/ jueves 16 de noviembre de 2023

La columna del Norte

El templo de Jerusalén, construido bajo la dirección del rey Salomón, tenía en su entrada dos grandes columnas: una situada en el Norte (llamada Fortaleza) y la otra en el Sur (llamada Estabilidad), mismas que además de tener propósitos utilitarios y ornamentales, cumplían con la función simbólica de transmitir determinadas enseñanzas sumamente útiles para aquellos capaces de interpretarlas. Y es que todo lo que relata la Biblia tiene, de acuerdo con el Reverendo Emmet Fox, un significado triple: el primero es físico o material; el segundo es mental y el tercero espiritual.

No cabe duda que las columnas ocupan un lugar prominente en los textos y en los mitos de la antigüedad, no solamente en la tradición judeocristiana sino en muchas más. Y esto es así porque ellas representan la naturaleza del ser humano, ya que una columna une y conecta lo de arriba con lo de abajo, el cielo con la tierra, el espíritu con la materia.

Pues bien, cuenta la tradición que la ubicada en el lado Norte del mencionado templo servía también como una especie de bodega en la que se guardaban ciertas cosas muy específicas. ¿Ve usted, estimado lector, cómo es verdad que las columnas nos representan a los seres humanos? ¡Nada más piense por un momento que también nosotros somos como bodegas que con el pasar del tiempo vamos almacenando tantas y tantas cosas! Algunas buenas, pero muchas otras no tanto… Y qué le digo, para que podamos avanzar y ser felices hay que echar de vez en cuando un vistazo a lo que traemos dentro y seleccionar lo que queremos conservar y lo que no.

¿Pero qué cosas se guardaban en la famosa columna? Las siguientes: el volumen de la ley sagrada, las herramientas de los obreros del templo y el salario de los mismos. Entender lo que significa cada uno de estos tres elementos puede ayudarnos a profundizar en la comprensión de nosotros mismos y de la realidad que nos circunda.

En primer lugar, como ya vimos, se encuentra el texto de la ley sagrada. Esto nos recuerda que la casualidad no puede existir en un universo gobernado y dirigido por la ley de causa y efecto. Por lo tanto no podemos pasarnos la vida responsabilizando a Dios, a la vida, a las circunstancias o a nuestros semejantes de lo que nos sucede, ya que los pensamientos y creencias de una persona son la causa de todo lo que esta experimenta a lo largo de su vida. El conocimiento de la ley nos libera porque nos ayuda a entender que podemos dejar de sentirnos víctimas de los factores externos y convertirnos en las personas que realmente queremos ser; nos hace conscientes de que nuestra mente es el timón de nuestra existencia y que podemos cambiar el rumbo a voluntad. Comprender la ley, en fin, nos otorga el poder de salir adelante en medio de cualquier situación por difícil que esta sea.

En segundo lugar, están las herramientas de los obreros. Mire, al igual que aquellos trabajadores en la antigua Jerusalén, usted también es un constructor, pero de su conciencia y de su realidad. La principal herramienta que tiene a la mano es, desde luego, el poder creador de su mente, el cual le permite transformar su vida y alcanzar sus más anheladas metas. Amable lector, su conciencia es como un templo en construcción, y usted decide con qué materiales lo levanta y le da forma. Esos materiales son sus pensamientos, así que elija solamente los mejores y deseche los que no valen la pena.

En tercer lugar, la columna del Norte guardaba en su interior el salario de los trabajadores. Le aseguro que si se convierte usted en el constructor de su vida recibirá como pago o recompensa paz, estabilidad, alegría, abundancia, salud, éxito y bienestar. Nadie más podrá hacer por usted este trabajo porque se trata de una tarea personal. No espere que alguien llegue con una varita mágica y cambie lo que solamente usted puede cambiar. A veces estamos tan ocupados en el mundo exterior que se nos olvida el mundo interior, que es en donde se originan nuestros desbalances y problemas. Afortunadamente cada día tenemos la oportunidad de recapacitar y hacer que las cosas cambien, así que aprovechemos el momento presente y trabajemos en la magna obra de la construcción de una vida mejor para nosotros y para nuestros seres amados.

Tal vez usted se siente débil e impotente ante los problemas y dificultades de la vida y tiene el profundo deseo de cambiar las cosas y convertirse en alguien diferente. Quizá la tristeza, el temor y la ansiedad se han apoderado de usted y le impiden avanzar y crecer. No lo sé, pero si es así quiero decirle lo siguiente: no se rinda, tenga fe, usted está llamado a ser una columna inamovible, con los pies en la tierra y la mirada en el cielo.

Como siempre, le deseo lo mejor y le agradezco por tomarse el tiempo de leerme.


