/ viernes 1 de abril de 2022

Anatomía de lo Social | Pretextos

El instinto dicta el deber y la inteligencia da pretextos para eludirlo.

Marcel Proust

A poco más de dos años de haber aparecido el maligno virus de la Covid-19, se modificaron, en su hacer, casi todas las actividades de las personas, en consecuencia, también cambió radicalmente el comportamiento habitual de las mismas; aunque, por supuesto, no se puede generalizar, pues hasta la fecha aún existen casos de negación para aceptar una realidad distinta a la esperada, es decir, ahora tenemos que aprender a vivir con la presencia del virus, entender sus mutaciones, para adecuarse según sea necesario; mientras tanto, es un deber social mantener las medidas de seguridad cuyo fin último es el cuidado de la vida.

Más allá de las estadísticas, donde los contagiados y los fallecidos han sumado en millones de personas a nivel mundial, ahora lo más importantes es encontrar una fórmula correcta que aliente a quienes, a pesar de todo, se han mantenido escépticos a la malignidad de la pandemia, siendo omisos a cualquier posibilidad de contagio, aun cuando ya hayan padecido la pérdida de un familiar o de alguien muy cercano a su entorno.

Justamente, esto ha sido la base para exponer, a manera de convocatoria, cuál es todavía la situación prevaleciente, pues el virus y sus trasformaciones aún sigue causando estragos entre las personas, desde luego, sin que se entienda como un sinónimo de alarma, pues no se puede negar que, para muchos, el haberse vacunado y contar con el esquema completo les ha redituado en la seguridad de continuar en el desarrollo de la vida cotidiana.

No se puede soslayar la actitud de muchas personas en el enfrentamiento contra el mal, pues se mantienen bajo resguardo personal al cumplir a cabalidad las reglas de higiene elementales, con ese interés personal y familiar de cuidarse por el bien de todos.

En contrasentido, hay quienes se han relajado, ya no toman las medidas precautorias y usan como bandera el hecho de evidenciar, con sus certificados de vacunación, que ahora son inmunes y pueden accesar a cualquier institución, centro comercial o algún otro lugar donde la concurrencia obliga a seguir siendo cautos y no tan ligeros, pues la vacuna, según se dice, todavía no otorga inmunidad total, existiendo un riesgo latente de contagiarse.

Con todo esto, aunque parezca reiterativo, no se deben desatender las medidas de seguridad, pues hoy en día en muchos lugares solo se aparentan los protocolos, pues se pueden notar la libre entrada de niños jóvenes y hasta personas adultas, no utilizan el cubre-bocas ni se aplican gel en las manos, mucho menos pasan por un filtro sanitizador, aumentándose con ello los riesgos en la salud, ante la complacencia de los responsables de la entrada a los establecimientos y, en muchos casos, por la ligereza de los padres al no exigirse esta obligatoriedad en el cuidado.

Con todo lo experimentado como causal de la pandemia, se han aprendido nuevas formas de comportamiento para mantener cierta calma, pues, en muchos casos, todavía quedan los resabios, hasta llegar a la sicosis, de quienes hubieron sido infectados y que hoy tienen la fortuna de poder comentarlo, haber regresado del padecimiento, hasta logrado superar una intubación, están totalmente agradecidos, en primera instancia, con Dios, por entender como una nueva oportunidad para vivir, sin olvidar a quienes fueron los cuidadores para compartir este don preciado de la vida.

De alguna manera, se han superado muchos obstáculos, se ha podido vacunar a millones de personas con todos los esquemas, la vida ha regresado, con aparente calma, a la nueva normalidad, el regreso casi total a lo cotidiano ha servido para refrescar las relaciones interpersonales, ocultas en los rincones del miedo y la inseguridad, hoy estamos casi listos para aceptar las nuevas formas y estilos de vida, cumpliendo con las exigencias sociales para conseguirlo, luego entonces, es imperioso cumplir con nuestra obligaciones para recibir aquello que parecía haberse perdido.

Desafortunadamente, en el polo opuesto de la realidad hay quienes se han quedado con unas formas inadecuadas para aceptar este cambio en la vida de las personas, y han ocupado al virus como un estandarte para eximirse de sus obligaciones; dicho de otra manera, el virus es el buen pretexto para ausentarse de sus tareas laborales, de cualquier índole, pues hay la posibilidad de faltar, solo basta hacer una llamada a la autoridad para excusarse por la inasistencia, bajo el o los argumentos de estar padeciendo un leve catarro, lo que puede propiciar un posible contagio, o también se dice que hay tos, leve temperatura, irritación de garganta, presumiéndose como un síntoma de posible Covid. Finalmente, existen muchas formas aparentemente fundadas para faltar al trabajo, sin pensar que las afectaciones auténticas no se curan en dos días, como también ocurre en muchos casos.

Concluyendo, si bien es cierto que aún no se puede asegurar la cura total o la desaparición del maligno virus, tampoco se puede negar que, hay muchas personas que se sustraen de sus obligaciones, utilizando la pandemia y sus derivados para incumplir con sus obligaciones; por eso, en cualquiera de sus formas, las mentiras sirven como una serie de buenos pretextos.

