/ lunes 12 de febrero de 2024

Costo de ser mamá

“El reloj biológico y el reloj profesional están en conflicto total”, expone Indra Nooyi, 12 años directora ejecutiva de PepsiCo. Pues sí, la edad más propicia para construir una vida profesional sólida, que otorgue independencia y solvencia económica a una persona, coincide regularmente con la edad para formar una familia. Esto nunca resultó un problema para los hombres, pero sí, claro que sí, para las mujeres.

El prestigiado diario “The Economist” publicó un artículo sobre cómo la maternidad afecta las carreras profesionales. En éste explica que mientras en el mundo el 95 % de los hombres entre 25 y 54 años están en la fuerza laboral, para mujeres de la misma edad ese porcentaje cae hasta el 52 %.

De hecho, fundamentado en trabajos de la Nobel de Economía, Claudia Goldin, estudios de la London School of Economics y la Universidad de Princeton, con datos de 134 países donde vive el 95 % de la población mundial, exhiben que la realidad para las mujeres es que, en casi todos los países del mundo, la participación de las madres en el mercado laboral cae después de dar a luz.

El término “costos o pena por maternidad” se utiliza para exponer la cantidad promedio en la que disminuye la probabilidad de que una mujer se mantenga empleada durante los 10 años posteriores al nacimiento de su primer hijo. El promedio muestra que 24 % de las mujeres abandonan el mercado laboral durante el primer año; y, el 17 % y el 15 % se mantienen ausentes cinco y 10 años después, respectivamente.

Es interesante también conocer que, en los países ricos, las mujeres abandonan la escuela y el trabajo después del nacimiento de su primer hijo, lo que explica el 80 % de la brecha de participación femenina y masculina, mientras que en los países pobres solo el 10 % responde a ese momento, pues en éstos, las mujeres abandonan el mercado laboral al casarse, mucho antes de que nazca su primer hijo. Esto responde solo a creencias sociales; la mujer casada a su casa y el hombre a la proveeduría. En general en América Latina, el 38 % abandona la fuerza laboral después de tener un hijo y el 37 % se mantiene ausente una década después.

Una situación que mantiene a las mujeres fuera del mercado laboral es el costo de los cuidados. Es desalentador que después de trabajar a tiempo completo, queden unas cuantas monedas después de pagar a quien cuida a las y los menores. La madre siente culpa por “abandonar” a sus hijos y estima muchas veces que la relación costo-beneficio de mantenerse en la vida profesional no vale la pena.

Es claro que los cuidados familiares impactan más a las mujeres. Según la Organización Mundial del Trabajo, en 2018, frente a los 606 millones de mujeres en edad de trabajar en todo el mundo que no podían considerar tener un empleo debido a estos deberes, solo había 41 millones de hombres. En el caso mexicano, ese trabajo lo realizan en 75 % las mujeres y, cuantificado, puede oscilar entre el 20 % y el 24 % del PIB nacional según datos de la CEPAL. Sí, esas mujeres que ante la sociedad “no trabajan”, aportan al menos uno de cada cinco pesos del total de la riqueza nacional.

Es sin duda responsabilidad primigenia de los gobiernos en primerísimo lugar, establecer como objetivo prioritario incrementar el número de mujeres con acceso a los mercados laborales; para ello, ha de diseñar e implementar políticas públicas no solo para incorporarles a empleos remunerados y con seguridad social, sino que tengan circunstancias favorables para permanecer y desarrollarse en éste, pero esta responsabilidad no es solo gubernamental; el cambio pasa también por los empleadores y las familias. Es posible si hay decisión y compromiso. Jordania, por ejemplo, se ha fijado el objetivo de duplicar la fuerza laboral femenina en 2033 y sus políticas públicas lo están respaldando y haciendo posible.

México tiene la segunda tasa más baja de mujeres laborando de todos los países de la OCDE. Faltan incentivos como guarderías, flexibilidad de horarios, trabajo a distancia, escuelas de tiempo completo y dejar de “castigar” a las mujeres por embarazarse; sí, el “mobbing maternal” consiste en que las mujeres en gestación reciben acoso laboral y su maternidad se vuelve motivo para la exclusión y maltrato aún después de que nace el hijo”.

Las madres trabajadoras no deben ser ni romantizadas ni ignoradas. Juntos, mujeres y hombres debemos entendernos como pilares de la sociedad entera, tanto en la familia como en la vida profesional. Habrá costos, pero se diluirán para bien si nos tomamos de las manos, nos entendemos como iguales y actuamos en consecuencia.




