/ lunes 10 de junio de 2024

Sueños cumplidos

Hoy no escribo del mundo de los derechos humanos o de los horrores de esta carcomida y tan incontables veces terrorífica sociedad. La columna de la semana nace de felicidad y emoción puras; hoy comparto contigo, querida lectora, lector, la inmensa dicha y profunda satisfacción que estos días han traído a mi vida y a quien van dedicadas.

Siendo muy pequeña, cuarto grado de primaria, tal vez 10 años de edad, asistí a un congreso de gimnasia olímpica en el Campus Monterrey del Tecnológico. Vi el mural de Rectoría y en mi mente fragüé lo que hoy entiendo como mi primer sueño de vida: algún día yo aquí estudiaré.

Terminando la secundaria, sin que papá supiera y con la complicidad de mi madre, presenté el examen de admisión y entré a la prepa Tec. Con el tiempo me gradué efectivamente del Campus Monterrey como Licenciada en Administración de Empresas y, muchos años después, del mismo Tecnológico de Monterrey pero de Campus CDMX, de la maestría en Gestión y Políticas Públicas. Sueño cumplido.

La vida pasó con sus alegrías y tristezas. Quebré económica y emocionalmente más veces de las que quisiera recordar, pero también tuve maravillosos logros profesionales en mis primeros 30 años de carrera. Mis hijas fueron desde su primer día de existencia motor y fuente de energía. Nos asumimos como familia nuclear las tres. Nos amamos, comprendemos y motivamos. Son ahora mujeres independientes, libres y mi más grande amor. Sueño cumplido.

El nido vacío llegó. ¿Qué hace una cuando las hijas se van? Lo que más ames en la vida, en mi caso, aprender. Así que retomé los dos sueños de estudio pospuestos: ser abogada y estudiar en la Universidad de Salamanca, España, la tercera más antigua del mundo cristiano y la primera del hispano. Fundada en 1218, recién cumplió 806 años, casi 6 siglos más que el México independiente.

A los 52 años la gran apuesta: Licenciatura en Derecho. Cuatro años de tareas, exámenes, disciplina y rigor. El jueves 30 de mayo, rodeada de jóvenes, asistí a la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla a recibir mi segundo título profesional. Sueño cumplido.

A poco de haber comenzado la carrera de leyes, tuve oportunidad -Dios sabe sus tiempos- de estudiar el Máster en Prevención y Atención a la Violencia de Género, justamente en Salamanca. Doy gracias a mis chamacas Ale, Andy, a Roberto, hijo de alma y brazo derecho y a mi asistente Lorena que siempre tuvieron palabras de aliento: ¡tú puedes! Pude.

El viernes 07 de junio, en el Aula Magna de esas maravillosas y antiquísimas paredes de Salamanca, la de Fray Luis de León, Miguel de Unamuno, Góngora y Calderón de la Barca, donde nacieron el Derecho de Gentes, el concepto de Comunidad Internacional, la Teoría del Poder, y los Derechos de las Personas, asistí a la ceremonia de graduación e imposición de bandas. Sueño cumplido.

Este mismo año se cumplieron 30 vueltas al sol como funcionaria pública federal sirviendo con lealtad, orgullo y mi máxima capacidad a la patria. Espero seguir sirviendo hasta donde Dios mandate con nuevas habilidades y conocimientos. Renovarse o morir.

Mamá fue cantante de ópera. Estudió 12 años de “bel canto” en la Universidad de Nuevo León pero -así se usaba entonces- después de la primaria se graduó como secretaria ejecutiva bilingüe en francés. No le fue suficiente. Hizo la secundaria abierta en un año, la prepa vespertina en 2 y 4 años de psicología, todo con grados de excelencia, a la par de criar 4 adolescentes. Un mes antes de su graduación murió de cáncer. Sus profesores y compañeros nombraron a la generación 1984-1988: Aurora Rodríguez Lozano.

Mamá vivió sola y trabajó cuando no era lo común para las mujeres; hacía yoga, usaba hotpants y minifalda. Rompió tabúes y fue en toda la extensión, liberal y liberadora de otras. Las dos ceremonias de graduación las he dedicado a la memoria de esa fantástica, alegre, dulce, cantarina e inspiradora mujer.

Escribo esto con un nudo en la garganta y lágrimas de felicidad recordando, má, tu carita frustrada por el álgebra y porque Cooper, nuestro pastor alemán, no aprendió nada de las técnicas de Skinner. Tus hijos y nuestros amigos fungíamos como conejillos de indias en los “tests” y compartías con nosotros el esfuerzo cotidiano de hacer tareas, exámenes y cumplir con excelencia. Fuiste con tu ejemplo la más grande inspiración.

No pudiste llegar a tu graduación universitaria, má, porque en esos días te graduaste con honores de la vida pero, ¿sabes? El más grande anhelo y pendiente de mi corazón era ir por ti. Me llevó 36 años pero fui, má, fui por ti; si Dios me deja ser la mitad de inspiración para mi Ale y Andy, el círculo habrá cerrado de manera perfecta.

En unos días cumpliré 57 primaveras. No podría ser más feliz. Sueños cumplidos, má, sueños cumplidos. ¡GRACIAS!



