/ lunes 10 de abril de 2023

Tiempos de democracia | La curva de aprendizaje del secretario de Seguridad

Esa curva no se refiere al diseño de buenas estrategias para dar con los delincuentes y presentarlos ante la Justicia, materia en la que se supone es un experto. Esa curva a lo que alude es a la necesidad de todo fuereño de entender la idiosincrasia del tlaxcalteca, distinta en razón de su historia de los demás pueblos originarios de Mesoamérica

¿Habrá algún ciudadano tan ingenuo como para creer que la tendencia al alza de los fenómenos delincuenciales en el país lo podrá frenar, a nivel local, un recién llegado a Tlaxcala, por buen policía que sea? De tamaña hazaña no han sido capaces los cuatro últimos gobiernos federales en veinticuatro años de brega continua. Seamos exigentes, sí, para pedir explicaciones a la autoridad competente pero, por sentido común, no le pidamos imposibles. Los críticos que en apenas unas semanas le han brotado como hongos al nuevo secretario de Seguridad Ciudadana han dejado maliciosamente entrever que existe una suerte de relación sospechosa entre la llegada al cargo del capitalino Ramón Celaya Gamboa y el aumento de los índices criminales. Salvo que tengan pruebas -o por lo menos pistas creíbles- que sustenten sus insinuaciones, la hipótesis no se sostiene. Hay que decir, por otra parte, que esparcir esa clase de especies envenenadas en la opinión pública es irresponsable y nos hace recordar una forma de hacer periodismo que mucho se asemeja al vulgar amarillismo del que, antiguamente, se valían plumas de baja cotización, bien como ardid para vender los pasquines en que escribían, bien para calumniar por encargo a corrientes políticas antagónicas.

Su lucha no va sólo contra los criminales

A falta de ideas que atiendan al interés real de la sociedad, hay opinadores que, como fórmula para hacerse de lectores, se especializan en importunar funcionarios que hacen su mejor esfuerzo por cumplir su encomienda. Baste recordar que, apenas el pasado enero, había concordancia en los medios de comunicación en que el recién llegado merecía un voto de confianza, habida cuenta su curriculum vitae y sus méritos académicos. Empero, esa comprensión que se le ofreció para que pudiera enfrentar con éxito su comisión, se fue transformando en tan sólo tres meses en un auténtico torrente de duras diatribas que parecen ignorar el altísimo grado de dificultad que entraña acabar -según mis propias palabras- “…con lo mucho torcido que va a encontrar en las áreas que hoy son de su responsabilidad…”. Con lo que seguro no contaba el nuevo secretario es con la volatilidad de las opiniones de la comentocracia autóctona.

Personalidad extrovertida y retórica explícita

Intuyo que la propensión del señor Celaya a decir lo que piensa cayó mal en medios locales. Abundo en ello porque el tema es de interés y tiene que ver con el rechazo de los tlaxcaltecas a que la solución de cualquiera de sus muchos problemas le venga de fuera. El nativo soporta mal la intromisión de foráneos en sus asuntos internos y juzga con rigor a quienes opinan de sus cosas, más aún si se refieren a temas que, de toda evidencia, no están bien resueltos. Le es insoportable que su problema lo señale gente extraña, y reacciona con una violencia argumental cercana a la irracionalidad. El disenso lo convierte en afrenta y, aun entre amigos, lo transforma en resentimiento. Conceptos del secretario como “…la mayoría de los delitos que se cometen [en Tlaxcala] son resultado de una grave descomposición social, por la falta de una cultura de la paz, de valores familiares y educación…” es más de lo que aguanta un escribidor de la tierra sin caer en la tentación de contragolpear con virulencia al temerario que se atreve a hablarle con claridad.

