/ viernes 20 de diciembre de 2019

Anatomía de lo Social | Aguinaldos

Cuando se dice que el dinero no hace la felicidad se alude, evidentemente, al de los demás.

Sacha Guitry

Más allá de su significado etimológico y de la fecha de su instauración, el aguinaldo tiene diferentes apreciaciones, así como una diversidad de usos dependiendo de quien lo recibe; desde luego, sin soslayar su consideración en el ámbito de la ley, es decir, este tipo de prestación se encuentra sustentada en el artículo 87 de la Ley Federal del Trabajo, donde se establece la obligatoriedad del patrón de entregarle a sus trabajadores, antes del día 20 de diciembre, la cantidad equivalente a, por lo menos, 15 días de salario, así como también a todos aquellos trabajadores cuyo tiempo de actividades sea menor a un año, entonces deberá pagárseles la parte proporcional del mismo.

Con esta base legal, ayer se cumplió el tiempo para recibir esta gratificación otorgada a los trabajadores, ahora, después de recibido, siguen las formas de invertirlo, bien sea en el pago de las deudas contraídas en el transcurso previo, tal vez invertirlo en algún tipo de remodelación a las viviendas, quizá en los gastos naturales en las festividades del fin de año, o en otros casos, para guardarlo si hubiera, en lo posterior, una eventualidad no considerada en los gastos comunes, cuando menos así se distribuye o lo distribuyen los beneficiarios de este “obsequio” obtenido por un largo año de trabajo.

En contrasentido, el aguinaldo tiene oculta una malévola forma en su uso, pues hay quienes, sin el menor recato, lo usan para diversiones llenas de frivolidad, como en la participación y asistencia en centros nocturnos, paseos efímeros o parrandas con los amigos, estas serían las peores formas de malgastar un dinero que pudiera hacer falta en el ámbito de la familia, con el arrepentimiento posterior, aunque ya inevitable por la ligereza de un comportamiento.

Desde luego, debe decirse, son algunas de las apreciaciones observadas en lo cotidiano del comportamiento de las personas; ojalá en el año corriente y próximo a finalizar puedan evitarse el mal uso del dinero y se le dé un valor de acuerdo al tiempo trabajado para obtenerlo.

El aguinaldo, bajo estas consideraciones, se convierte en el buen “pretexto” para festinar, pagar deudas o ahorrar; en el contexto de lo laboral, es el instrumento para organizar los convivios, el intercambio de regalos y los abrazos para desearse prosperidad y salud para el año siguiente, aunque estas posturas no siempre cumplen su misión, como se hace evidente en el intercambio de regalos, nunca existen satisfacciones completas pues, casi siempre, las inconformidades se acompañan con el reproche de regalar un artículo que no equivalía al monto de lo acordado, de igual manera las fiestas ya no son las de antaño, ahora, la participación se limita a una comida, bebidas espirituosas, en muchos casos, olvidándose de la convivencia, para romper con las inercias laborales, dicho de otra manera, la sensibilidad que en otros años se tenía hoy se ha perdido por la indiferencia de la mayoría de trabajadores, hasta cuando se rifan algunos obsequios solo se espera la entrega para abandonar la fiesta.

Cumplida su misión, el aguinaldo se diluye con mucha rapidez, la espera para recibirlo concluye cuando se recibe, y se reinicia un nuevo ciclo cuando se inicia un nuevo año laboral, otra vez a recomenzar, ya no solo con la cuesta de enero, sino con la cuesta de todos los meses siguientes, pareciera ya un comportamiento cultural arraigado a partir de las insuficiencias salariales, la gente vive en la medianía, según su salario, pero endeudándose otra vez para sobrellevar la satisfacción de las necesidades.

En otra postura más glamorosa, el aguinaldo simboliza una nueva oportunidad para recomenzar dignamente otra etapa en la vida, un año nuevo con mayor experiencia acumulada, pero también con la esperanza de que el estado actual de las cosas pueda modificarse, que las autoridades, finalmente, se dediquen a cumplir con sus obligaciones y la sociedad pueda desarrollarse armónicamente, en condiciones de igualdad y justicia, para el bien de todos.

