El martes 30 de abril se cumplirán 100 años de celebrar el Día del Niño y de la Niña. Las y los menores de edad han sido etiquetados como “las generaciones del futuro”, como si en el presente no existieran, como si lo que viven de los cero a los siete años no marcara su futuro para siempre, como si no sintieran, respiraran, vivieran.
Hay marcos legales internacionales y por supuesto nacionales para proteger y defender los derechos de las y los niños. A nivel internacional, existe desde 1989 la Convención de los Derechos del Niño, primer tratado internacional de derechos humanos que además de combinar en un instrumento único diversas normas universales de infancia, establece los derechos de la niñez como una exigencia con fuerza jurídica obligatoria. La Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, aprobada apenas hace 10 años, es la regulación marco en México.
Según el censo 2020 del Inegi, En México hay 25.2 millones de niñas (49.3 %) y niños (50.7 %) de 0 a 11 años de edad; esto es, uno de cada cinco habitantes en México son infantes. Solo un dato como muestra de la poca prioridad que las y los niños significan para los gobiernos: en 2018 solo había 1515 parques con instalaciones recreativas. Es decir, 16,334 menores por parque para poder jugar.
El cerebro humano va madurando y desarrollándose paulatinamente desde la concepción misma. En la infancia, hasta un millón de nuevas conexiones se forman y refuerzan en el cerebro, lo que significa que el niño entiende más el mundo y aprende nuevas habilidades. La corteza prefrontal cerebral, donde se procesa la toma de decisiones y la regulación emocional no alcanza su madurez sino hasta aproximadamente los 21 años en mujeres y 25 en hombres. La vivencia de la infancia va arraigándose en el subconsciente hasta repetir patrones a lo largo de la vida. Así, cobra razón el antiguo adagio de “infancia es destino”.
La violencia como forma de “educar” es el peor camino posible para el desarrollo sano de un infante, ya sea en lo físico como en lo emocional y por supuesto, en la salud mental. En México, 6 de cada 10 menores son víctimas de métodos de disciplina violentos por parte de padres, madres y/o maestros.
Disciplinar no es golpear, un menor golpeado obedece por miedo, y graba en su inconsciente para el resto de su vida que si eres fuerte y poderoso puedes hacer con los demás lo que quieras. Aprenden que la violencia es el camino para dirimir diferencias. Así que 6 de cada 10 personas en formación, muy probablemente usarán prácticas violentas en sus relaciones adultas. Y luego nos preguntamos por qué vivimos en esta sociedad de casi 90 personas asesinadas a diario.
Hay 7 menores víctimas de homicidio a diario en el país y la cifra de desaparecidos creció 73 % solo de 2022 a 2023. La mayoría reclutados por el crimen organizado, o por tratantes de personas que les obligan a trabajos forzados o prostitución.
La exposición a pantallas, sustancias y relaciones tóxicas, la violencia generalizada y el deterioro de las estructuras familiares, están acrecentando las enfermedades mentales. Conversar con ellos, preguntar con genuino interés ¿cómo estás? ¿qué te preocupa? Es fundamental. No dar sermones de cómo era en “nuestro tiempo”; este es el tiempo de ellos y es muy, muy distinto al nuestro.
Las enfermedades mentales están acrecentando el dolor y el sufrimiento de los menores al grado de que el suicidio es ya la tercera causa de muerte entre adolescentes de 15 a 19 años. Nada, nada, ninguna preocupación vale la vida de un menor. Su cerebro no está maduro.
La crianza positiva, es, como indica Unicef, “el conjunto de prácticas de cuidado, protección, formación y guía que ayudan al desarrollo, bienestar y crecimiento saludable y armonioso de las niñas, niños y adolescentes”. Es un sistema de crianza fundamentado en horarios, estructura, límites, respeto, comunicación y afecto. Cuando aprendamos a criar así, habrá esperanza. Por lo pronto…¿feliz día del niño? No creo.