/ viernes 9 de septiembre de 2022

Los siete demonios de María Magdalena

Cuando leo en el Evangelio que de María Magdalena salieron siete demonios (Lucas 8:2) no puedo dejar de preguntarme a qué se refieren esas enigmáticas palabras. Y, lo más importante, si la experiencia de esa mujer tiene algo que ver con lo que nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, vivimos día tras día.

Yo creo que los demonios de los que nos hablan las Escrituras son en realidad estados de conciencia que en algún momento se apoderan de nosotros y logran controlarnos. En todo caso, lo que realmente importa es que esos demonios pueden finalmente ser confrontados y expulsados. Si no pudiéramos despojarnos de lo que nos oprime y nos daña, la vida sería catastrófica y no seríamos más que marionetas del destino sin ningún poder real sobre las circunstancias.

Ahora permíteme, estimado lector, especular un poco. Te propongo a continuación una lista de "demonios" que, tal vez, fueron los mismos que atormentaban a María Magdalena y que pudieran estar molestándote también a ti.

Primero, el demonio de la baja autoestima. Este es el estado de conciencia de la persona que no se ama ni se respeta y por lo tanto se la pasa permitiendo que los demás la maltraten, la humillen y la molesten. Ahora bien, ¿Cómo puedes liberarte de este sutil demonio? Ámate a ti mismo, date cuenta de que eres único, lleno de cualidades y características que te dan un valor increíble. Piensa en todo lo que has vivido, en las pruebas que has superado, en las luchas que has ganado. Y te darás cuenta de que en tu vida y en tu mundo no hay nadie más importante que tú. Y como consecuencia te alejarás de quienes no saben valorarte ni respetarte. Es así de simple.

Segundo, el demonio de la apatía. Este te domina cuando todo te da igual, cuando nada te entusiasma, cuando no quieres mover un dedo para cambiar las cosas. La apatía se combate y se expulsa con disciplina, no hay de otra. Y con el hábito de ver lo bueno en donde tal vez ahora solo vez cosas malas. Toma en cuenta que cada vez que sale el sol la Vida te está dando una oportunidad única para recomenzar y construir tu felicidad. No te quejes por lo que no tienes y por lo que no pudiste lograr. Agradece por tantas cosas con las que has sido bendecido, cambia tu perspectiva, y todo a tu alrededor cambiará.

Tercero, el demonio de la tristeza. Sí, entiendo que has pasado por situaciones difíciles, que has enfrentado pérdidas, que la soledad te ha hecho sufrir. Pero toma en cuenta que estás aquí para crecer, para expandirte, y que las experiencias dolorosas te sirven para aprender y madurar, para fortalecer y aumentar tu calidad humana, para hacerte compasivo y empático con tus semejantes. No permitas que la tristeza te impida seguir adelante y ser feliz. Enfréntala, dile que no tiene poder sobre ti, que quien manda eres tú, ¡no ella!

Cuarto, el demonio del temor. Ese temor que te impide tomar decisiones, arriesgarte y perseguir tus sueños hasta alcanzarlos. ¡Cómo cuesta salir de la zona de confort y realizar los cambios necesarios! Pero mira, una vez que lo logras, la satisfacción es enorme. Cuando te sientas rebasado por el mundo, las circunstancias, las personas y las cosas, acude con fe al Poder Supremo que habita en ti, date cuenta de que Él te respalda y estará contigo siempre. ¡Ánimo!

Quinto, el demonio de la victimización. Déjame ser muy claro contigo y decirte que no eres víctima de nada ni de nadie, aunque a veces jugar ese papel puede ser muy placentero porque es fácil culpar y responsabilizar a los demás y así lavarnos las manos y no hacernos responsables de nuestros asuntos. Existe un principio metafísico fundamental: todo lo que te sucede, todo lo que eres, todo lo que hay en tu mundo personal lo has atraído y manifestado tú mismo. Entender que tú y solo tú eres el capitán de tu barco te dará un poder y una libertad verdaderamente extraordinarios.