Incomoda que nos pinten la realidad

Verdades como un puño en boca del secretario retumban en los oidos de mis paisanos adoptivos y convierten a quienes las pronuncia en sujetos indeseables. La expresión que sigue- digna de analizarse a la luz de la antropología social- debe haber producido un escozor inmediato hasta en los estratos sociales con alto grado educativo: la violencia “…es un tema cultural de muchos años atrás, donde piensan que linchar es normal, que ante la mínima duda pueden golpear o matar a alguien…”. Pero… ¿acaso miente Celaya al afirmar que “…el machismo y la violencia en Tlaxcala han llegado a niveles excesivos…”? En lugar de descalificar al denunciante… ¿no sería mejor aceptar la existencia del fenómeno y trazar políticas inteligentes para intentar mitigarlo? Si no, que se lo pregunten a las activistas del feminismo que defienden denodadamente a las mujeres que han sido y son víctimas de esas deleznables costumbres.

Mensaje al secretario Celaya Gamboa

La cuestión tiene distintas vertientes y una de ellas, la seguridad pública, le concierne en exclusiva a usted, señor secretario. Para eso se le contrató y para eso vino a Tlaxcala, no a pronunciar jaculatorias, más propias de ministros de la Iglesia o de predicadores de la Cartilla Moral de “ya sabes quien”, que de un buen policía. Mas le vale no olvidar que su función central es aprehender malhechores y llevarlos ante la Justicia. Y da lo mismo que sean delicuentes comunes que miembros de bandas organizadas. Deje a otros el orientar a la comunidad tlaxcalteca y el indagar los porqués de sus conductas criminales; concéntrese en lo que sabe hacer: perseguir maleantes. Sabemos que no es tarea de meses sino de años de perseverante trabajo; no se le pedirán milagros pero si seriedad y dedicación. A estas alturas ya pudo comprobar que la sensibilidad nativa se sobrexcita cuando un “extranjero” -como usted o como yo- afea sus defectos. Eso, que parece fácil, a mí me llevó entenderlo cincuenta años; sin embargo hoy muchos de mis mejores amigos son tlaxcaltecas. No desespere, con paciencia y buenos resultados, usted también llegará a tenerlos.

Esa curva no se refiere al diseño de buenas estrategias para dar con los delincuentes y presentarlos ante la Justicia, materia en la que se supone es un experto. Esa curva a lo que alude es a la necesidad de todo fuereño de entender la idiosincrasia del tlaxcalteca, distinta en razón de su historia de los demás pueblos originarios de Mesoamérica

¿Habrá algún ciudadano tan ingenuo como para creer que la tendencia al alza de los fenómenos delincuenciales en el país lo podrá frenar, a nivel local, un recién llegado a Tlaxcala, por buen policía que sea? De tamaña hazaña no han sido capaces los cuatro últimos gobiernos federales en veinticuatro años de brega continua. Seamos exigentes, sí, para pedir explicaciones a la autoridad competente pero, por sentido común, no le pidamos imposibles. Los críticos que en apenas unas semanas le han brotado como hongos al nuevo secretario de Seguridad Ciudadana han dejado maliciosamente entrever que existe una suerte de relación sospechosa entre la llegada al cargo del capitalino Ramón Celaya Gamboa y el aumento de los índices criminales. Salvo que tengan pruebas -o por lo menos pistas creíbles- que sustenten sus insinuaciones, la hipótesis no se sostiene. Hay que decir, por otra parte, que esparcir esa clase de especies envenenadas en la opinión pública es irresponsable y nos hace recordar una forma de hacer periodismo que mucho se asemeja al vulgar amarillismo del que, antiguamente, se valían plumas de baja cotización, bien como ardid para vender los pasquines en que escribían, bien para calumniar por encargo a corrientes políticas antagónicas.

