/ lunes 2 de abril de 2018

Tiempos de Democracia

La trágica muerte en prisión de la “Niñera Golpeadora”, ineludible test de confianza para la justicia tlaxcalteca

A la opinión pública hay que hablarle con el sustento de indagatorias sólidas que diluciden la verdad

Clave, la conversación telefónica sostenida entre el periodista Martín Rodríguez y el padre de la fallecida

Debilitada la hipótesis inicial del suicidio, la policía científica debe abrir nuevas líneas de investigación

Lo que menos falta le hace a esta mi entrañable Tlaxcala que tan afanosamente trata de encontrar su nicho en la modernidad global, lo que menos falta le hace, repito, es continuar acumulando motivos de descrédito. Son ya demasiadas las veces en las que su nombre aparece en los medios por ser escenario de noticias escandalosas que invariablemente ocasionan escarnio y burla nacional. Urge revertir esa tendencia que sólo contribuye a que se nos siga juzgando como un pequeño, pobre e incómodo microcosmos al que poca atención se le presta, en el que puede pasar cualquier cosa y donde todo se puede arreglar, en lo obscuro y al margen de la ley. Urge revertirla, sí, pero para lograrlo se precisa de voluntad política.

Costumbres ilegales

Si usted es, como presumo, fiel lector de nuestro diario quizá recuerde que conocidas luminarias del cine norteamericano venían a Tlaxcala para tramitar aquí su separación conyugal. Se les ofrecía un trámite rápido, sencillo y barato que se resolvía en pocos minutos ante el secretario de un Ayuntamiento cualquiera, a cambio de una aportación en billetes verdes que temporalmente paliaba la pobreza de las arcas del municipio… o las de su presidente. Fotografías profusamente difundidas por la prensa nacional de la época hablaban de aquellos “divorcios al vapor” que pusieron de moda a nuestra entidad.

La mala fama no era gratuita

También se expedían a discreción actas de nacimiento y constancias de residencia a todo aquel que las solicitaba. Esos documentos eran de utilidad para personas de la más diversa condición, entre las que no faltaban las que los requerían para cambiar de nacionalidad y hasta de nombre a fin de eludir la justicia en sus países de origen, o incluso en el nuestro. Así, por décadas, los encargados del registro civil establecieron la costumbre de dejar páginas en blanco en sus libros, páginas que quedaban disponibles para llenarse -según se fuera ofreciendo- en el tomo preciso del año que correspondiera al del nacimiento que a su conveniencia declaraba el o la solicitante. Mediante ese artilugio no pocos delincuentes consiguieron burlar la justicia… y no pocas estrellas del celuloide lograron disminuir mágicamente su edad real.

Polvos de aquellos lodos

Todo eso se fue acabando conforme el tiempo y los métodos de comprobación digitalizada convirtieron en inviables tan rústicos procedimientos de falsificación de documentos oficiales. En su reemplazo vinieron otros métodos, bastante más sofisticados y menos fáciles de evidenciar. La apertura democrática y la pluralidad política, a su vez, fueron también acabando con las formas arcaicas de violentar la voluntad popular. La quema de urnas electorales, por ejemplo, así como la apertura clandestina de paquetes electorales para introducir en ellos votos falsos fueron prácticas que el tiempo arrumbó en el arcón de los recuerdos. Empero, otra vez fue Tlaxcala de los últimos estados que siguieron registrando esos excesos.

Riesgo de retroceso

Necio sería no reconocer que hemos avanzado, si bien lo hacemos a un ritmo desesperadamente lento. Basta tan sólo recordar la parálisis que vive el instituto de la transparencia local, por no hablar de la forma lamentable con que se desvirtuó en Tlaxcala el sentido original de su sistema anticorrupción. Sí, amigo lector, en efecto: donde peor estamos es en lo tocante a la justicia, siempre oculta al escrutinio noticioso y siempre dependiente de usos y costumbres según las cuales toda acción ministerial o toda sentencia judicial ha de ponderarse en función delos intereses del gobernante en turno, o a la relevancia social y económica de los personajes implicados. Hay sin embargo excepciones que escapan a los controles de la autoridad y se vuelven del dominio público. Uno de esos raros sucesos lo constituye el caso de “La Niñera Golpeadora”, cuyas extrañísimas y muy especiales circunstancias amenazan con convertirse en un insalvable test de confianza y efectividad para la justicia tlaxcalteca.