Sexto, el demonio del rencor. Tal vez alguien, hace mucho tiempo, te hizo daño. Y tú odias a ase alguien y cada vez que lo recuerdas le deseas lo peor. ¿Pero sabes algo? Es muy posible que ese alguien ande por ahí tan campante y feliz de la vida mientras tú vives con el hígado retorcido. ¿Quién sale perdiendo? Tú. ¿Quién se enferma? Tú. ¿Quién sigue sufriendo? Adivinaste, tú. ¿Te das cuenta? Solo tú puedes darle poder a las personas y a las circunstancias. En el momento en el que ya no piensas en ellas dejas de ser su esclavo. Perdona y libera, no por el bien de los demás sino por el tuyo. El perdón te restaura y te sana.

Por último, el séptimo demonio: La codependencia. Es cierto, muchas veces nos enganchamos en relaciones que nos hacen daño. Y lo que se esconde detrás de eso es el miedo a la soledad. Cuántas veces hemos oído por ahí frases como: "¡Es que sin ti me muero!" Mucho cuidado, ahí hay un foco rojo. Te mueres si te falta el oxígeno, no si se te va tal o cual persona. Todos somos útiles pero nadie es indispensable. Corta de raíz cualquier relación que te haga daño o en la que seas tú quien hace daño. Nadie está obligado a soportar tales circunstancias. Sin importar si hablamos de la pareja, la familia, los amigos, etc. Tengamos el valor de romper ciclos enfermizos y de hacer a un lado relaciones tóxicas que no nos dejan nada bueno. Con toda honestidad te digo: más vale solo que mal acompañado. ¿No crees?

Apreciable lector, así como María Magdalena fue liberada de sus demonios internos, deseo que tú también te liberes de los tuyos. Claro que no es un proceso fácil. ¡Y lleva algo de tiempo! Pero bien vale la pena. Como siempre, agradezco tu atención y te deseo lo mejor.

*Comunicólogo y sacerdote anglicano.


Cuando leo en el Evangelio que de María Magdalena salieron siete demonios (Lucas 8:2) no puedo dejar de preguntarme a qué se refieren esas enigmáticas palabras. Y, lo más importante, si la experiencia de esa mujer tiene algo que ver con lo que nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, vivimos día tras día.

Yo creo que los demonios de los que nos hablan las Escrituras son en realidad estados de conciencia que en algún momento se apoderan de nosotros y logran controlarnos. En todo caso, lo que realmente importa es que esos demonios pueden finalmente ser confrontados y expulsados. Si no pudiéramos despojarnos de lo que nos oprime y nos daña, la vida sería catastrófica y no seríamos más que marionetas del destino sin ningún poder real sobre las circunstancias.

Ahora permíteme, estimado lector, especular un poco. Te propongo a continuación una lista de "demonios" que, tal vez, fueron los mismos que atormentaban a María Magdalena y que pudieran estar molestándote también a ti.

Primero, el demonio de la baja autoestima. Este es el estado de conciencia de la persona que no se ama ni se respeta y por lo tanto se la pasa permitiendo que los demás la maltraten, la humillen y la molesten. Ahora bien, ¿Cómo puedes liberarte de este sutil demonio? Ámate a ti mismo, date cuenta de que eres único, lleno de cualidades y características que te dan un valor increíble. Piensa en todo lo que has vivido, en las pruebas que has superado, en las luchas que has ganado. Y te darás cuenta de que en tu vida y en tu mundo no hay nadie más importante que tú. Y como consecuencia te alejarás de quienes no saben valorarte ni respetarte. Es así de simple.

