/ jueves 13 de octubre de 2022

Calabazate: el dulce que dura todo el año en las cocinas de Tlaxcala

Esta golosina típica combina técnicas mesoamericanas de calcificación con sabores provenientes de la época de conquista

Con la llegada de octubre comienzan a rondar los aromas de las mandarinas, el cempasúchil, el incienso y, por supuesto, de la calabaza. Esta última es materia prima de una exquisita golosina típica: el calabazate. Imperdible en los mercados locales, así como protagonistas de los altares de muertos.

El diccionario gastronómico de Larousse define al calabazate como un dulce de pulpa de calabaza cocida en almíbar, que se deja cristalizar para poder guardarlo y consumirlo en cualquier época del año, especialmente en el día de Muertos y durante las fiestas navideñas.

Lee también: ➡️Desastres naturales: ¿Podemos influir en ellos?

Su intenso sabor azucarado y particular textura firme hizo de este alimento una tradición en los pueblos que se ha extendido como uno de los íconos gastronómicos del país.

La historia de la cristalización

Cristalizar las frutas es una técnica mesoamericana con un toque colonial que detiene su tiempo de descomposición cuando están en su mejor punto.

Más información: ➡️Cosmética sólida: Más natural y sin residuos

Gourmet de México explica que, durante la conquista española, las recetas de los pueblos originarios fueron apropiadas por los españoles y adecuadas a su paladar. Las frutas conservadas en cal comenzaron a ser pasadas por una segunda cocción en dulce y agua con la introducción del azúcar de caña a esta región.

Quienes elaboran este tipo de antojos, emplean aún la cocción en cal; después de una o dos horas al fuego, tradicionalmente se da un día de reposo en la misma agua, similar a las recetas de nixtamal.

Más adelante, los trozos de la fruta pasan por una primera cocción en almíbar de azúcar y canela con hoyitos por todos lados para que no tenga rincones sin dulce y el sabor sea homogéneo.

Te puede interesar: ➡️ ¿Y si el plato fuera parte de la comida?

Finalmente, la calabaza se deja reposar en el tradicional cazo de cobre donde se prepara, por al menos unas horas o hasta 20 días. Cuando está lista, se saca a una rejilla y se deja escurrir y secar; dependiendo de la receta puede que esté lista o que se le pase otro barniz de endulzante para hacerlo más brillante.

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Con la llegada de octubre comienzan a rondar los aromas de las mandarinas, el cempasúchil, el incienso y, por supuesto, de la calabaza. Esta última es materia prima de una exquisita golosina típica: el calabazate. Imperdible en los mercados locales, así como protagonistas de los altares de muertos.

El diccionario gastronómico de Larousse define al calabazate como un dulce de pulpa de calabaza cocida en almíbar, que se deja cristalizar para poder guardarlo y consumirlo en cualquier época del año, especialmente en el día de Muertos y durante las fiestas navideñas.

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Su intenso sabor azucarado y particular textura firme hizo de este alimento una tradición en los pueblos que se ha extendido como uno de los íconos gastronómicos del país.

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Quienes elaboran este tipo de antojos, emplean aún la cocción en cal; después de una o dos horas al fuego, tradicionalmente se da un día de reposo en la misma agua, similar a las recetas de nixtamal.

Más adelante, los trozos de la fruta pasan por una primera cocción en almíbar de azúcar y canela con hoyitos por todos lados para que no tenga rincones sin dulce y el sabor sea homogéneo.

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Finalmente, la calabaza se deja reposar en el tradicional cazo de cobre donde se prepara, por al menos unas horas o hasta 20 días. Cuando está lista, se saca a una rejilla y se deja escurrir y secar; dependiendo de la receta puede que esté lista o que se le pase otro barniz de endulzante para hacerlo más brillante.

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