/ viernes 21 de agosto de 2020

Anatomía de lo Social | Canasta básica

La sociedad está dividida en dos grandes clases; la de los que tienen más comida que apetito y de los que tienen más apetito que comida.

Chamfort

Aunque muchos se esmeran en decir de la bonanza mexicana, la realidad dista mucho de esos discursos cargados de demagogia, pues en una mirada al contexto de la sociedad, se perciben muchas carencias provocadas no solo por la multicitada pandemia, sino también de los descuidos o desaciertos de las autoridades, además, ante la levedad y desinterés de la gente, es decir, poco importan los problemas en cuanto haya las formas, muy limitadas, para enfrentarlas.

Bajo estas condiciones, la desatención popular puede acotarse desde las estadísticas elaboradas por el Inegi, en donde se señalan algunos aspectos como el alza de precios en la canasta básica, vinculados a la inflación, así como la alimentación de los mexicanos; desde luego, en este caso, lo importante es destacar los procesos en los aumentos, así como las consecuencias inherentes a estas circunstancias.

Según el Instituto encargado, entre otras cosas, de obtener el índice nacional de precios, sea a la alza o baja, estima que algunos productos de la canasta básica han sufrido un incremento,durante el último mes del 35 por ciento, utilizando como referencia un patrón de consumo de hogares promedio, tomando como base las necesidades de calorías de los miembros de la familia.

Condensando en grupos la mayoría de los productos pertenecientes a la canasta, se tienen los lácteos, carnes, huevo, frijol, cereales, azúcares, verduras y frutas, entre otros, el aumento en sus precios condiciona el consumo, luego entonces, la gran mayoría de familias reduce su alimentación a sus precarias posibilidades, ocasionándose la desnutrición, obviamente, por la falta de alimentos y la descompensación en calorías.

Por supuesto, hay quienes no padecen estas inclemencias, pues sus ingresos les permiten adquirir sin ningún problema los alimentos suficientes para atender las necesidades en comida junto con sus calorías; no se puede ni siquiera suponer que esto ocurre en todos los lugares y familias, sino en la exclusividad de los ingresos del grupo social al que se pertenece, es aquí donde se determina y observa la desigualdad o, dicho de otra manera, la pobreza de millones de personas.

Evidentemente, la incorporación al grupo de pobres se radicaliza y aumenta en una constante interminable, por eso, cuando se hace el uso de la palabra en grandes discursos con la intención de convencer sobre el bienestar de todos, la incomodidad y el enojo permean en quienes padecen hambre y desnutrición.

Asociado a este fenómeno, ocurre ahora, gravemente, la pérdida de miles de empleos formales, en estos tiempos, en casi un millón, agregándose quienes se hayan en el supuesto a dedicarse a buscar cualquier forma de trabajo que permita llevar a sus familias el alimento cotidiano, por eso el aumento, en el mejor de los casos, a los trabajos de la informalidad, vendiendo en las calles algún producto que les genere un ingreso de dinero y utilizarlo en primera instancia para la alimentación.

Concatenados con el problema alimentario por el aumento a los productos de la canasta básica y al desempleo, se suman los aumentos a la gasolina, la electricidad, y la diferencia en el valor del peso en relación al dólar, todos estos factores son la causa de las pésimas condiciones en que sobreviven muchas personas.

No se puede omitir, sobre la desesperación de muchos que acuden a los agiotistas con licencia, donde se presta dinero cobrando altos intereses a los solicitantes, quedando en plena indefensión, primero mal comidos, sin trabajo y cargando una deuda sin las menores posibilidades de pagar en tiempos de corto plazo; por ello, como si fuera una arenga, se sugiere no acudir, por nada del mundo, a esas famosas financieras que lucran con el dolor de las personas; por ejemplo, en esas donde se dice que compartir, no dinero, sino la deuda entre un grupo de personas, solo son argucias o manipulación para hacer cautivos a todos aquellos que tienen el infortunio de no estar dentro de los grandes discursos.

