Seguramente en alguna calle de Tlaxcala has escuchado la nostálgica melodía proveniente de los organilleros, quienes sin duda nos transportan a otras épocas con sus hermosas canciones.
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Aunque el origen de este oficio no es mexicano, sino europeo, desde hace varias décadas forman parte de la identidad de nuestro estado, ¿sabes desde cuándo llegaron a Tlaxcala?
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Los organilleros llegaron a México en el siglo XIX, provenientes de Alemania. Durante sus primeros años en el país, abundaron las polkas en su repertorio, las cuales amenizaron los salones de baile de las clases sociales altas.
Un siglo después, las polkas fueron sustituidas por boleros y música tradicional mexicana. Además, los organilleros salieron de los salones y comenzaron a tocar en circos, los cuales los llevaron a diversas partes del país, incluyendo Tlaxcala.
Eso sí, llevaron a cuestas su tradicional uniforme beige y gorras militares. De acuerdo con la tradición oral, esta vestimenta la utilizan debido a que Pancho Villa y su ejército eran acompañados por un organillero para subirles el ánimo durante sus batallas.
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A finales del siglo XX, época dorada de estos músicos, el oficio se popularizó en toda clase de lugares; sin embargo, no se les permitía la entrada a espacios cerrados, por lo que el instrumento musical y sus ejecutantes poco a poco hicieron una transición hacia las calles, las plazas, los parques y otros espacios públicos.
Ahora, es impensable una postal de algún parque sin la figura del músico en una esquina, dando vuelta a la manija que despide clásicas melodías como: “Las golondrinas”, “Cien años”, “Bésame mucho” y “Las mañanitas”. Pero debido a la antigüedad del instrumento, estas eran muy limitadas. De hecho, cada organillo guarda solo ocho canciones, por eso es que se repiten tan continuamente.
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Aunque los organilleros continúan su camino por las calles de Tlaxcala, es un hecho que también están perdiendo fanáticos, así lo dejó ver Efraín Guevara, un organillero que prefiere solo salir a tocar en su tiempo libre en las calles del centro de Tlaxcala, pues no es algo de lo que se pueda vivir.
Actualmente, ver a un organillero puede parecer cotidiano, pero en realidad ya no lo es en muchos estados de la república. Desde luego, estamos frente a una tradición antiquísima, reflexiona Efraín. Los jóvenes no están interesados en estas canciones porque les parecen viejas, si nos dan una moneda es más como un apoyo que como un ‘pago’ a nuestro trabajo. Son pocos los que se quedan a escuchar y lo disfrutan, contó a este Diario.
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Por otro lado, la demanda en las calles va en aumento. Hay bailarines de rap, payasos, cantantes y artesanos, todos compitiendo por ganarse las monedas de los transeúntes.
La fecha de caducidad de los organilleros es incierta, por lo pronto aún podemos presumir que Tlaxcala la mantiene en gran parte del año.
Como dato curioso
¿Has notado que muchos organilleros llevan un mono de peluche sobre su instrumento? Esto se debe a que, en su origen, los músicos solían entrenar monos araña para acompañarlos en sus recorridos con la intención de llamar la atención y captar más monedas del público. Sin embargo, los tiempos cambiaron y ahora solo un peluche es el simbólico compañero de los nómadas.