/ viernes 21 de febrero de 2020

Anatomía de lo Social | Protocolos de seguridad

La conciencia del peligro es ya la mitad de la seguridad y de la salvación.

Ramón J. Sénder

Sin duda, cualquier atentado contra la vida humana es totalmente reprobable, más aún si se trata de un menor de edad, nada puede justificar una aberración de esta naturaleza, por ello, otra vez, es imperioso restructurar las formas de seguridad para evitar se sigan sucediendo otros casos similares, es decir, aplicar medidas de prevención pueden ser factores de ayuda en el impedimento de la violencia, no solo en casos particulares, sino en lo general, de esta manera es posible detener la incidencia de casos, donde los riesgos de atentados son muy altos, específicamente en las instituciones educativas.

Desde luego, es importante convocar a los padres de familia a la participación en el diseño y aplicación de los protocolos de seguridad, pues ellos son los elementos principales en el cuidado de los hijos, así como en su desarrollo, en este sentido, se les estaría otorgando también la responsabilidad de establecer los principios fundamentales para su personal cuidado, en consecuencia, se podrían evitar un gran número de problemas.

Es aquí donde se haría valer el principio del cuidado personal mediante una serie de normas aplicables en todas y cada una de las actividades, con el propósito de salvaguardar la integridad de los niños, incluso de los jóvenes, aportando con ello la seguridad a la que se aspira. Evidentemente, esto no es una tarea fácil, pues las contingencias son en muchos casos impredecibles, de cualquier manera, tomar decisiones anticipadas sobre las formas de proceder en momentos de crisis pueden ayudar a superarlas.

Bajo estas consideraciones, pueden definirse los protocolos de seguridad como medidas de prevención en cuanto la situaciones o actividades cotidianas se encuentren en riesgo, pues en muchas ocasiones, no se tienen los cuidados suficientes, tal vez por desconocimiento, para atender un asunto de gravedad ilimitada.

Seguramente, se ha podido observar, conocer, o vivir en carne propia, algunos casos donde la inexistencia de un protocolo de seguridad ha traído consigo algunos eventos que han culminado en tragedia, ejemplos hay muchos, así como también responsables; por eso, más allá de su origen, mejor es señalar cuales serían los instrumentos de protección de las personas, dígase estudiantes de cualquier nivel educativo. Aunque pudiera parecer exagerado, el acompañar a los hijos a la escuela, hasta las puertas de acceso, puede ser garantía de que en el trayecto de la casa a la escuela se evitan cualquier tipo de dificultades.

Este puede ser el inicio de la prevención, luego puede ser el cumplimiento a las normas institucionales, llamadas protocolos, de igual manera mantener una constante capacitación para establecer comportamientos, de acuerdo a la contingencia, como en esa primera parte de mantener la calma en cuanto se presentase un evento meteorológico, en especial de un temblor o terremoto.

Con el ánimo de incidir en las personas, se argumentan algunos ejemplos para evitar situaciones de riesgo, diseñar identificaciones especiales para entregar a un hijo en la escuela, así como para esperarlo en su salida; solicitarla cuando alguien pretenda accesar a una escuela, y no exista motivo para ello, de igual manera, mantener una vigilancia en los alrededores de las escuelas, cuando se presuma la presencia de personas extrañas a la misma; en su caso, denunciar ante las autoridades competentes solicitando su presencia e intervención.

En otro orden de ideas, también es importante contar con personal capacitado para atender un problema de salud, o hasta un accidente, pues el desconocimiento de las causas puede terminar en tragedia, en este sentido también existen muchos ejemplos ocurridos en los contextos escolares; o hasta en lo aparentemente simple de darle a un alumno una pastilla, solo por decir que le duele la cabeza, sin saber si existe un problema de mayor seriedad; de cualquier manera, tratar y atender los asuntos cotidianos no deben basarse solo en el sentido común, sino además, basados en criterios especializados, con la intención, inclusive, de evitar demandas por una supuesta negligencia.

