/ lunes 11 de marzo de 2024

¿Cuántas manos rojas?

Es el 8M2024, son los pañuelos violeta al aire, son las morras bailando, cantando, gritando consignas, son las pancartas, los carteles, las mantas, el dolor, la exigencia de justicia, los ojos llenos de sol, somos muchas, somos todas, somos siete de diez mexicanas que se nos desborda la emoción, el recuerdo, la angustia de aquel día que nos tocaron, reprimieron, discriminaron, humillaron, violaron, mataron. Lloramos y nos levantamos por amor, por nosotras, por ellas, por todas.

Somos cientos de miles, somos millones, somos esas, las que no obedecemos, somos las que elevamos la voz y el puño, somos las que marchamos con ellas para no tener que marchar después por ellas, somos esas que soportamos que nos dijeran putas, que nos quitaran el sueldo, que nos pidieran favores sexuales por un empleo, somos ellas, las desaparecidas, las que faltan, las sin voz.

Marchamos porque en su día callamos y no queremos que las de hoy callen, porque no sabíamos que estábamos siendo violentadas pero el alma dolía, ardía, se rebelaba y nos decía que algo no estaba bien.

Marchamos porque no haya tíos, abuelos, papás, primos, hermanos que sigan tomando nuestros cuerpos como objetos de placer. Por aquellas que temblaron de miedo y hoy tiemblan con fuerza, marchamos para que nadie nos ordene ni condicione, ni apruebe. Marchamos para no seguir calladitas por vernos bonitas.

Marchamos las madres, abuelas, hijas y nietas, las niñas que piden se entienda que un adulto no es su amigo, menos si es el novio de sus mamis, marchan las adelitas a caballo exigiendo ser más que el medio tiempo de una charreada, las bandas de música tocando corazones con sus notas.

Carteles de todos tipos y con todas las ideas. No soy tu mamacita, viejo rancio; qué ganas de ser monumento para que te indignes porque me tocan sin permiso; yo decido cómo me visto y elijo con quien me desvisto, el amor no duele, no pega, no grita; quiero morir de vieja, no por ser “vieja”; no quiero que me felicites, quiero que me respetes; muertas las cheves, no mis amigas; mamá, hoy estoy segura, hoy estoy en la marcha con mis amigas; y, una de mis favoritas, de corazón y con amor, abracémonos unas a otras.

Somos todas y somos pocas porque hay muchas más aún calladas. Somos las señaladas por locas, por rebeldes, porque como dicen los carteles, de quitarnos todo, nos quitaron hasta el miedo.

No se olvida la represión policial en Zacatecas, el estado donde mas miedo se vive, y donde la policía se ensañó golpeando salvajemente a una chavala, no se olvida Colima, donde la gobernadora seguía la marcha desde sus redes sociales mientras sus policías rociaban gases lacrimógenas a contingentes con niñas, no se olvida Puebla, donde el rencor sí que destruyó monumentos e infraestructura y se autocongratularon por ello pero las mujeres les dan terror. No olvidamos, y por no olvidar sabemos que debemos seguir incansables hasta tumbar esta terrorífica cultura patriarcal que se moviliza contra mujeres y no contra sus violentadores.

Las huellas de manos rojas pintaron hasta el último centímetro de la cauda de novia que invitaba: pon tu mano si sufriste abuso. ¿Cuántas manos rojas se necesitan para que los gobiernos, comandados ya no importa si por hombres o mujeres masculinizadas entiendan?

¿Cuántas manos rojas para llenar miles y miles de metros de cauda de siglos? ¿Cuántas manos rojas que arañaron, se apretaron de impotencia, de terror, de angustia se requieren para que aprendan los machos que somos seres humanos con eminente dignidad?

Es el 8M2024 y hoy mataron a 10 mujeres. ¿Cuántas manos rojas más hasta que acabe esta injusticia, este dolor?

Somos todas y somos pocas porque hay muchas más aún calladas. Somos las señaladas por locas, por rebeldes, porque como dicen los carteles, de quitarnos todo, nos quitaron hasta el miedo.


