta un cachito de voluntad para entender que sus diferencias con los actores políticos del pasado, llámense Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Enrique Peña, pero en especial Felipe Calderón, han costado ya tantas vidas?

La rifa del 15 de septiembre no fue más que un espectáculo desde su planeación: no se rifó ningún avión, se dejó a la suerte la salud de las y los mexicanos, y en definitiva, el Gobierno perdió mil 295 millones de pesos, según el reporte de especialistas en el tema. Estos son los números:

INGRESOS

Venta 4, 685,800 cachitos

2,342 mdp

EGRESOS

Pago de 76 premios de 20 mdp

1,520 mdp

Utilidad neta

822 mdp

IEPS (30 %) 246 mdp

Comisión a billeteros (12 %) 281 mdp

Costo impresión, distribución y administración (3 %) 90 mdp

Utilidad neta

205 mdp

RESTAR

Compra de 1 millón de cachitos para regalar a hospitales 500 mdp

Mantenimiento avión por dos años 1000 mdp

Pérdida del Gobierno federal 1,295 mdp.

Lo que sucede no sólo es ridículo, sino que es una verdadera tragedia para el país. Es mezquino simular preocupación por los grupos más vulnerables y recurrir a la falaz prédica del “amor al prójimo”, cuando dominan la insensibilidad y la indolencia. Estar al pendiente del prójimo es demostrar amor a los enfermos de Covid-19, que requieren atención hospitalaria digna; amor a las niñas y niños que necesitan tratamientos oncológicos; amor y reconocimiento a los más de mil 300 trabajadores de la salud que han perdido la vida por la falta de protección adecuada y que, desgraciadamente, debe ser mayor el número de decesos; amor a madres y padres de familia que se quedaron sin empleo y no cuentan siquiera con un ingreso vital mensual para sobrellevar los estragos económicos que ha traído esta pandemia; amor y respeto a las miles de familias que han perdido a sus seres queridos por homicidios dolosos, incluidos los feminicidios, y a manos de la delincuencia organizada.

¡Lo que no se haría con un cachito de voluntad! Pero está visto que el inquilino de Palacio Nacional no tiene ni el más mínimo propósito de gobernar como un estadista, para todas y todos los mexicanos, quienes votaron por él y los que no, los que coinciden con él y los que disienten. Ninguna de las emergencias de este país lo ha movido ni un ápice a rectificar el rumbo, dejar atrás su soberbia y servir y no servirse del poder político que le da la Presidencia de la República. Mucho se avanzaría con un cachito de bienes y servicios que el Estado mexicano está obligado a proporcionar a sus habitantes.

México necesita más que cachitos de lotería para resolver sus problemas; necesita, al menos, cachitos de voluntad, inteligencia y eficiencia para entender las prioridades en la vida cotidiana de las personas: su salud, su economía, su seguridad. Pero lo único que tenemos como respuesta son “series completas” de soberbia, desprecio, desdén, indolencia e insensibilidad.

El presidente ha mal gastado los recursos del Gobierno federal y, por lo visto, no tiene voluntad para atender los graves pendientes nacionales y dejar atrás el rencor y el odio. ¿Cuánto cuesta un cachito de voluntad para entender que sus diferencias con los actores políticos del pasado, llámense Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Enrique Peña, pero en especial Felipe Calderón, han costado ya tantas vidas?

La rifa del 15 de septiembre no fue más que un espectáculo desde su planeación: no se rifó ningún avión, se dejó a la suerte la salud de las y los mexicanos, y en definitiva, el Gobierno perdió mil 295 millones de pesos, según el reporte de especialistas en el tema. Estos son los números:

INGRESOS

Venta 4, 685,800 cachitos

2,342 mdp

EGRESOS

Pago de 76 premios de 20 mdp

1,520 mdp

Utilidad neta

822 mdp

IEPS (30 %) 246 mdp

Comisión a billeteros (12 %) 281 mdp

Costo impresión, distribución y administración (3 %) 90 mdp

Utilidad neta

205 mdp

RESTAR

Compra de 1 millón de cachitos para regalar a hospitales 500 mdp

Mantenimiento avión por dos años 1000 mdp

Pérdida del Gobierno federal 1,295 mdp.

Lo que sucede no sólo es ridículo, sino que es una verdadera tragedia para el país. Es mezquino simular preocupación por los grupos más vulnerables y recurrir a la falaz prédica del “amor al prójimo”, cuando dominan la insensibilidad y la indolencia. Estar al pendiente del prójimo es demostrar amor a los enfermos de Covid-19, que requieren atención hospitalaria digna; amor a las niñas y niños que necesitan tratamientos oncológicos; amor y reconocimiento a los más de mil 300 trabajadores de la salud que han perdido la vida por la falta de protección adecuada y que, desgraciadamente, debe ser mayor el número de decesos; amor a madres y padres de familia que se quedaron sin empleo y no cuentan siquiera con un ingreso vital mensual para sobrellevar los estragos económicos que ha traído esta pandemia; amor y respeto a las miles de familias que han perdido a sus seres queridos por homicidios dolosos, incluidos los feminicidios, y a manos de la delincuencia organizada.

¡Lo que no se haría con un cachito de voluntad! Pero está visto que el inquilino de Palacio Nacional no tiene ni el más mínimo propósito de gobernar como un estadista, para todas y todos los mexicanos, quienes votaron por él y los que no, los que coinciden con él y los que disienten. Ninguna de las emergencias de este país lo ha movido ni un ápice a rectificar el rumbo, dejar atrás su soberbia y servir y no servirse del poder político que le da la Presidencia de la República. Mucho se avanzaría con un cachito de bienes y servicios que el Estado mexicano está obligado a proporcionar a sus habitantes.