Cuando se dice que el dinero no hace la felicidad se alude, evidentemente, al de los demás.

Sacha Guitry

Más allá de su significado etimológico y de la fecha de su instauración, el aguinaldo tiene diferentes apreciaciones, así como una diversidad de usos dependiendo de quien lo recibe; desde luego, sin soslayar su consideración en el ámbito de la ley, es decir, este tipo de prestación se encuentra sustentada en el artículo 87 de la Ley Federal del Trabajo, donde se establece la obligatoriedad del patrón de entregarle a sus trabajadores, antes del día 20 de diciembre, la cantidad equivalente a, por lo menos, 15 días de salario, así como también a todos aquellos trabajadores cuyo tiempo de actividades sea menor a un año, entonces deberá pagárseles la parte proporcional del mismo.

Con esta base legal, ayer se cumplió el tiempo para recibir esta gratificación otorgada a los trabajadores, ahora, después de recibido, siguen las formas de invertirlo, bien sea en el pago de las deudas contraídas en el transcurso previo, tal vez invertirlo en algún tipo de remodelación a las viviendas, quizá en los gastos naturales en las festividades del fin de año, o en otros casos, para guardarlo si hubiera, en lo posterior, una eventualidad no considerada en los gastos comunes, cuando menos así se distribuye o lo distribuyen los beneficiarios de este “obsequio” obtenido por un largo año de trabajo.

En contrasentido, el aguinaldo tiene oculta una malévola forma en su uso, pues hay quienes, sin el menor recato, lo usan para diversiones llenas de frivolidad, como en la participación y asistencia en centros nocturnos, paseos efímeros o parrandas con los amigos, estas serían las peores formas de malgastar un dinero que pudiera hacer falta en el ámbito de la familia, con el arrepentimiento posterior, aunque ya inevitable por la ligereza de un comportamiento.

Desde luego, debe decirse, son algunas de las apreciaciones observadas en lo cotidiano del comportamiento de las personas; ojalá en el año corriente y próximo a finalizar puedan evitarse el mal uso del dinero y se le dé un valor de acuerdo al tiempo trabajado para obtenerlo.

El aguinaldo, bajo estas consideraciones, se convierte en el buen “pretexto” para festinar, pagar deudas o ahorrar; en el contexto de lo laboral, es el instrumento para organizar los convivios, el intercambio de regalos y los abrazos para desearse prosperidad y salud para el año siguiente, aunque estas posturas no siempre cumplen su misión, como se hace evidente en el intercambio de regalos, nunca existen satisfacciones completas pues, casi siempre, las inconformidades se acompañan con el reproche de regalar un artículo que no equivalía al monto de lo acordado, de igual manera las fiestas ya no son las de antaño, ahora, la participación se limita a una comida, bebidas espirituosas, en muchos casos, olvidándose de la convivencia, para romper con las inercias laborales, dicho de otra manera, la sensibilidad que en otros años se tenía hoy se ha perdido por la indiferencia de la mayoría de trabajadores, hasta cuando se rifan algunos obsequios solo se espera la entrega para abandonar la fiesta.

Cumplida su misión, el aguinaldo se diluye con mucha rapidez, la espera para recibirlo concluye cuando se recibe, y se reinicia un nuevo ciclo cuando se inicia un nuevo año laboral, otra vez a recomenzar, ya no solo con la cuesta de enero, sino con la cuesta de todos los meses siguientes, pareciera ya un comportamiento cultural arraigado a partir de las insuficiencias salariales, la gente vive en la medianía, según su salario, pero endeudándose otra vez para sobrellevar la satisfacción de las necesidades.

En otra postura más glamorosa, el aguinaldo simboliza una nueva oportunidad para recomenzar dignamente otra etapa en la vida, un año nuevo con mayor experiencia acumulada, pero también con la esperanza de que el estado actual de las cosas pueda modificarse, que las autoridades, finalmente, se dediquen a cumplir con sus obligaciones y la sociedad pueda desarrollarse armónicamente, en condiciones de igualdad y justicia, para el bien de todos.