/ jueves 25 de junio de 2020

Espacio INE | La reelección en el Proceso Electoral 2021

  • Mirna Eugenia Garduño Ruiz

La reelección es un tema que se ha discutido y propuesto en varias ocasiones a lo largo de la historia política del país, tanto por funcionarios públicos, por personas integrantes de legislaturas, así como académicos de renombre nacional e internacional. Los argumentos que se han vertido incluyen elementos que tienen que ver con la continuidad de los trabajos legislativos y la profesionalización en el ejercicio público a través del fortalecimiento de las actividades legislativas y de gobierno municipal. Sin embargo, los argumentos que se presentaron a lo largo de varias décadas no fueron suficientes, al menos hasta los primeros catorce años de este siglo.

Seguramente a las personas que leen estas líneas les tocó tener en sus manos algún documento oficial de cualquier dependencia pública, y pudo observar una rúbrica de algún funcionario que, sin importar su nivel, ni siquiera el nombre, siempre iba precedida por la frase "sufragio efectivo, no reelección". Esta frase marcó un hito en la cultura política mexicana, quizá no sea exagerado decir que fue un rasgo distintivo de muchas generaciones de mexicanas y mexicanos, quienes seguramente la pusieron al nivel de un dogma.

Si consideramos el contexto en el que se construyó esta oración, podemos justificar el hecho de que por sí misma constituye una contradicción, pues si lo que importa es que el sufragio sea efectivo, qué más da que exista la reelección, como sucede en la mayoría de las democracias consolidadas del mundo. Es decir, si el soberano, que es el pueblo, desea la permanencia de tal o cual personaje en un cargo público, las instituciones no están para impedirlo, de otra manera el sufragio podría ser cualquier otra cosa, pero no sería efectivo.

Si recordamos que el país iba saliendo de un largo periodo conocido como el porfiriato, en el que una sola persona detentó el poder por más de tres décadas, podremos entender las razones por las que esa frase penetró profundo en la mente y el ánimo del pueblo mexicano. Y las siguientes generaciones la aceptaron a pie juntillas sin considerar la posible contradicción y sin mayor juicio sobre el contexto histórico en el que se acuñó la oración y sus diferencias con los tiempos actuales. Era común pensar que la reelección era una especie de pecado, delito o por lo menos una falta administrativa.

En ese contexto se dio la reforma electoral del año 2014 que abrió la puerta para la elección consecutiva para los cargos de presidencias municipales y legislaturas en cada una de las entidades federativas, así como para las diputaciones federales y senadurías. A partir de ese año se abrió la puerta legislativa para un tema tabú en los últimos 100 años de la historia electoral mexicana, solo que el legislador decidió que esta posibilidad fuera aplicable por primera vez a las personas que resultaron electas en los comicios del año 2018.

En todos los casos el periodo máximo por el que pueden ocupar el cargo de manera consecutiva es de 12 años, eso significa que las diputadas y los diputados pueden ocupar el mismo cargo durante cuatro períodos inmediatos, mientras que las senadoras y senadores lo podrán hacer por dos periodos, completando así un máximo de 12 años contiguos en cualquiera de las cámaras. Cabe aclarar que esta posibilidad de reelección, aun con esa reforma electoral, sigue sin aplicar para el cargo de las Gubernaturas en los estados y la Presidencia de la República, los máximos cargos de elección popular.

¿Esta reforma será suficiente para exorcizar el espíritu que permeó por tantas décadas en la sociedad mexicana? No lo sabremos hasta que concluya la jornada electoral del 6 de junio de 2021, y para entonces tendremos claro cuántas personas decidieron contender por el mismo escaño y también cuántas de estas candidaturas recibieron el respaldo de la ciudadanía para ejercer el cargo por un segundo período consecutivo.

  • Vocal de Organización Electoral / Junta Local Ejecutiva del INE en Tlaxcala
  • Mirna Eugenia Garduño Ruiz

La reelección es un tema que se ha discutido y propuesto en varias ocasiones a lo largo de la historia política del país, tanto por funcionarios públicos, por personas integrantes de legislaturas, así como académicos de renombre nacional e internacional. Los argumentos que se han vertido incluyen elementos que tienen que ver con la continuidad de los trabajos legislativos y la profesionalización en el ejercicio público a través del fortalecimiento de las actividades legislativas y de gobierno municipal. Sin embargo, los argumentos que se presentaron a lo largo de varias décadas no fueron suficientes, al menos hasta los primeros catorce años de este siglo.

Seguramente a las personas que leen estas líneas les tocó tener en sus manos algún documento oficial de cualquier dependencia pública, y pudo observar una rúbrica de algún funcionario que, sin importar su nivel, ni siquiera el nombre, siempre iba precedida por la frase "sufragio efectivo, no reelección". Esta frase marcó un hito en la cultura política mexicana, quizá no sea exagerado decir que fue un rasgo distintivo de muchas generaciones de mexicanas y mexicanos, quienes seguramente la pusieron al nivel de un dogma.

Si consideramos el contexto en el que se construyó esta oración, podemos justificar el hecho de que por sí misma constituye una contradicción, pues si lo que importa es que el sufragio sea efectivo, qué más da que exista la reelección, como sucede en la mayoría de las democracias consolidadas del mundo. Es decir, si el soberano, que es el pueblo, desea la permanencia de tal o cual personaje en un cargo público, las instituciones no están para impedirlo, de otra manera el sufragio podría ser cualquier otra cosa, pero no sería efectivo.

Si recordamos que el país iba saliendo de un largo periodo conocido como el porfiriato, en el que una sola persona detentó el poder por más de tres décadas, podremos entender las razones por las que esa frase penetró profundo en la mente y el ánimo del pueblo mexicano. Y las siguientes generaciones la aceptaron a pie juntillas sin considerar la posible contradicción y sin mayor juicio sobre el contexto histórico en el que se acuñó la oración y sus diferencias con los tiempos actuales. Era común pensar que la reelección era una especie de pecado, delito o por lo menos una falta administrativa.

En ese contexto se dio la reforma electoral del año 2014 que abrió la puerta para la elección consecutiva para los cargos de presidencias municipales y legislaturas en cada una de las entidades federativas, así como para las diputaciones federales y senadurías. A partir de ese año se abrió la puerta legislativa para un tema tabú en los últimos 100 años de la historia electoral mexicana, solo que el legislador decidió que esta posibilidad fuera aplicable por primera vez a las personas que resultaron electas en los comicios del año 2018.

En todos los casos el periodo máximo por el que pueden ocupar el cargo de manera consecutiva es de 12 años, eso significa que las diputadas y los diputados pueden ocupar el mismo cargo durante cuatro períodos inmediatos, mientras que las senadoras y senadores lo podrán hacer por dos periodos, completando así un máximo de 12 años contiguos en cualquiera de las cámaras. Cabe aclarar que esta posibilidad de reelección, aun con esa reforma electoral, sigue sin aplicar para el cargo de las Gubernaturas en los estados y la Presidencia de la República, los máximos cargos de elección popular.

¿Esta reforma será suficiente para exorcizar el espíritu que permeó por tantas décadas en la sociedad mexicana? No lo sabremos hasta que concluya la jornada electoral del 6 de junio de 2021, y para entonces tendremos claro cuántas personas decidieron contender por el mismo escaño y también cuántas de estas candidaturas recibieron el respaldo de la ciudadanía para ejercer el cargo por un segundo período consecutivo.

  • Vocal de Organización Electoral / Junta Local Ejecutiva del INE en Tlaxcala