/ lunes 6 de mayo de 2024

Madre

Gea para los romanos, Gaia según los antiguos griegos, Pachamama adorada por los incas, madre tierra, madre naturaleza…madre al fin. La tierra, concebida en lo femenino desde nuestros ancestros como dadora de vida, capaz de concebir y alimentar a sus hijos. Así, las madres, todas las del mundo, se equiparan a la naturaleza misma, al ambiente del que somos parte, a la posibilidad de tener y generar vida.

El próximo viernes será 10 de mayo; fecha de celebración y hasta de veneración en México solo equiparable a la rendición de la población mexicana a su madre de alma, la virgen de Guadalupe.

La madre es el único ser humano que naturalmente puede, que tiene la capacidad fisiológica, de amar a su hijo o hija incondicionalmente, dado, entre otros aspectos, el intercambio genético y emocional primero vía placenta y luego en la lactancia entre ella y su bebé. La madre inclusive cambia su estructura genética adquiriendo genes de sus vástagos, generando con ello un vínculo único con cada uno de ellos. Se puede decir entonces que la madre y su hijo están “cableados” a todos niveles. El instinto materno, que le llaman.

Madre naturaleza provee a las madres de esta capacidad para asegurar la sobrevivencia de la especie, pero también para construir un apego seguro en la infancia pues, como dice el reconocido psicólogo y catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, Iñaki Piñuel, el niño o niña que no recibe amor incondicional carecerá del combustible emocional para afrontar la adolescencia y posteriormente la adultez.

El apego seguro en la infancia, o su ausencia, es determinante en la vida de un adulto para mantener relaciones emocionales sanas con los demás. Somos una especia mamífera y esto condiciona el futuro del bebé según sus primeras relaciones con su madre, pues el infante bien tratado y cuidado con consistencia materna tiene, según Piñuel, “verdaderos anticuerpos contra abusos, malos tratos e injusticias”. Ahora, el apego seguro implica saber cuándo se debe proteger y aprender cuando ya no se necesita esa protección.

En la cotidianeidad de los cuidados y la crianza, las largas jornadas acentúan el agotamiento y a veces enfermedades como la depresión en las madres. Al último trimestre de 2022, en México había 52 millones de mujeres de las cuales 38 millones son madres. Solo 4 de cada 10 de ellas tienen un empleo y 9 de 10 de quienes no tienen trabajo remunerado se dedica a los quehaceres domésticos, lo que reafirma que el cuidado del hogar y de los hijos recae principalmente entre las mujeres a pesar de que en 33 de cada 100 hogares mexicanos son reconocidas como jefas de familia, es decir que son ellas su principal sostén; casi 12 millones de hogares y creciendo cada año. Solo del año 2000 al 2020 ese porcentaje creció 12%.

El rol de las madres ha cambiado y sigue cambiando; por ello, el Centro de Investigación Política del IMCO recomienda la implementación de políticas públicas para evitar que las mujeres sigan teniendo que elegir entre las labores de cuidado o el trabajo remunerado. Algunas de esas acciones son avanzar hacia un sistema de cuidados que ofrezca red de servicios de calidad como estancias infantiles, casas de cuidado de adultos mayores; y, escuelas de tiempo completo, entre otras; sistema de licencias de paternidad obligatorias e intransferibles, políticas de integración vida-trabajo y programas para captar de regreso al talento de mujeres que abandonaron por causa de maternidad el mercado laboral.

Nadie, salvo excepciones, puede amarnos más que nuestra madre. Ella se queda dentro para siempre, es el ser más cercano a nuestra alma y el lazo que nos ata a la vida. Dios guarde a todas las madres, las vivas físicamente y las vivas en el corazón. Para ti mamá, Aurora, toda mi gratitud y amor. Hace 36 años que te fuiste y aún escucho tu risa de cascada en mis recuerdos. ¡Feliz día a todas las mamás de México! y, ¡Feliz día a mí también, pues Dios me permite aun andar en este planeta y gozar a mis dos maravillosas y adoradas Ale y Andy, razón y motivo de vida!


