La mañana del 15 de marzo de 1989, Claudia Angélica Astorga Guevara, de 18 años de edad, abordó la unidad 31 de “Flecha Verde” rumbo a la Universidad Iberoamericana de Puebla, en la que cursaba el segundo semestre de la Licenciatura en Diseño Gráfico.
La joven originaria de la ciudad de Chiautempan, quien tenía una beca del 50 % como alumna destacada, fue llevada a la parada de los autobuses por su madre, la profesora Angélica Guevara.
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A 34 años de distancia, la madre de una de las víctimas mortales de la tragedia más grande de la que se tenga registro en Tlaxcala, admitió hablar por primera vez de lo ocurrido ante un medio de comunicación.
De entrada, agradece las muestras de cariño de toda la gente que se solidarizó en lo que califica como “el momento más triste de mi vida”.
Al portar en el cuello la cruz de oro que su hija recibió en su fiesta de 15 años, la cual logró rescatar cuando le devolvieron los restos mortales, Angélica Guevara rememoró paso a paso ese negro amanecer y afirma que “lo recuerdo como si fuera ayer y me sigue doliendo mucho”.
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Contó a El Sol de Tlaxcala que fue el novio de su hija (al que el camión ese día dejó por llegar tarde), quien alrededor de las 7:00 horas llegó a su casa para darle la noticia del accidente del autobús.
Nos fuimos rápido a la carretera y antes de llegar a Teolocholco vi todo. Había mucho caos y de pronto sacaron el cuerpo de mi hija, la reconocí de inmediato por su ropa y su cabello, quise ir a abrazarla, pero me impidieron pasar, confía visiblemente conmovida.
Con voz entrecortada, prefiere omitir los detalles de lo que fue el accidente y sepelio, para dar paso a la buena imagen que su hija dejó en sus seres queridos y todo aquello por lo que la recuerdan.
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“Si me amaís, viviré”, se observa en la cruz de Claudia Angélica (05/10/1970-15/03/1989), frase con la que su madre la tiene presente todos los días.
Lo único que puedo decir es que esa tragedia no solo nos marcó como familia de las víctimas, también marcó a Tlaxcala y hasta hoy duele… la enseñanza que dejó es amar a nuestros seres queridos en todo momento, porque la vida cambia en un instante