El instinto dicta el deber y la inteligencia da pretextos para eludirlo.

Marcel Proust

A poco más de dos años de haber aparecido el maligno virus de la Covid-19, se modificaron, en su hacer, casi todas las actividades de las personas, en consecuencia, también cambió radicalmente el comportamiento habitual de las mismas; aunque, por supuesto, no se puede generalizar, pues hasta la fecha aún existen casos de negación para aceptar una realidad distinta a la esperada, es decir, ahora tenemos que aprender a vivir con la presencia del virus, entender sus mutaciones, para adecuarse según sea necesario; mientras tanto, es un deber social mantener las medidas de seguridad cuyo fin último es el cuidado de la vida.

Más allá de las estadísticas, donde los contagiados y los fallecidos han sumado en millones de personas a nivel mundial, ahora lo más importantes es encontrar una fórmula correcta que aliente a quienes, a pesar de todo, se han mantenido escépticos a la malignidad de la pandemia, siendo omisos a cualquier posibilidad de contagio, aun cuando ya hayan padecido la pérdida de un familiar o de alguien muy cercano a su entorno.

Justamente, esto ha sido la base para exponer, a manera de convocatoria, cuál es todavía la situación prevaleciente, pues el virus y sus trasformaciones aún sigue causando estragos entre las personas, desde luego, sin que se entienda como un sinónimo de alarma, pues no se puede negar que, para muchos, el haberse vacunado y contar con el esquema completo les ha redituado en la seguridad de continuar en el desarrollo de la vida cotidiana.

No se puede soslayar la actitud de muchas personas en el enfrentamiento contra el mal, pues se mantienen bajo resguardo personal al cumplir a cabalidad las reglas de higiene elementales, con ese interés personal y familiar de cuidarse por el bien de todos.

En contrasentido, hay quienes se han relajado, ya no toman las medidas precautorias y usan como bandera el hecho de evidenciar, con sus certificados de vacunación, que ahora son inmunes y pueden accesar a cualquier institución, centro comercial o algún otro lugar donde la concurrencia obliga a seguir siendo cautos y no tan ligeros, pues la vacuna, según se dice, todavía no otorga inmunidad total, existiendo un riesgo latente de contagiarse.

Con todo esto, aunque parezca reiterativo, no se deben desatender las medidas de seguridad, pues hoy en día en muchos lugares solo se aparentan los protocolos, pues se pueden notar la libre entrada de niños jóvenes y hasta personas adultas, no utilizan el cubre-bocas ni se aplican gel en las manos, mucho menos pasan por un filtro sanitizador, aumentándose con ello los riesgos en la salud, ante la complacencia de los responsables de la entrada a los establecimientos y, en muchos casos, por la ligereza de los padres al no exigirse esta obligatoriedad en el cuidado.

Con todo lo experimentado como causal de la pandemia, se han aprendido nuevas formas de comportamiento para mantener cierta calma, pues, en muchos casos, todavía quedan los resabios, hasta llegar a la sicosis, de quienes hubieron sido infectados y que hoy tienen la fortuna de poder comentarlo, haber regresado del padecimiento, hasta logrado superar una intubación, están totalmente agradecidos, en primera instancia, con Dios, por entender como una nueva oportunidad para vivir, sin olvidar a quienes fueron los cuidadores para compartir este don preciado de la vida.

De alguna manera, se han superado muchos obstáculos, se ha podido vacunar a millones de personas con todos los esquemas, la vida ha regresado, con aparente calma, a la nueva normalidad, el regreso casi total a lo cotidiano ha servido para refrescar las relaciones interpersonales, ocultas en los rincones del miedo y la inseguridad, hoy estamos casi listos para aceptar las nuevas formas y estilos de vida, cumpliendo con las exigencias sociales para conseguirlo, luego entonces, es imperioso cumplir con nuestra obligaciones para recibir aquello que parecía haberse perdido.

Desafortunadamente, en el polo opuesto de la realidad hay quienes se han quedado con unas formas inadecuadas para aceptar este cambio en la vida de las personas, y han ocupado al virus como un estandarte para eximirse de sus obligaciones; dicho de otra manera, el virus es el buen pretexto para ausentarse de sus tareas laborales, de cualquier índole, pues hay la posibilidad de faltar, solo basta hacer una llamada a la autoridad para excusarse por la inasistencia, bajo el o los argumentos de estar padeciendo un leve catarro, lo que puede propiciar un posible contagio, o también se dice que hay tos, leve temperatura, irritación de garganta, presumiéndose como un síntoma de posible Covid. Finalmente, existen muchas formas aparentemente fundadas para faltar al trabajo, sin pensar que las afectaciones auténticas no se curan en dos días, como también ocurre en muchos casos.

Concluyendo, si bien es cierto que aún no se puede asegurar la cura total o la desaparición del maligno virus, tampoco se puede negar que, hay muchas personas que se sustraen de sus obligaciones, utilizando la pandemia y sus derivados para incumplir con sus obligaciones; por eso, en cualquiera de sus formas, las mentiras sirven como una serie de buenos pretextos.