Es el 8M2024, son los pañuelos violeta al aire, son las morras bailando, cantando, gritando consignas, son las pancartas, los carteles, las mantas, el dolor, la exigencia de justicia, los ojos llenos de sol, somos muchas, somos todas, somos siete de diez mexicanas que se nos desborda la emoción, el recuerdo, la angustia de aquel día que nos tocaron, reprimieron, discriminaron, humillaron, violaron, mataron. Lloramos y nos levantamos por amor, por nosotras, por ellas, por todas.

Somos cientos de miles, somos millones, somos esas, las que no obedecemos, somos las que elevamos la voz y el puño, somos las que marchamos con ellas para no tener que marchar después por ellas, somos esas que soportamos que nos dijeran putas, que nos quitaran el sueldo, que nos pidieran favores sexuales por un empleo, somos ellas, las desaparecidas, las que faltan, las sin voz.

Marchamos porque en su día callamos y no queremos que las de hoy callen, porque no sabíamos que estábamos siendo violentadas pero el alma dolía, ardía, se rebelaba y nos decía que algo no estaba bien.

Marchamos porque no haya tíos, abuelos, papás, primos, hermanos que sigan tomando nuestros cuerpos como objetos de placer. Por aquellas que temblaron de miedo y hoy tiemblan con fuerza, marchamos para que nadie nos ordene ni condicione, ni apruebe. Marchamos para no seguir calladitas por vernos bonitas.

Marchamos las madres, abuelas, hijas y nietas, las niñas que piden se entienda que un adulto no es su amigo, menos si es el novio de sus mamis, marchan las adelitas a caballo exigiendo ser más que el medio tiempo de una charreada, las bandas de música tocando corazones con sus notas.

Carteles de todos tipos y con todas las ideas. No soy tu mamacita, viejo rancio; qué ganas de ser monumento para que te indignes porque me tocan sin permiso; yo decido cómo me visto y elijo con quien me desvisto, el amor no duele, no pega, no grita; quiero morir de vieja, no por ser “vieja”; no quiero que me felicites, quiero que me respetes; muertas las cheves, no mis amigas; mamá, hoy estoy segura, hoy estoy en la marcha con mis amigas; y, una de mis favoritas, de corazón y con amor, abracémonos unas a otras.

Somos todas y somos pocas porque hay muchas más aún calladas. Somos las señaladas por locas, por rebeldes, porque como dicen los carteles, de quitarnos todo, nos quitaron hasta el miedo.

No se olvida la represión policial en Zacatecas, el estado donde mas miedo se vive, y donde la policía se ensañó golpeando salvajemente a una chavala, no se olvida Colima, donde la gobernadora seguía la marcha desde sus redes sociales mientras sus policías rociaban gases lacrimógenas a contingentes con niñas, no se olvida Puebla, donde el rencor sí que destruyó monumentos e infraestructura y se autocongratularon por ello pero las mujeres les dan terror. No olvidamos, y por no olvidar sabemos que debemos seguir incansables hasta tumbar esta terrorífica cultura patriarcal que se moviliza contra mujeres y no contra sus violentadores.

Las huellas de manos rojas pintaron hasta el último centímetro de la cauda de novia que invitaba: pon tu mano si sufriste abuso. ¿Cuántas manos rojas se necesitan para que los gobiernos, comandados ya no importa si por hombres o mujeres masculinizadas entiendan?

¿Cuántas manos rojas para llenar miles y miles de metros de cauda de siglos? ¿Cuántas manos rojas que arañaron, se apretaron de impotencia, de terror, de angustia se requieren para que aprendan los machos que somos seres humanos con eminente dignidad?

Es el 8M2024 y hoy mataron a 10 mujeres. ¿Cuántas manos rojas más hasta que acabe esta injusticia, este dolor?

Somos todas y somos pocas porque hay muchas más aún calladas. Somos las señaladas por locas, por rebeldes, porque como dicen los carteles, de quitarnos todo, nos quitaron hasta el miedo.