/ martes 21 de junio de 2022

En vísperas del 2024

A prácticamente dos años de la elección en la que se habrá de renovar la Presidencia de la República, el Congreso Federal y algunos estados del país, el enemigo a vencer es uno solo y se llama abstencionismo.

Las pasadas elecciones dejaron en evidencia el desencanto que los electores tienen con la clase política, y si me permite, traduciría esta ausencia en las urnas como una consecuencia de la falta de un proyecto contundente de Nación por parte de la oposición, aunado al desencanto con quien prometió impulsar al país, y solo lo está conduciendo a un abismo sin fondo.

De ahí entonces la urgencia de la organización de la oposición, de la construcción de proyectos comunes que fortalezcan los lazos con los ciudadanos e incluso, de la definición de quién podría encabezar la candidatura rumbo a la renovación de la Presidencia de México.

Lo he dicho con anterioridad: quienes hacemos política debemos dejar de pensar en las próximas elecciones y preocuparnos por las próximas generaciones.

No se pueden construir candidaturas al aire, ni tampoco hornear en el microondas de las dirigencias partidistas a un candidato resultado de la toma de decisiones centralistas; se debe pensar en un proceso amplio, democrático y plural, que permita plantear una primera diferencia muy clara entre el oficialismo y la oposición.

De nada serviría un candidato ungido desde las esferas del poder, porque eso nos pondría a la par del candidato de Morena que será electo por la encuesta del dedo índice del líder moral del partido.

Frente a la urgencia de retomar el rumbo, quienes formamos parte del bloque opositor tenemos la gran responsabilidad de impulsar un proceso que legitime a nuestro candidato, con una participación ciudadana amplia, y no solo con quienes integramos los partidos que construiremos la coalición para el 2024.

Luego entonces, como en los años 70, el abstencionismo sería el mejor aliado del oficialismo, de ahí la urgencia de plantear con claridad una ruta crítica que ponga piso parejo entre los aspirantes, para elegir al mejor perfil, no sólo en términos de preferencias electorales, sino en torno a la construcción de proyectos transversales y con una visión de gobierno amplia, para lograr integrar al que sería el primer gobierno de coalición en el país.

Si como militantes de partidos, dirigentes y actores que participamos en política no entendemos que es necesaria la participación ciudadana para impulsar al bloque opositor, poco o nada tendríamos que hacer frente a un panorama complejo, en el que el peor enemigo puede ser el propio proceso de selección de candidatos para encabezar al frente opositor en el país.

Agradezco el favor de su lectura.

A prácticamente dos años de la elección en la que se habrá de renovar la Presidencia de la República, el Congreso Federal y algunos estados del país, el enemigo a vencer es uno solo y se llama abstencionismo.

Las pasadas elecciones dejaron en evidencia el desencanto que los electores tienen con la clase política, y si me permite, traduciría esta ausencia en las urnas como una consecuencia de la falta de un proyecto contundente de Nación por parte de la oposición, aunado al desencanto con quien prometió impulsar al país, y solo lo está conduciendo a un abismo sin fondo.

De ahí entonces la urgencia de la organización de la oposición, de la construcción de proyectos comunes que fortalezcan los lazos con los ciudadanos e incluso, de la definición de quién podría encabezar la candidatura rumbo a la renovación de la Presidencia de México.

Lo he dicho con anterioridad: quienes hacemos política debemos dejar de pensar en las próximas elecciones y preocuparnos por las próximas generaciones.

No se pueden construir candidaturas al aire, ni tampoco hornear en el microondas de las dirigencias partidistas a un candidato resultado de la toma de decisiones centralistas; se debe pensar en un proceso amplio, democrático y plural, que permita plantear una primera diferencia muy clara entre el oficialismo y la oposición.

De nada serviría un candidato ungido desde las esferas del poder, porque eso nos pondría a la par del candidato de Morena que será electo por la encuesta del dedo índice del líder moral del partido.

Frente a la urgencia de retomar el rumbo, quienes formamos parte del bloque opositor tenemos la gran responsabilidad de impulsar un proceso que legitime a nuestro candidato, con una participación ciudadana amplia, y no solo con quienes integramos los partidos que construiremos la coalición para el 2024.

Luego entonces, como en los años 70, el abstencionismo sería el mejor aliado del oficialismo, de ahí la urgencia de plantear con claridad una ruta crítica que ponga piso parejo entre los aspirantes, para elegir al mejor perfil, no sólo en términos de preferencias electorales, sino en torno a la construcción de proyectos transversales y con una visión de gobierno amplia, para lograr integrar al que sería el primer gobierno de coalición en el país.

Si como militantes de partidos, dirigentes y actores que participamos en política no entendemos que es necesaria la participación ciudadana para impulsar al bloque opositor, poco o nada tendríamos que hacer frente a un panorama complejo, en el que el peor enemigo puede ser el propio proceso de selección de candidatos para encabezar al frente opositor en el país.

Agradezco el favor de su lectura.