/ viernes 16 de marzo de 2018

[CRÓNICA] ¡Ya se va, ya se va!… y se lo llevaron

Es el segundo rescate del alcalde por efectivos estatales en 60 días

Dos minutos antes de las 15:00 horas, Miguel Ángel Caballero Yonca, alcalde de Ixtenco, apareció custodiado -en la puerta principal del edificio de la alcaldía- por policías estatales que lo salvaron de ser linchado.

¡Ya se va, ya se va, ya se va! -gritó un poblador opositor a su gobierno

Y, en efecto, el munícipe, arropado por policías en posición de diamante, y cubierto del rostro con una sudadera vieja, salió del edificio.

Sin más, fue subido a una patrulla estatal y se lo llevaron.

¡A chingar a su madre! –le gritaron.

Pero el ‘bodyguard’ fue abandonado a su suerte

Decenas de policías adscritos a la Comisión Estatal de Seguridad (CES) y de municipios aledaños de Puebla y Tlaxcala resguardaban al munícipe después de que no lograron apoderarse del edificio de la presidencia, lo que era su objetivo.

La población otomí estaba molesta con la actitud del representante popular, como aquel 15 de enero pasado, cuando fue rescatado por primera vez de la alcaldía tras rendir el informe de Gobierno.

La orden de Hervé Hurtado Ruíz, titular de la CES, fue que rescataran al alcalde Caballero Yonca y a su comitiva, pero con el mayor orden posible.

Pero había hombres y mujeres encolerizados por la agresión que sus coterráneos fueron objeto por la mañana a cargo de un ‘bodyguard’ de Caballero Yonca.

El pueblo había sido convocado a la cita con el repique de campanas y, tras los cohetones aéreos, la plaza pública se llenó.

El atrio de la parroquia de San Juan Ixtenco fue el campo de batalla entre pobladores, personal del Ayuntamiento y policías. Ahí, Miriam Platani, tesorera del municipio, en presunto estado de gravidez, fue jaloneada.

Cuando Caballero Yonca salió protegido de la cabeza con una sudadera vieja de color café, un hombre alertó a la población, por lo que atrajo la atención de los presentes al gritar durante tres veces ¡ya se va!

Y una mujer que portaba en sus manos la bandera de México se acercó a la comitiva y golpeó con la asta la cabeza del representante popular surgido por el Partido Encuentro Social, quien avanzaba ágilmente.

De inmediato, ascendió al asiento trasero de la patrulla y le cerraron la puerta; luego salió escoltado por la calle principal recientemente pavimentada.

Empero, un hombre de complexión robusta, con pantalón de mezclilla, playera negra y chaleco café, identificado como escolta del alcalde, no logró subir a la batea de la patrulla y huir pues los pobladores lo impidieron.

Los efectivos no hicieron nada por ayudar al escolta, pues el objetivo era Caballero Yonca.

El hombre de aproximadamente 1.80 metros cayó al piso y, ahí, recibió varios golpes de decenas de personas. La reacción de algunos pobladores fue brutal, quedó inconsciente, hasta que fue auxiliado por paramédicos de la Cruz Roja.

Luego, ensangrentado, con los ojos lastimados y como pudo, salió tambaleándose hasta subir a la ambulancia.

En el enfrentamiento, el batallón de soldados de la Secretaría de la Defensa Nacional no intervino, la calma regresó a la población cuando los de origen otomí entonaron el Himno Nacional Mexicano y estaban contentos porque el alcalde se fue.

O como ellos dijeron, se fue… a ¡chingar a su madre!

Dos minutos antes de las 15:00 horas, Miguel Ángel Caballero Yonca, alcalde de Ixtenco, apareció custodiado -en la puerta principal del edificio de la alcaldía- por policías estatales que lo salvaron de ser linchado.

¡Ya se va, ya se va, ya se va! -gritó un poblador opositor a su gobierno

Y, en efecto, el munícipe, arropado por policías en posición de diamante, y cubierto del rostro con una sudadera vieja, salió del edificio.

Sin más, fue subido a una patrulla estatal y se lo llevaron.

¡A chingar a su madre! –le gritaron.

Pero el ‘bodyguard’ fue abandonado a su suerte

Decenas de policías adscritos a la Comisión Estatal de Seguridad (CES) y de municipios aledaños de Puebla y Tlaxcala resguardaban al munícipe después de que no lograron apoderarse del edificio de la presidencia, lo que era su objetivo.

La población otomí estaba molesta con la actitud del representante popular, como aquel 15 de enero pasado, cuando fue rescatado por primera vez de la alcaldía tras rendir el informe de Gobierno.

La orden de Hervé Hurtado Ruíz, titular de la CES, fue que rescataran al alcalde Caballero Yonca y a su comitiva, pero con el mayor orden posible.

Pero había hombres y mujeres encolerizados por la agresión que sus coterráneos fueron objeto por la mañana a cargo de un ‘bodyguard’ de Caballero Yonca.

El pueblo había sido convocado a la cita con el repique de campanas y, tras los cohetones aéreos, la plaza pública se llenó.

El atrio de la parroquia de San Juan Ixtenco fue el campo de batalla entre pobladores, personal del Ayuntamiento y policías. Ahí, Miriam Platani, tesorera del municipio, en presunto estado de gravidez, fue jaloneada.

Cuando Caballero Yonca salió protegido de la cabeza con una sudadera vieja de color café, un hombre alertó a la población, por lo que atrajo la atención de los presentes al gritar durante tres veces ¡ya se va!

Y una mujer que portaba en sus manos la bandera de México se acercó a la comitiva y golpeó con la asta la cabeza del representante popular surgido por el Partido Encuentro Social, quien avanzaba ágilmente.

De inmediato, ascendió al asiento trasero de la patrulla y le cerraron la puerta; luego salió escoltado por la calle principal recientemente pavimentada.

Empero, un hombre de complexión robusta, con pantalón de mezclilla, playera negra y chaleco café, identificado como escolta del alcalde, no logró subir a la batea de la patrulla y huir pues los pobladores lo impidieron.

Los efectivos no hicieron nada por ayudar al escolta, pues el objetivo era Caballero Yonca.

El hombre de aproximadamente 1.80 metros cayó al piso y, ahí, recibió varios golpes de decenas de personas. La reacción de algunos pobladores fue brutal, quedó inconsciente, hasta que fue auxiliado por paramédicos de la Cruz Roja.

Luego, ensangrentado, con los ojos lastimados y como pudo, salió tambaleándose hasta subir a la ambulancia.

En el enfrentamiento, el batallón de soldados de la Secretaría de la Defensa Nacional no intervino, la calma regresó a la población cuando los de origen otomí entonaron el Himno Nacional Mexicano y estaban contentos porque el alcalde se fue.

O como ellos dijeron, se fue… a ¡chingar a su madre!

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