La conciencia del peligro es ya la mitad de la seguridad y de la salvación.

Ramón J. Sénder

Sin duda, cualquier atentado contra la vida humana es totalmente reprobable, más aún si se trata de un menor de edad, nada puede justificar una aberración de esta naturaleza, por ello, otra vez, es imperioso restructurar las formas de seguridad para evitar se sigan sucediendo otros casos similares, es decir, aplicar medidas de prevención pueden ser factores de ayuda en el impedimento de la violencia, no solo en casos particulares, sino en lo general, de esta manera es posible detener la incidencia de casos, donde los riesgos de atentados son muy altos, específicamente en las instituciones educativas.

Desde luego, es importante convocar a los padres de familia a la participación en el diseño y aplicación de los protocolos de seguridad, pues ellos son los elementos principales en el cuidado de los hijos, así como en su desarrollo, en este sentido, se les estaría otorgando también la responsabilidad de establecer los principios fundamentales para su personal cuidado, en consecuencia, se podrían evitar un gran número de problemas.

Es aquí donde se haría valer el principio del cuidado personal mediante una serie de normas aplicables en todas y cada una de las actividades, con el propósito de salvaguardar la integridad de los niños, incluso de los jóvenes, aportando con ello la seguridad a la que se aspira. Evidentemente, esto no es una tarea fácil, pues las contingencias son en muchos casos impredecibles, de cualquier manera, tomar decisiones anticipadas sobre las formas de proceder en momentos de crisis pueden ayudar a superarlas.

Bajo estas consideraciones, pueden definirse los protocolos de seguridad como medidas de prevención en cuanto la situaciones o actividades cotidianas se encuentren en riesgo, pues en muchas ocasiones, no se tienen los cuidados suficientes, tal vez por desconocimiento, para atender un asunto de gravedad ilimitada.

Seguramente, se ha podido observar, conocer, o vivir en carne propia, algunos casos donde la inexistencia de un protocolo de seguridad ha traído consigo algunos eventos que han culminado en tragedia, ejemplos hay muchos, así como también responsables; por eso, más allá de su origen, mejor es señalar cuales serían los instrumentos de protección de las personas, dígase estudiantes de cualquier nivel educativo. Aunque pudiera parecer exagerado, el acompañar a los hijos a la escuela, hasta las puertas de acceso, puede ser garantía de que en el trayecto de la casa a la escuela se evitan cualquier tipo de dificultades.

Este puede ser el inicio de la prevención, luego puede ser el cumplimiento a las normas institucionales, llamadas protocolos, de igual manera mantener una constante capacitación para establecer comportamientos, de acuerdo a la contingencia, como en esa primera parte de mantener la calma en cuanto se presentase un evento meteorológico, en especial de un temblor o terremoto.

Con el ánimo de incidir en las personas, se argumentan algunos ejemplos para evitar situaciones de riesgo, diseñar identificaciones especiales para entregar a un hijo en la escuela, así como para esperarlo en su salida; solicitarla cuando alguien pretenda accesar a una escuela, y no exista motivo para ello, de igual manera, mantener una vigilancia en los alrededores de las escuelas, cuando se presuma la presencia de personas extrañas a la misma; en su caso, denunciar ante las autoridades competentes solicitando su presencia e intervención.

En otro orden de ideas, también es importante contar con personal capacitado para atender un problema de salud, o hasta un accidente, pues el desconocimiento de las causas puede terminar en tragedia, en este sentido también existen muchos ejemplos ocurridos en los contextos escolares; o hasta en lo aparentemente simple de darle a un alumno una pastilla, solo por decir que le duele la cabeza, sin saber si existe un problema de mayor seriedad; de cualquier manera, tratar y atender los asuntos cotidianos no deben basarse solo en el sentido común, sino además, basados en criterios especializados, con la intención, inclusive, de evitar demandas por una supuesta negligencia.