La Gaceta UNAM anunció en su más reciente número una noticia que la comunidad científica había esperado por años: finalmente se logró revertir el daño en la capa de ozono de la Tierra gracias al Protocolo de Montreal, un plan del Convenio de Viena para proteger esta capa natural del planeta.
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De acuerdo con este artículo, proveniente del Informe de agencias de las Naciones Unidas, la capa de ozono se restaurará dentro de 43 años a como estaba en 1980, antes de la aparición de agujeros en diferentes puntos del planeta.
La toma de medidas para controlar la producción total mundial y el consumo de casi 100 sustancias que dañan el ozono es lo que ha hecho posible este importante avance científico en beneficio de nuestro planeta, según la Organización de Naciones Unidas (ONU).
La aplicación del Protocolo de Montreal ha progresado bien en los países desarrollados y países en desarrollo. Todos los calendarios de eliminación se han respetado en la mayoría de los casos, algunos incluso antes de lo previsto, anunció la organización.
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Y, ¿en qué nos beneficia este hecho?
La restauración de daños en la capa de ozono tiene dos beneficios directos hacia los seres humanos. En primer lugar, cabe mencionar que el debilitamiento de la capa es dañino para el cuerpo humano debido a la radiación solar. En pocas palabras, esta capa actúa como un protector solar natural y mantenerlo intacto puede protegernos considerablemente.
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Por otro lado, algunos de los químicos dañinos eliminados son gases de efecto invernadero, de tal suerte que ha detenido hasta un grado celsius el calentamiento para mediados de siglo, en comparación con el aumento de su uso en 3 por ciento anual.
La recuperación de un clima ideal para animales, plantas y seres humanos también asegura la reducción de inundaciones, el asfixiante calor y la alteración en los sistemas alimentarios.
En conclusión, esta noticia nos beneficia a todos.
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El papel de México en el Protocolo Montreal
Según la Gaceta, durante los años 70 del siglo pasado, los científicos Frank Sherwood Rowland y el químico mexicano Mario Molina (egresado de la Facultad de Química de la UNAM) realizaron una serie de estudios sobre la capa de ozono y las sustancias que podrían alterarla. Gracias a estas investigaciones, ellos y Paul Crutzen recibieron el Premio Nobel de Química en 1995.
Motivada por aquellos estudios, la Organización de las Naciones Unidas promovió la primera iniciativa para paliar los efectos de estos gases: la Convención de Viena. Este acuerdo mundial fue firmado inicialmente por 46 países y entró en vigor en 1989.
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México ratificó y firmó el acuerdo en 1988. Desde 1990 se han desarrollado más de 120 proyectos de inversión para eliminar el consumo de las sustancias agotadoras del ozono estratosférico y se ha reducido 99 por ciento el consumo de este tipo de gases, según el Gobierno Federal. Dando esperanza a las futuras generaciones de nuestro país y un nuevo rumbo en desarrollo de la química.