/ viernes 12 de agosto de 2022

Fe, esperanza y amor

Seguramente en incontables ocasiones se ha sentido usted víctima de las circunstancias, impotente ante el destino y sin ningún poder real para cambiar su vida y su entorno. Es muy probable que se haya dado por vencido y haya decidido conformarse con su realidad por desagradable que ésta sea. Tal vez su estado de salud, sus finanzas, su situación familiar, su relación de pareja o cualquier otra área de su vida necesita un cambio urgente pero no sabe usted qué hacer ni hacia dónde dirigirse.

Si este es su caso, le tengo buenas noticias. En estas tres sencillas palabras, fe, esperanza y amor, se encuentra la clave para salir adelante por más difícil que sea su actual dificultad. Y sí, está usted en lo cierto, se trata de las tradicionales virtudes teologales por todos conocidas. Pero por favor deme la oportunidad de reinterpretarlas para su beneficio.

Como bien lo dice una milenaria y conocida definición, la fe es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Carta a los Hebreos). Es muy sencillo: si lo puede ver, si lo puede tocar, si hay evidencia externa, no es fe. Pero si puede usted imaginar algo con todos sus detalles, contemplarlo con los ojos del alma y sentir internamente su realidad, entonces tiene usted fe. Y bien, ¿de qué nos sirve saber esto? De mucho. Porque si no le gustan sus circunstancias actuales puede usted cambiarlas. Hágase un favor: a partir de este momento imagínese y visualícese como la persona sana, abundante, feliz y plena que tiene derecho de ser. No importa si la evidencia le dice lo contrario. En el templo de su conciencia usted estará construyendo un yo distinto, y si permanece fiel a este nuevo concepto créame que comenzará a notar cambios externos. Sí, tiene usted ahora mismo el poder de convertirse en alguien totalmente nuevo.

Desde luego, esto es posible solamente con disciplina y constancia. Porque cambiar de manera de pensar es una tarea para toda la vida que implica romper paradigmas y conceptos profundamente arraigados en el subconsciente. Sólo le pido una cosa: convénzase de que en su mente hay un poder extraordinario que puede utilizar para cambiar su realidad. Es el mismo poder que hace latir su corazón y que regula todas sus funciones vitales de manera admirable. Es una mina inagotable de vida y bienestar para usted. No importa su pasado. Deje atrás las malas experiencias, el temor y la tristeza y dispóngase a comenzar de nuevo. Utilice en su beneficio este poder y reconstrúyase.

Mire que no le hablo de la fe desde una perspectiva religiosa, es decir, la creencia en alguien externo que puede venir en su ayuda. Por supuesto, esa clase de fe también es importante, y si a usted le funciona, eche mano de ella. Pero no, le estoy hablando de algo distinto, de la fe en usted mismo, en su propio poder interior, de la capacidad que todos tenemos de dirigir nuestras vidas hacia donde más nos guste y convenga. Esta fe le puede ayudar a recuperar la dignidad y la confianza en usted mismo. ¿Para qué? Para ser feliz. Porque para eso, y solo para eso, está usted aquí. Nunca lo olvide.

No se desanime si los cambios no se manifiestan de la noche a la mañana. Considere la lección que nos ofrece la naturaleza: Cuando se siembra una semilla hay que cuidar su desarrollo hasta que de la tierra brota la planta y llega a su punto de madurez. Pues bien, las nuevas ideas con las que estará usted impregnando su conciencia son verdaderas semillas mentales o, en palabras de Thomas Troward, prototipos espirituales que hay que tratar con sumo cuidado hasta que broten en el exterior y produzcan el fruto deseado.

Este tiempo de espera, estimado lector, es precisamente la esperanza. Pero no se trata de una esperanza a ciegas, de un “tal vez se cumpla mi deseo”, sino de la total certeza de que lo plantado dará fruto en su debido tiempo. Usted sabe que si siembra semillas de limón obtendrá limones. No tiene miedo de que algo saldrá mal y cosechará tomates o aguacates porque tiene la seguridad de que las leyes de la naturaleza son exactas. De igual forma puede confiar en las leyes de su mente y saber que los nuevos conceptos e ideas con los que está trabajando, las semillas de salud, abundancia, éxito, bienestar y felicidad que ha sembrado con fe y que está alimentando con tanto cuidado darán fruto en su tiempo.

Para concluir, hablemos del amor, que es el alimento con el que durante la etapa de la esperanza mantendrá vivo lo que ha sembrado en su conciencia. Enamórese del nuevo yo en el que desea convertirse. No le dé poder a las opiniones ajenas, porque el verdadero poder lo tiene usted en su propia mente. Enamórese de la salud, de la abundancia, de la armonía, del éxito, de la paz, de la alegría, de todo lo bueno que la vida le ofrece. Deshágase del temor y comience a vivir por amor.

Este es su momento, no lo desaproveche. El pasado ha quedado atrás. En sus manos están su presente y su futuro. La fe, la esperanza y el amor son sus herramientas. ¡Utilícelas con sabiduría y sea verdaderamente libre!

