/ viernes 15 de enero de 2021

Anatomía de lo Social | Ligereza

Cuando gozamos de salud, fácilmente damos buenos consejos a los enfermos.

Tácito

Preocupante, visto desde cualquier punto de vista, la ligereza de las personas, aquellas cuya necedad raya en lo absurdo por arriesgar no solo su propia vida, sino de todos aquellos con los que entra en contacto, especialmente su familia, por eso, es imperioso, no solo de las autoridades, también de las personas que han entendido la letalidad de un virus, procurando evitar a toda costa las posibilidades de un contagio, atendiendo escrupulosamente las medidas sanitarias necesarias para conseguirlo, sin embargo, existen otras cuya inmortalidad la expresan en la asistencia a eventos donde concurren cientos de personas.

En efecto, muy a pesar de las acciones de las autoridades, a veces también muy ligeras, se siguen permitiendo eventos donde las posibilidades de contraer el virus son muy altas, desde luego sin soslayar las reuniones donde los grupos son más reducidos. En este sentido, la sociedad debe entender que si no se hace un frente común las repercusiones serán más graves todavía.

El desacuerdo entonces y el llamamiento a quien le corresponda, es sobre la desarticulación de cualquier tipo de conglomerados donde la celebración pasa al último término pues la salud es lo primero y más importante, entonces dejen de hacer ferias en los pueblos, bailes populares y cualquier tipo de fiestas que a la postre pueden resultar en inesperadas e innecesarias pérdidas de vidas humanas.

No se debe seguir actuando con ligereza para quienes son asiduos asistentes a los moles en el pueblo, a bailar al ritmo del sonidero, o bien a organizar los cumpleaños de los parientes; sería mejor postergar este tipo de manifestaciones culturales, evitando con todo ello, cualquier posibilidad de contraer la mencionada enfermedad.

Por otro lado, tampoco puede verse con ligereza el cambio en el estatus de los semáforos que califican, hasta parece que lo permitieran, recordando que el simple cambio de color no minimiza los riesgos y el peligro todavía latente, es decir, no porque ya hayan empezado los procesos de vacunación, todo mundo quede inmune, por el contrario, las medidas de sanidad deben estar presentes, desde luego no porque el gobierno, en su ligereza, no actúe con rigor y exigencia para prohibir cualquier tipo de eventos, quiera decir también que autoriza tácitamente las celebraciones, por supuesto que esto no es así, la mejor garantía de la salud, de la buena salud, es evitar lo antes dicho.

Un comportamiento común ocurre cuando la gente hace cualquier tipo de comentario, principalmente aquel que dice: la gente no entiende, no se cuida, es muy necia, a pesar de estas palabras quien las emite ni porta cubre bocas, ni se lava las manos, es decir, toda una contradicción, responsabilizando a los otros del estado de las cosas, curándose en salud, sin reconocer su particular problema.

Finalmente, autorizados o no, valorados o no, obligados por las mismas circunstancias, una de las mejores formas de combatir al virus es atender todas las indicaciones de sanidad, cuya consecuencia tiene que ser alentadora, por lo tanto, o se actúa como se debe o se tendrán que asumir las consecuencias por tanta ligereza.

Cuando gozamos de salud, fácilmente damos buenos consejos a los enfermos.

Tácito

Preocupante, visto desde cualquier punto de vista, la ligereza de las personas, aquellas cuya necedad raya en lo absurdo por arriesgar no solo su propia vida, sino de todos aquellos con los que entra en contacto, especialmente su familia, por eso, es imperioso, no solo de las autoridades, también de las personas que han entendido la letalidad de un virus, procurando evitar a toda costa las posibilidades de un contagio, atendiendo escrupulosamente las medidas sanitarias necesarias para conseguirlo, sin embargo, existen otras cuya inmortalidad la expresan en la asistencia a eventos donde concurren cientos de personas.

En efecto, muy a pesar de las acciones de las autoridades, a veces también muy ligeras, se siguen permitiendo eventos donde las posibilidades de contraer el virus son muy altas, desde luego sin soslayar las reuniones donde los grupos son más reducidos. En este sentido, la sociedad debe entender que si no se hace un frente común las repercusiones serán más graves todavía.

El desacuerdo entonces y el llamamiento a quien le corresponda, es sobre la desarticulación de cualquier tipo de conglomerados donde la celebración pasa al último término pues la salud es lo primero y más importante, entonces dejen de hacer ferias en los pueblos, bailes populares y cualquier tipo de fiestas que a la postre pueden resultar en inesperadas e innecesarias pérdidas de vidas humanas.

No se debe seguir actuando con ligereza para quienes son asiduos asistentes a los moles en el pueblo, a bailar al ritmo del sonidero, o bien a organizar los cumpleaños de los parientes; sería mejor postergar este tipo de manifestaciones culturales, evitando con todo ello, cualquier posibilidad de contraer la mencionada enfermedad.

Por otro lado, tampoco puede verse con ligereza el cambio en el estatus de los semáforos que califican, hasta parece que lo permitieran, recordando que el simple cambio de color no minimiza los riesgos y el peligro todavía latente, es decir, no porque ya hayan empezado los procesos de vacunación, todo mundo quede inmune, por el contrario, las medidas de sanidad deben estar presentes, desde luego no porque el gobierno, en su ligereza, no actúe con rigor y exigencia para prohibir cualquier tipo de eventos, quiera decir también que autoriza tácitamente las celebraciones, por supuesto que esto no es así, la mejor garantía de la salud, de la buena salud, es evitar lo antes dicho.

Un comportamiento común ocurre cuando la gente hace cualquier tipo de comentario, principalmente aquel que dice: la gente no entiende, no se cuida, es muy necia, a pesar de estas palabras quien las emite ni porta cubre bocas, ni se lava las manos, es decir, toda una contradicción, responsabilizando a los otros del estado de las cosas, curándose en salud, sin reconocer su particular problema.

Finalmente, autorizados o no, valorados o no, obligados por las mismas circunstancias, una de las mejores formas de combatir al virus es atender todas las indicaciones de sanidad, cuya consecuencia tiene que ser alentadora, por lo tanto, o se actúa como se debe o se tendrán que asumir las consecuencias por tanta ligereza.