Aunque Tlaxcala se distingue por sus comparsas de huehues con largas capas, cuartas y majestuosos penachos, al poniente del estado celebran las fiestas carnestolendas con creativas máscaras de diablo.
Elaboradas con tela, barbilla y cuernos, las camadas en el municipio de Ixtacuixtla se distinguen del resto por su indumentaria, menos costosa y elaborada, pero con el mismo significado. El domingo antes del miércoles de ceniza se reúnen en la plaza principal para celebrar la ‘fiesta de la carne’.
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Una tradición antiquísima poco valorada por autoridades municipales y por los propios lugareños; de hecho, son contados los artesanos dedicados a la elaboración de este arte que, desde hace décadas, ha dado identidad al carnaval de la Villa de Mariano Matamoros.
Ramón Torres López es el artesano más conocido en la región con más de 25 años en el oficio. No estudió Corte y Confección, tampoco artes plásticas, solo su ingenio y creatividad fueron suficientes para emprender en esta actividad, que sin bien no es su principal sustento económico, le ha dado reconocimiento.
En entrevista para El Sol de Tlaxcala, el artesano relató que su gusto por el carnaval, desde que era un niño, le motivó a elaborar sus propias máscaras con ropa vieja y tela reciclada; entre prueba y error, duranta más de 10 años confeccionó sus diseños hasta lograr perfeccionar su técnica, pero también, atraer el ojo de propios y extraños.
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Así, lo que en un inicio fue para uso propio, años más tarde se convirtió en negocio y, por ende, en una de sus ocupaciones temporales. “Tenía 30 años cuando empecé a vender mis máscaras y hasta la fecha las sigo haciendo para las nuevas generaciones”, expresó don Ramón a este Diario.
ARTESANÍA COMPLEJA
La complejidad en la elaboración de una máscara dependerá del diseño y del tipo de tela, por lo tanto, cada pieza es única, pues los elementos y formas dependerá de lo que desee el cliente.
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En charol, cuernos exuberantes o con “doble cara”, la imaginación no tiene límites y la destreza de don Ramón tampoco, pues con moldes de cartón y su desgastada máquina de coser da ‘vida’ a los diablos que harán desmanes durante los días de carnaval.
“Desde trazar, cortar y coser, me llevo un día entero para hacer una o dos piezas”, dice el oriundo de Ixtacuixtla quien también resaltó el apoyo de su esposa, “solo mi mujer y yo hacemos el trabajo”.
Como en todo negocio, precisa el menestral, hay temporadas de demanda, en su caso, enero es el mes con mayor trabajo, en el que ha llegado a fabricar hasta 60 piezas, no obstante, la pandemia mermó considerablemente las ventas. Este año, aun cuando autoridades municipales no han confirmado la realización del carnaval, ya hubo quienes se adelantaron para pedir su careta.
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Comentó que, pese a ser un carnaval poco reconocido en el estado, los lugareños siguen mostrando interés por la tradición, siendo los más jóvenes los que acuden a su artesanía para participar en una de las fiestas más coloridas en Tlaxcala.
TRADICIÓN POCO VALORADA
De la historia u origen del carnaval en el municipio poco se sabe. Esta Diario solicitó información al respecto al titular del área de Cultura del Ayuntamiento en turno, Fermín Jiménez, pero no hubo respuesta.
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Incluso, al contactar a quien se supone fue nombrado cronista al inicio de la administración de Rolando Pérez, el profesor Jaime Flores argumentó que desconocía la historia de su municipio porque el alcalde no había designado presupuesto para el tema de Cultura.
Mientras que su página web de gobierno, en la información histórica del municipio describen una indumentaria totalmente diferente a la que estamos hablando: “El traje carnavalesco, consiste en levita, sombrero de copa, máscara y paraguas (loscatrines)”, ropa que coincide más con las camadas al sur del estado.
“VENÍAN DEL CERRO DISFRAZADOS DE DIABLO”
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De acuerdo con las personas mayores entrevistadas por este Diario, relatan que la tradición de disfrazarse de “Diablo” previo a las Cuaresma tiene registro desde a mediados del siglo pasado; sus abuelos ya usaban máscaras de trapo con cuernos y barbilla para celebrar las fiestas carnestolendas.
Don Arturo Hernández rememora que solían organizarse grupos de hombres para disfrazarse y hacer disturbios en las principales calles, no para hacer burla de hacendados, como el origen de otros carnavales en el estado, si no para liberar al “pingo”, previo a la Semana Santa.
Con el paso de los años, comenzaron a organizarse camadas (grupos de más de 30 personas) por cada colonia. Hoy en día, al menos 10 camadas de niños, jóvenes y adultos mayores se concentran en la plaza principal de Ixtacuixtla para bailar en círculos, cuyo evento reúne también otros disfraces en los que destacan actores políticos del momento, hombres vestidos con ropa de mujer, “osos” de paxtle, payasos, por mencionar algunos.
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A diferencia de otras danzas carnavalescas, en las que el baile es sincronizado y en pareja, los “diablos” llevan a cabo un baile infernal llamado “La Roña”. Todas las camadas se concentran al centro y dejan libre una pista como de caballos, en el que grupos clasificados: niños, jóvenes y adultos esperan su turno para correr y brincar alrededor, haciendo maldades a quienes se les atraviese.
Finalmente, con sus chicotes ‘ensordecen’ el espacio para impresionar al espectador. “En el concurso de tonada de chicote, las reglas son simples, cada participante tiene tres opciones frente a toda la multitud de generar el ruido más fuerte con su chicote, los espectadores por medio de aplausos eligen al ganador”, relata Daniel Zárate García en su blog (2012).
- 500 a 800 pesos es el costo por la adquisición de una máscara de diablo elaborada por Ramón Torres, oriundo de Ixtacuixtla.
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- La tradición de disfrazarse con máscaras de diablo tiene registro a mediados del siglo XX, de acuerdo con la memoria colectiva.