Hoy no escribo del mundo de los derechos humanos o de los horrores de esta carcomida y tan incontables veces terrorífica sociedad. La columna de la semana nace de felicidad y emoción puras; hoy comparto contigo, querida lectora, lector, la inmensa dicha y profunda satisfacción que estos días han traído a mi vida y a quien van dedicadas.

Siendo muy pequeña, cuarto grado de primaria, tal vez 10 años de edad, asistí a un congreso de gimnasia olímpica en el Campus Monterrey del Tecnológico. Vi el mural de Rectoría y en mi mente fragüé lo que hoy entiendo como mi primer sueño de vida: algún día yo aquí estudiaré.

Terminando la secundaria, sin que papá supiera y con la complicidad de mi madre, presenté el examen de admisión y entré a la prepa Tec. Con el tiempo me gradué efectivamente del Campus Monterrey como Licenciada en Administración de Empresas y, muchos años después, del mismo Tecnológico de Monterrey pero de Campus CDMX, de la maestría en Gestión y Políticas Públicas. Sueño cumplido.

La vida pasó con sus alegrías y tristezas. Quebré económica y emocionalmente más veces de las que quisiera recordar, pero también tuve maravillosos logros profesionales en mis primeros 30 años de carrera. Mis hijas fueron desde su primer día de existencia motor y fuente de energía. Nos asumimos como familia nuclear las tres. Nos amamos, comprendemos y motivamos. Son ahora mujeres independientes, libres y mi más grande amor. Sueño cumplido.

El nido vacío llegó. ¿Qué hace una cuando las hijas se van? Lo que más ames en la vida, en mi caso, aprender. Así que retomé los dos sueños de estudio pospuestos: ser abogada y estudiar en la Universidad de Salamanca, España, la tercera más antigua del mundo cristiano y la primera del hispano. Fundada en 1218, recién cumplió 806 años, casi 6 siglos más que el México independiente.

A los 52 años la gran apuesta: Licenciatura en Derecho. Cuatro años de tareas, exámenes, disciplina y rigor. El jueves 30 de mayo, rodeada de jóvenes, asistí a la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla a recibir mi segundo título profesional. Sueño cumplido.

A poco de haber comenzado la carrera de leyes, tuve oportunidad -Dios sabe sus tiempos- de estudiar el Máster en Prevención y Atención a la Violencia de Género, justamente en Salamanca. Doy gracias a mis chamacas Ale, Andy, a Roberto, hijo de alma y brazo derecho y a mi asistente Lorena que siempre tuvieron palabras de aliento: ¡tú puedes! Pude.

El viernes 07 de junio, en el Aula Magna de esas maravillosas y antiquísimas paredes de Salamanca, la de Fray Luis de León, Miguel de Unamuno, Góngora y Calderón de la Barca, donde nacieron el Derecho de Gentes, el concepto de Comunidad Internacional, la Teoría del Poder, y los Derechos de las Personas, asistí a la ceremonia de graduación e imposición de bandas. Sueño cumplido.

Este mismo año se cumplieron 30 vueltas al sol como funcionaria pública federal sirviendo con lealtad, orgullo y mi máxima capacidad a la patria. Espero seguir sirviendo hasta donde Dios mandate con nuevas habilidades y conocimientos. Renovarse o morir.

Mamá fue cantante de ópera. Estudió 12 años de “bel canto” en la Universidad de Nuevo León pero -así se usaba entonces- después de la primaria se graduó como secretaria ejecutiva bilingüe en francés. No le fue suficiente. Hizo la secundaria abierta en un año, la prepa vespertina en 2 y 4 años de psicología, todo con grados de excelencia, a la par de criar 4 adolescentes. Un mes antes de su graduación murió de cáncer. Sus profesores y compañeros nombraron a la generación 1984-1988: Aurora Rodríguez Lozano.

Mamá vivió sola y trabajó cuando no era lo común para las mujeres; hacía yoga, usaba hotpants y minifalda. Rompió tabúes y fue en toda la extensión, liberal y liberadora de otras. Las dos ceremonias de graduación las he dedicado a la memoria de esa fantástica, alegre, dulce, cantarina e inspiradora mujer.

Escribo esto con un nudo en la garganta y lágrimas de felicidad recordando, má, tu carita frustrada por el álgebra y porque Cooper, nuestro pastor alemán, no aprendió nada de las técnicas de Skinner. Tus hijos y nuestros amigos fungíamos como conejillos de indias en los “tests” y compartías con nosotros el esfuerzo cotidiano de hacer tareas, exámenes y cumplir con excelencia. Fuiste con tu ejemplo la más grande inspiración.

No pudiste llegar a tu graduación universitaria, má, porque en esos días te graduaste con honores de la vida pero, ¿sabes? El más grande anhelo y pendiente de mi corazón era ir por ti. Me llevó 36 años pero fui, má, fui por ti; si Dios me deja ser la mitad de inspiración para mi Ale y Andy, el círculo habrá cerrado de manera perfecta.

En unos días cumpliré 57 primaveras. No podría ser más feliz. Sueños cumplidos, má, sueños cumplidos. ¡GRACIAS!