Segundo, el demonio de la apatía. Este te domina cuando todo te da igual, cuando nada te entusiasma, cuando no quieres mover un dedo para cambiar las cosas. La apatía se combate y se expulsa con disciplina, no hay de otra. Y con el hábito de ver lo bueno en donde tal vez ahora solo vez cosas malas. Toma en cuenta que cada vez que sale el sol la Vida te está dando una oportunidad única para recomenzar y construir tu felicidad. No te quejes por lo que no tienes y por lo que no pudiste lograr. Agradece por tantas cosas con las que has sido bendecido, cambia tu perspectiva, y todo a tu alrededor cambiará.

Tercero, el demonio de la tristeza. Sí, entiendo que has pasado por situaciones difíciles, que has enfrentado pérdidas, que la soledad te ha hecho sufrir. Pero toma en cuenta que estás aquí para crecer, para expandirte, y que las experiencias dolorosas te sirven para aprender y madurar, para fortalecer y aumentar tu calidad humana, para hacerte compasivo y empático con tus semejantes. No permitas que la tristeza te impida seguir adelante y ser feliz. Enfréntala, dile que no tiene poder sobre ti, que quien manda eres tú, ¡no ella!

Cuarto, el demonio del temor. Ese temor que te impide tomar decisiones, arriesgarte y perseguir tus sueños hasta alcanzarlos. ¡Cómo cuesta salir de la zona de confort y realizar los cambios necesarios! Pero mira, una vez que lo logras, la satisfacción es enorme. Cuando te sientas rebasado por el mundo, las circunstancias, las personas y las cosas, acude con fe al Poder Supremo que habita en ti, date cuenta de que Él te respalda y estará contigo siempre. ¡Ánimo!

Quinto, el demonio de la victimización. Déjame ser muy claro contigo y decirte que no eres víctima de nada ni de nadie, aunque a veces jugar ese papel puede ser muy placentero porque es fácil culpar y responsabilizar a los demás y así lavarnos las manos y no hacernos responsables de nuestros asuntos. Existe un principio metafísico fundamental: todo lo que te sucede, todo lo que eres, todo lo que hay en tu mundo personal lo has atraído y manifestado tú mismo. Entender que tú y solo tú eres el capitán de tu barco te dará un poder y una libertad verdaderamente extraordinarios.

Sexto, el demonio del rencor. Tal vez alguien, hace mucho tiempo, te hizo daño. Y tú odias a ase alguien y cada vez que lo recuerdas le deseas lo peor. ¿Pero sabes algo? Es muy posible que ese alguien ande por ahí tan campante y feliz de la vida mientras tú vives con el hígado retorcido. ¿Quién sale perdiendo? Tú. ¿Quién se enferma? Tú. ¿Quién sigue sufriendo? Adivinaste, tú. ¿Te das cuenta? Solo tú puedes darle poder a las personas y a las circunstancias. En el momento en el que ya no piensas en ellas dejas de ser su esclavo. Perdona y libera, no por el bien de los demás sino por el tuyo. El perdón te restaura y te sana.

Por último, el séptimo demonio: La codependencia. Es cierto, muchas veces nos enganchamos en relaciones que nos hacen daño. Y lo que se esconde detrás de eso es el miedo a la soledad. Cuántas veces hemos oído por ahí frases como: "¡Es que sin ti me muero!" Mucho cuidado, ahí hay un foco rojo. Te mueres si te falta el oxígeno, no si se te va tal o cual persona. Todos somos útiles pero nadie es indispensable. Corta de raíz cualquier relación que te haga daño o en la que seas tú quien hace daño. Nadie está obligado a soportar tales circunstancias. Sin importar si hablamos de la pareja, la familia, los amigos, etc. Tengamos el valor de romper ciclos enfermizos y de hacer a un lado relaciones tóxicas que no nos dejan nada bueno. Con toda honestidad te digo: más vale solo que mal acompañado. ¿No crees?

Apreciable lector, así como María Magdalena fue liberada de sus demonios internos, deseo que tú también te liberes de los tuyos. Claro que no es un proceso fácil. ¡Y lleva algo de tiempo! Pero bien vale la pena. Como siempre, agradezco tu atención y te deseo lo mejor.

*Comunicólogo y sacerdote anglicano.