La sociedad está dividida en dos grandes clases; la de los que tienen más comida que apetito y de los que tienen más apetito que comida.

Chamfort

Aunque muchos se esmeran en decir de la bonanza mexicana, la realidad dista mucho de esos discursos cargados de demagogia, pues en una mirada al contexto de la sociedad, se perciben muchas carencias provocadas no solo por la multicitada pandemia, sino también de los descuidos o desaciertos de las autoridades, además, ante la levedad y desinterés de la gente, es decir, poco importan los problemas en cuanto haya las formas, muy limitadas, para enfrentarlas.

Bajo estas condiciones, la desatención popular puede acotarse desde las estadísticas elaboradas por el Inegi, en donde se señalan algunos aspectos como el alza de precios en la canasta básica, vinculados a la inflación, así como la alimentación de los mexicanos; desde luego, en este caso, lo importante es destacar los procesos en los aumentos, así como las consecuencias inherentes a estas circunstancias.

Según el Instituto encargado, entre otras cosas, de obtener el índice nacional de precios, sea a la alza o baja, estima que algunos productos de la canasta básica han sufrido un incremento,durante el último mes del 35 por ciento, utilizando como referencia un patrón de consumo de hogares promedio, tomando como base las necesidades de calorías de los miembros de la familia.

Condensando en grupos la mayoría de los productos pertenecientes a la canasta, se tienen los lácteos, carnes, huevo, frijol, cereales, azúcares, verduras y frutas, entre otros, el aumento en sus precios condiciona el consumo, luego entonces, la gran mayoría de familias reduce su alimentación a sus precarias posibilidades, ocasionándose la desnutrición, obviamente, por la falta de alimentos y la descompensación en calorías.

Por supuesto, hay quienes no padecen estas inclemencias, pues sus ingresos les permiten adquirir sin ningún problema los alimentos suficientes para atender las necesidades en comida junto con sus calorías; no se puede ni siquiera suponer que esto ocurre en todos los lugares y familias, sino en la exclusividad de los ingresos del grupo social al que se pertenece, es aquí donde se determina y observa la desigualdad o, dicho de otra manera, la pobreza de millones de personas.

Evidentemente, la incorporación al grupo de pobres se radicaliza y aumenta en una constante interminable, por eso, cuando se hace el uso de la palabra en grandes discursos con la intención de convencer sobre el bienestar de todos, la incomodidad y el enojo permean en quienes padecen hambre y desnutrición.

Asociado a este fenómeno, ocurre ahora, gravemente, la pérdida de miles de empleos formales, en estos tiempos, en casi un millón, agregándose quienes se hayan en el supuesto a dedicarse a buscar cualquier forma de trabajo que permita llevar a sus familias el alimento cotidiano, por eso el aumento, en el mejor de los casos, a los trabajos de la informalidad, vendiendo en las calles algún producto que les genere un ingreso de dinero y utilizarlo en primera instancia para la alimentación.

Concatenados con el problema alimentario por el aumento a los productos de la canasta básica y al desempleo, se suman los aumentos a la gasolina, la electricidad, y la diferencia en el valor del peso en relación al dólar, todos estos factores son la causa de las pésimas condiciones en que sobreviven muchas personas.

No se puede omitir, sobre la desesperación de muchos que acuden a los agiotistas con licencia, donde se presta dinero cobrando altos intereses a los solicitantes, quedando en plena indefensión, primero mal comidos, sin trabajo y cargando una deuda sin las menores posibilidades de pagar en tiempos de corto plazo; por ello, como si fuera una arenga, se sugiere no acudir, por nada del mundo, a esas famosas financieras que lucran con el dolor de las personas; por ejemplo, en esas donde se dice que compartir, no dinero, sino la deuda entre un grupo de personas, solo son argucias o manipulación para hacer cautivos a todos aquellos que tienen el infortunio de no estar dentro de los grandes discursos.