Luego del triunfo 2-1 sobre Corea del Sur y la victoria alemana 2-1 ante Suecia muchas especulaciones surgieron para el partido clave de México en la ronda de grupos y es que a pesar de ganar sus dos primeros juegos el fantasma de la eliminación rondaba ante una eventual derrota en su tercera aparición.
Después de la espera de tres días, llegó el momento esperado.
El juego arrancó justamente a las 9:00 horas con un silbante argentino que en el amanecer de la cita mostró un cartón amarillo al defensa Gallardo, lo que fue un llamado adverso para el seleccionado nacional.
La mañana del miércoles era fría en el estado de Tlaxcala, contrastaba con el sol radiante de la ciudad rusa de Ekaterimburgo que recibía a más de 20 mil mexicanos, sedientos de más triunfos.
Los primeros 15 minutos fueron con el Jesús en la boca, si porque los vikingos con un físico mayor mostraban peligrosidad.
El calificado futbol acartonado y robotizado de los europeos quedaba atrás ante el ímpetu y conexión ideal en su juego colectivo.
México poco hacía en el lapso inicial con un “Chucky” que no espantaba a la muralla escandinava, formada por hombres de más de 1.90 centímetros de estatura.
Pasaron los primeros 45 minutos y la duda creció, la moneda estaba en el aire, porque la calificación no era segura.
Dieron las 10:00 horas y no había tiempo ni siquiera para desayunar.
Comenzó el segundo tiempo y México se mostraba con un fútbol incierto, inseguro y superado, por lo que el suspenso invadía de norte a sur el suelo estatal y nacional.
Las lagunas en mediocampo, que reflejaban la caída mexicana en el ritmo y continuidad de su buen juego, rasguñó el orgullo de la afición de este país cuando al minuto cinco del segundo periodo Augustinsson anotó el 1-0 con un remate que Ochoa intentó atajar, pero por la fuerza nada pudo hacer a pesar de rozar la esférica.
El miedo e inseguridad se apoderaron, cuando al minuto 12 cayó el 2-0 por la vía de la pena máxima, cobrada por el gigante Andreas Granqvist, capitán vikingo.
La esperanza no moría y el drama, que por historia invade a nuestro fútbol, era protagonista en una mañana donde los campeones del mundo comenzaban a complicar su existencia ante los asiáticos, que se crecían defensivamente y no permitían el gol.
Las calles estaban desiertas en los diferentes municipios de Tlaxcala y México recibía el 3-0, humillante y aparatoso, fue al minuto 74 de tiempo corrido, un autogol de Edson Álvarez, que generó llanto y dolor, que acabó con el gozo para caer al pozo competitivo.
Entre la fatalidad por la derrota ante Suecia, a 10 minutos del final surgió la esperanza inesperada, al virar hacía el papel de los coreanos, quienes como guerreros defendían su arco con alma, vida y corazón ante unos germanos desesperados por el fantasma de la eliminación.
En tiempo de compensación, los coreanos lograban imponerse dos goles a cero ante Alemania.
Con este marcador México lograba su calificación entre la euforia, el fatalismo y la vigente ilusión.
- 10 minutos del final surgió la esperanza inesperada en los coreanos.
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