Gea para los romanos, Gaia según los antiguos griegos, Pachamama adorada por los incas, madre tierra, madre naturaleza…madre al fin. La tierra, concebida en lo femenino desde nuestros ancestros como dadora de vida, capaz de concebir y alimentar a sus hijos. Así, las madres, todas las del mundo, se equiparan a la naturaleza misma, al ambiente del que somos parte, a la posibilidad de tener y generar vida.

El próximo viernes será 10 de mayo; fecha de celebración y hasta de veneración en México solo equiparable a la rendición de la población mexicana a su madre de alma, la virgen de Guadalupe.

La madre es el único ser humano que naturalmente puede, que tiene la capacidad fisiológica, de amar a su hijo o hija incondicionalmente, dado, entre otros aspectos, el intercambio genético y emocional primero vía placenta y luego en la lactancia entre ella y su bebé. La madre inclusive cambia su estructura genética adquiriendo genes de sus vástagos, generando con ello un vínculo único con cada uno de ellos. Se puede decir entonces que la madre y su hijo están “cableados” a todos niveles. El instinto materno, que le llaman.

Madre naturaleza provee a las madres de esta capacidad para asegurar la sobrevivencia de la especie, pero también para construir un apego seguro en la infancia pues, como dice el reconocido psicólogo y catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, Iñaki Piñuel, el niño o niña que no recibe amor incondicional carecerá del combustible emocional para afrontar la adolescencia y posteriormente la adultez.

El apego seguro en la infancia, o su ausencia, es determinante en la vida de un adulto para mantener relaciones emocionales sanas con los demás. Somos una especia mamífera y esto condiciona el futuro del bebé según sus primeras relaciones con su madre, pues el infante bien tratado y cuidado con consistencia materna tiene, según Piñuel, “verdaderos anticuerpos contra abusos, malos tratos e injusticias”. Ahora, el apego seguro implica saber cuándo se debe proteger y aprender cuando ya no se necesita esa protección.

En la cotidianeidad de los cuidados y la crianza, las largas jornadas acentúan el agotamiento y a veces enfermedades como la depresión en las madres. Al último trimestre de 2022, en México había 52 millones de mujeres de las cuales 38 millones son madres. Solo 4 de cada 10 de ellas tienen un empleo y 9 de 10 de quienes no tienen trabajo remunerado se dedica a los quehaceres domésticos, lo que reafirma que el cuidado del hogar y de los hijos recae principalmente entre las mujeres a pesar de que en 33 de cada 100 hogares mexicanos son reconocidas como jefas de familia, es decir que son ellas su principal sostén; casi 12 millones de hogares y creciendo cada año. Solo del año 2000 al 2020 ese porcentaje creció 12%.

El rol de las madres ha cambiado y sigue cambiando; por ello, el Centro de Investigación Política del IMCO recomienda la implementación de políticas públicas para evitar que las mujeres sigan teniendo que elegir entre las labores de cuidado o el trabajo remunerado. Algunas de esas acciones son avanzar hacia un sistema de cuidados que ofrezca red de servicios de calidad como estancias infantiles, casas de cuidado de adultos mayores; y, escuelas de tiempo completo, entre otras; sistema de licencias de paternidad obligatorias e intransferibles, políticas de integración vida-trabajo y programas para captar de regreso al talento de mujeres que abandonaron por causa de maternidad el mercado laboral.

Nadie, salvo excepciones, puede amarnos más que nuestra madre. Ella se queda dentro para siempre, es el ser más cercano a nuestra alma y el lazo que nos ata a la vida. Dios guarde a todas las madres, las vivas físicamente y las vivas en el corazón. Para ti mamá, Aurora, toda mi gratitud y amor. Hace 36 años que te fuiste y aún escucho tu risa de cascada en mis recuerdos. ¡Feliz día a todas las mamás de México! y, ¡Feliz día a mí también, pues Dios me permite aun andar en este planeta y gozar a mis dos maravillosas y adoradas Ale y Andy, razón y motivo de vida!