El templo de Jerusalén, construido bajo la dirección del rey Salomón, tenía en su entrada dos grandes columnas: una situada en el Norte (llamada Fortaleza) y la otra en el Sur (llamada Estabilidad), mismas que además de tener propósitos utilitarios y ornamentales, cumplían con la función simbólica de transmitir determinadas enseñanzas sumamente útiles para aquellos capaces de interpretarlas. Y es que todo lo que relata la Biblia tiene, de acuerdo con el Reverendo Emmet Fox, un significado triple: el primero es físico o material; el segundo es mental y el tercero espiritual.

No cabe duda que las columnas ocupan un lugar prominente en los textos y en los mitos de la antigüedad, no solamente en la tradición judeocristiana sino en muchas más. Y esto es así porque ellas representan la naturaleza del ser humano, ya que una columna une y conecta lo de arriba con lo de abajo, el cielo con la tierra, el espíritu con la materia.

Pues bien, cuenta la tradición que la ubicada en el lado Norte del mencionado templo servía también como una especie de bodega en la que se guardaban ciertas cosas muy específicas. ¿Ve usted, estimado lector, cómo es verdad que las columnas nos representan a los seres humanos? ¡Nada más piense por un momento que también nosotros somos como bodegas que con el pasar del tiempo vamos almacenando tantas y tantas cosas! Algunas buenas, pero muchas otras no tanto… Y qué le digo, para que podamos avanzar y ser felices hay que echar de vez en cuando un vistazo a lo que traemos dentro y seleccionar lo que queremos conservar y lo que no.

¿Pero qué cosas se guardaban en la famosa columna? Las siguientes: el volumen de la ley sagrada, las herramientas de los obreros del templo y el salario de los mismos. Entender lo que significa cada uno de estos tres elementos puede ayudarnos a profundizar en la comprensión de nosotros mismos y de la realidad que nos circunda.

En primer lugar, como ya vimos, se encuentra el texto de la ley sagrada. Esto nos recuerda que la casualidad no puede existir en un universo gobernado y dirigido por la ley de causa y efecto. Por lo tanto no podemos pasarnos la vida responsabilizando a Dios, a la vida, a las circunstancias o a nuestros semejantes de lo que nos sucede, ya que los pensamientos y creencias de una persona son la causa de todo lo que esta experimenta a lo largo de su vida. El conocimiento de la ley nos libera porque nos ayuda a entender que podemos dejar de sentirnos víctimas de los factores externos y convertirnos en las personas que realmente queremos ser; nos hace conscientes de que nuestra mente es el timón de nuestra existencia y que podemos cambiar el rumbo a voluntad. Comprender la ley, en fin, nos otorga el poder de salir adelante en medio de cualquier situación por difícil que esta sea.

En segundo lugar, están las herramientas de los obreros. Mire, al igual que aquellos trabajadores en la antigua Jerusalén, usted también es un constructor, pero de su conciencia y de su realidad. La principal herramienta que tiene a la mano es, desde luego, el poder creador de su mente, el cual le permite transformar su vida y alcanzar sus más anheladas metas. Amable lector, su conciencia es como un templo en construcción, y usted decide con qué materiales lo levanta y le da forma. Esos materiales son sus pensamientos, así que elija solamente los mejores y deseche los que no valen la pena.

En tercer lugar, la columna del Norte guardaba en su interior el salario de los trabajadores. Le aseguro que si se convierte usted en el constructor de su vida recibirá como pago o recompensa paz, estabilidad, alegría, abundancia, salud, éxito y bienestar. Nadie más podrá hacer por usted este trabajo porque se trata de una tarea personal. No espere que alguien llegue con una varita mágica y cambie lo que solamente usted puede cambiar. A veces estamos tan ocupados en el mundo exterior que se nos olvida el mundo interior, que es en donde se originan nuestros desbalances y problemas. Afortunadamente cada día tenemos la oportunidad de recapacitar y hacer que las cosas cambien, así que aprovechemos el momento presente y trabajemos en la magna obra de la construcción de una vida mejor para nosotros y para nuestros seres amados.

Tal vez usted se siente débil e impotente ante los problemas y dificultades de la vida y tiene el profundo deseo de cambiar las cosas y convertirse en alguien diferente. Quizá la tristeza, el temor y la ansiedad se han apoderado de usted y le impiden avanzar y crecer. No lo sé, pero si es así quiero decirle lo siguiente: no se rinda, tenga fe, usted está llamado a ser una columna inamovible, con los pies en la tierra y la mirada en el cielo.

Como siempre, le deseo lo mejor y le agradezco por tomarse el tiempo de leerme.