Su lucha no va sólo contra los criminales

A falta de ideas que atiendan al interés real de la sociedad, hay opinadores que, como fórmula para hacerse de lectores, se especializan en importunar funcionarios que hacen su mejor esfuerzo por cumplir su encomienda. Baste recordar que, apenas el pasado enero, había concordancia en los medios de comunicación en que el recién llegado merecía un voto de confianza, habida cuenta su curriculum vitae y sus méritos académicos. Empero, esa comprensión que se le ofreció para que pudiera enfrentar con éxito su comisión, se fue transformando en tan sólo tres meses en un auténtico torrente de duras diatribas que parecen ignorar el altísimo grado de dificultad que entraña acabar -según mis propias palabras- “…con lo mucho torcido que va a encontrar en las áreas que hoy son de su responsabilidad…”. Con lo que seguro no contaba el nuevo secretario es con la volatilidad de las opiniones de la comentocracia autóctona.

Personalidad extrovertida y retórica explícita

Intuyo que la propensión del señor Celaya a decir lo que piensa cayó mal en medios locales. Abundo en ello porque el tema es de interés y tiene que ver con el rechazo de los tlaxcaltecas a que la solución de cualquiera de sus muchos problemas le venga de fuera. El nativo soporta mal la intromisión de foráneos en sus asuntos internos y juzga con rigor a quienes opinan de sus cosas, más aún si se refieren a temas que, de toda evidencia, no están bien resueltos. Le es insoportable que su problema lo señale gente extraña, y reacciona con una violencia argumental cercana a la irracionalidad. El disenso lo convierte en afrenta y, aun entre amigos, lo transforma en resentimiento. Conceptos del secretario como “…la mayoría de los delitos que se cometen [en Tlaxcala] son resultado de una grave descomposición social, por la falta de una cultura de la paz, de valores familiares y educación…” es más de lo que aguanta un escribidor de la tierra sin caer en la tentación de contragolpear con virulencia al temerario que se atreve a hablarle con claridad.

Incomoda que nos pinten la realidad

Verdades como un puño en boca del secretario retumban en los oidos de mis paisanos adoptivos y convierten a quienes las pronuncia en sujetos indeseables. La expresión que sigue- digna de analizarse a la luz de la antropología social- debe haber producido un escozor inmediato hasta en los estratos sociales con alto grado educativo: la violencia “…es un tema cultural de muchos años atrás, donde piensan que linchar es normal, que ante la mínima duda pueden golpear o matar a alguien…”. Pero… ¿acaso miente Celaya al afirmar que “…el machismo y la violencia en Tlaxcala han llegado a niveles excesivos…”? En lugar de descalificar al denunciante… ¿no sería mejor aceptar la existencia del fenómeno y trazar políticas inteligentes para intentar mitigarlo? Si no, que se lo pregunten a las activistas del feminismo que defienden denodadamente a las mujeres que han sido y son víctimas de esas deleznables costumbres.

Mensaje al secretario Celaya Gamboa

La cuestión tiene distintas vertientes y una de ellas, la seguridad pública, le concierne en exclusiva a usted, señor secretario. Para eso se le contrató y para eso vino a Tlaxcala, no a pronunciar jaculatorias, más propias de ministros de la Iglesia o de predicadores de la Cartilla Moral de “ya sabes quien”, que de un buen policía. Mas le vale no olvidar que su función central es aprehender malhechores y llevarlos ante la Justicia. Y da lo mismo que sean delicuentes comunes que miembros de bandas organizadas. Deje a otros el orientar a la comunidad tlaxcalteca y el indagar los porqués de sus conductas criminales; concéntrese en lo que sabe hacer: perseguir maleantes. Sabemos que no es tarea de meses sino de años de perseverante trabajo; no se le pedirán milagros pero si seriedad y dedicación. A estas alturas ya pudo comprobar que la sensibilidad nativa se sobrexcita cuando un “extranjero” -como usted o como yo- afea sus defectos. Eso, que parece fácil, a mí me llevó entenderlo cincuenta años; sin embargo hoy muchos de mis mejores amigos son tlaxcaltecas. No desespere, con paciencia y buenos resultados, usted también llegará a tenerlos.