*Comunicólogo y sacerdote anglicano.

Seguramente en incontables ocasiones se ha sentido usted víctima de las circunstancias, impotente ante el destino y sin ningún poder real para cambiar su vida y su entorno. Es muy probable que se haya dado por vencido y haya decidido conformarse con su realidad por desagradable que ésta sea. Tal vez su estado de salud, sus finanzas, su situación familiar, su relación de pareja o cualquier otra área de su vida necesita un cambio urgente pero no sabe usted qué hacer ni hacia dónde dirigirse.

Si este es su caso, le tengo buenas noticias. En estas tres sencillas palabras, fe, esperanza y amor, se encuentra la clave para salir adelante por más difícil que sea su actual dificultad. Y sí, está usted en lo cierto, se trata de las tradicionales virtudes teologales por todos conocidas. Pero por favor deme la oportunidad de reinterpretarlas para su beneficio.

Como bien lo dice una milenaria y conocida definición, la fe es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Carta a los Hebreos). Es muy sencillo: si lo puede ver, si lo puede tocar, si hay evidencia externa, no es fe. Pero si puede usted imaginar algo con todos sus detalles, contemplarlo con los ojos del alma y sentir internamente su realidad, entonces tiene usted fe. Y bien, ¿de qué nos sirve saber esto? De mucho. Porque si no le gustan sus circunstancias actuales puede usted cambiarlas. Hágase un favor: a partir de este momento imagínese y visualícese como la persona sana, abundante, feliz y plena que tiene derecho de ser. No importa si la evidencia le dice lo contrario. En el templo de su conciencia usted estará construyendo un yo distinto, y si permanece fiel a este nuevo concepto créame que comenzará a notar cambios externos. Sí, tiene usted ahora mismo el poder de convertirse en alguien totalmente nuevo.

Desde luego, esto es posible solamente con disciplina y constancia. Porque cambiar de manera de pensar es una tarea para toda la vida que implica romper paradigmas y conceptos profundamente arraigados en el subconsciente. Sólo le pido una cosa: convénzase de que en su mente hay un poder extraordinario que puede utilizar para cambiar su realidad. Es el mismo poder que hace latir su corazón y que regula todas sus funciones vitales de manera admirable. Es una mina inagotable de vida y bienestar para usted. No importa su pasado. Deje atrás las malas experiencias, el temor y la tristeza y dispóngase a comenzar de nuevo. Utilice en su beneficio este poder y reconstrúyase.

Mire que no le hablo de la fe desde una perspectiva religiosa, es decir, la creencia en alguien externo que puede venir en su ayuda. Por supuesto, esa clase de fe también es importante, y si a usted le funciona, eche mano de ella. Pero no, le estoy hablando de algo distinto, de la fe en usted mismo, en su propio poder interior, de la capacidad que todos tenemos de dirigir nuestras vidas hacia donde más nos guste y convenga. Esta fe le puede ayudar a recuperar la dignidad y la confianza en usted mismo. ¿Para qué? Para ser feliz. Porque para eso, y solo para eso, está usted aquí. Nunca lo olvide.

No se desanime si los cambios no se manifiestan de la noche a la mañana. Considere la lección que nos ofrece la naturaleza: Cuando se siembra una semilla hay que cuidar su desarrollo hasta que de la tierra brota la planta y llega a su punto de madurez. Pues bien, las nuevas ideas con las que estará usted impregnando su conciencia son verdaderas semillas mentales o, en palabras de Thomas Troward, prototipos espirituales que hay que tratar con sumo cuidado hasta que broten en el exterior y produzcan el fruto deseado.

Este tiempo de espera, estimado lector, es precisamente la esperanza. Pero no se trata de una esperanza a ciegas, de un “tal vez se cumpla mi deseo”, sino de la total certeza de que lo plantado dará fruto en su debido tiempo. Usted sabe que si siembra semillas de limón obtendrá limones. No tiene miedo de que algo saldrá mal y cosechará tomates o aguacates porque tiene la seguridad de que las leyes de la naturaleza son exactas. De igual forma puede confiar en las leyes de su mente y saber que los nuevos conceptos e ideas con los que está trabajando, las semillas de salud, abundancia, éxito, bienestar y felicidad que ha sembrado con fe y que está alimentando con tanto cuidado darán fruto en su tiempo.

Para concluir, hablemos del amor, que es el alimento con el que durante la etapa de la esperanza mantendrá vivo lo que ha sembrado en su conciencia. Enamórese del nuevo yo en el que desea convertirse. No le dé poder a las opiniones ajenas, porque el verdadero poder lo tiene usted en su propia mente. Enamórese de la salud, de la abundancia, de la armonía, del éxito, de la paz, de la alegría, de todo lo bueno que la vida le ofrece. Deshágase del temor y comience a vivir por amor.

Este es su momento, no lo desaproveche. El pasado ha quedado atrás. En sus manos están su presente y su futuro. La fe, la esperanza y el amor son sus herramientas. ¡Utilícelas con sabiduría y sea verdaderamente libre!

*Comunicólogo y sacerdote anglicano.