“El reloj biológico y el reloj profesional están en conflicto total”, expone Indra Nooyi, 12 años directora ejecutiva de PepsiCo. Pues sí, la edad más propicia para construir una vida profesional sólida, que otorgue independencia y solvencia económica a una persona, coincide regularmente con la edad para formar una familia. Esto nunca resultó un problema para los hombres, pero sí, claro que sí, para las mujeres.

El prestigiado diario “The Economist” publicó un artículo sobre cómo la maternidad afecta las carreras profesionales. En éste explica que mientras en el mundo el 95 % de los hombres entre 25 y 54 años están en la fuerza laboral, para mujeres de la misma edad ese porcentaje cae hasta el 52 %.

De hecho, fundamentado en trabajos de la Nobel de Economía, Claudia Goldin, estudios de la London School of Economics y la Universidad de Princeton, con datos de 134 países donde vive el 95 % de la población mundial, exhiben que la realidad para las mujeres es que, en casi todos los países del mundo, la participación de las madres en el mercado laboral cae después de dar a luz.

El término “costos o pena por maternidad” se utiliza para exponer la cantidad promedio en la que disminuye la probabilidad de que una mujer se mantenga empleada durante los 10 años posteriores al nacimiento de su primer hijo. El promedio muestra que 24 % de las mujeres abandonan el mercado laboral durante el primer año; y, el 17 % y el 15 % se mantienen ausentes cinco y 10 años después, respectivamente.

Es interesante también conocer que, en los países ricos, las mujeres abandonan la escuela y el trabajo después del nacimiento de su primer hijo, lo que explica el 80 % de la brecha de participación femenina y masculina, mientras que en los países pobres solo el 10 % responde a ese momento, pues en éstos, las mujeres abandonan el mercado laboral al casarse, mucho antes de que nazca su primer hijo. Esto responde solo a creencias sociales; la mujer casada a su casa y el hombre a la proveeduría. En general en América Latina, el 38 % abandona la fuerza laboral después de tener un hijo y el 37 % se mantiene ausente una década después.

Una situación que mantiene a las mujeres fuera del mercado laboral es el costo de los cuidados. Es desalentador que después de trabajar a tiempo completo, queden unas cuantas monedas después de pagar a quien cuida a las y los menores. La madre siente culpa por “abandonar” a sus hijos y estima muchas veces que la relación costo-beneficio de mantenerse en la vida profesional no vale la pena.

Es claro que los cuidados familiares impactan más a las mujeres. Según la Organización Mundial del Trabajo, en 2018, frente a los 606 millones de mujeres en edad de trabajar en todo el mundo que no podían considerar tener un empleo debido a estos deberes, solo había 41 millones de hombres. En el caso mexicano, ese trabajo lo realizan en 75 % las mujeres y, cuantificado, puede oscilar entre el 20 % y el 24 % del PIB nacional según datos de la CEPAL. Sí, esas mujeres que ante la sociedad “no trabajan”, aportan al menos uno de cada cinco pesos del total de la riqueza nacional.

Es sin duda responsabilidad primigenia de los gobiernos en primerísimo lugar, establecer como objetivo prioritario incrementar el número de mujeres con acceso a los mercados laborales; para ello, ha de diseñar e implementar políticas públicas no solo para incorporarles a empleos remunerados y con seguridad social, sino que tengan circunstancias favorables para permanecer y desarrollarse en éste, pero esta responsabilidad no es solo gubernamental; el cambio pasa también por los empleadores y las familias. Es posible si hay decisión y compromiso. Jordania, por ejemplo, se ha fijado el objetivo de duplicar la fuerza laboral femenina en 2033 y sus políticas públicas lo están respaldando y haciendo posible.

México tiene la segunda tasa más baja de mujeres laborando de todos los países de la OCDE. Faltan incentivos como guarderías, flexibilidad de horarios, trabajo a distancia, escuelas de tiempo completo y dejar de “castigar” a las mujeres por embarazarse; sí, el “mobbing maternal” consiste en que las mujeres en gestación reciben acoso laboral y su maternidad se vuelve motivo para la exclusión y maltrato aún después de que nace el hijo”.

Las madres trabajadoras no deben ser ni romantizadas ni ignoradas. Juntos, mujeres y hombres debemos entendernos como pilares de la sociedad entera, tanto en la familia como en la vida profesional. Habrá costos, pero se diluirán para bien si nos tomamos de las manos, nos entendemos como iguales y actuamos en consecuencia.