El de la niñera, caso emblemático

Repasemos las contradictorias versiones que han circulado acerca de la cadena de sucesos que culminarían la madrugada del pasado 21 de marzo con la trágica muerte de una joven que en vida llevó por nombre Elisa Villegas Sánchez. Días antes de su deceso, la hoy occisa había sido evidenciada en las redes sociales como una mujer desequilibrada, capaz de ejercer violencia contra dos menores que tenía a su cuidado. Las imágenes de por lo menos dos videos prueban que, de seguir viva, se habría hecho acreedora a la penalidad que corresponde a este tipo de delitos y seguramente a un tratamiento siquiátrico que le permitiría -una vez sanada- su reinserción social.

Suicidio, la explicación oficial

Lo que sí ciertamente no merecía es que se la hiciese víctima de una golpiza, primero mediática y luego física, como venganza por su aberrante conducta con los infantes. Quién o quiénes fueron los autores de esa agresión es una de las vertientes del caso que la autoridad debe dilucidar, pues es muy posible que estuviera vinculada a las circunstancias que rodearon su misteriosa muerte en la celda del Anexo Femenil del Penal de Apizaco en la que horas antes había sido recluida. La versión -quiero pensar que preliminar y sujeta a ratificación y pormenorización posterior- que el procurador José Aarón Pérez Carro dio apunta en principio a que se trató de un suicidio.

Dudas y más dudas…

A cualquier pensante que dedique unos minutos al análisis racional -que no emocional- del caso, le surgirán en seguida dudas que, a querer o no, ponen en tela de juicio la explicación del procurador. No profundizo en ellas ya que supongo que serán aclaradas más temprano que tarde. Y es que basta seguir la línea del tiempo de los hechos para advertir los muchos aspectos de la investigación que permanecen en la obscuridad. Por lo demás, las reservas que se tenían para darle crédito a la versión oficial se potenciaron al infinito al conocer las revelaciones que el padre de la niñera muerta hiciera al periodista Martín Rodríguez Hernández en su comentado noticiario que transmite vía internet.

Giro radical

Vía telefónica y por interpósita persona, el procurador habría pedido al progenitor de Elisa se desistiera de reclamar el cuerpo de su hija que el afligido hombre pedía ver por última vez. La oferta oficial habría consistido en que, si los deudos de la fallecida aceptaban que el cadáver se incinerara, el gobierno se haría cargo de los gastos funerarios. Concluyo: si la grabación no es apócrifa, la hipótesis del suicidio que parecía resolver el caso se tambalea y clausura la tentación de dar al asunto el clásico carpetazo. El giro tomado por el caso le abrió espacio a un sin fin de especulaciones que sólo una investigación sólida y verosímil -basada en pruebas científicas- puede atajar. La sociedad exige que se le hable con verdad.






La trágica muerte en prisión de la “Niñera Golpeadora”, ineludible test de confianza para la justicia tlaxcalteca

A la opinión pública hay que hablarle con el sustento de indagatorias sólidas que diluciden la verdad

Clave, la conversación telefónica sostenida entre el periodista Martín Rodríguez y el padre de la fallecida

Debilitada la hipótesis inicial del suicidio, la policía científica debe abrir nuevas líneas de investigación

Lo que menos falta le hace a esta mi entrañable Tlaxcala que tan afanosamente trata de encontrar su nicho en la modernidad global, lo que menos falta le hace, repito, es continuar acumulando motivos de descrédito. Son ya demasiadas las veces en las que su nombre aparece en los medios por ser escenario de noticias escandalosas que invariablemente ocasionan escarnio y burla nacional. Urge revertir esa tendencia que sólo contribuye a que se nos siga juzgando como un pequeño, pobre e incómodo microcosmos al que poca atención se le presta, en el que puede pasar cualquier cosa y donde todo se puede arreglar, en lo obscuro y al margen de la ley. Urge revertirla, sí, pero para lograrlo se precisa de voluntad política.

Costumbres ilegales

Si usted es, como presumo, fiel lector de nuestro diario quizá recuerde que conocidas luminarias del cine norteamericano venían a Tlaxcala para tramitar aquí su separación conyugal. Se les ofrecía un trámite rápido, sencillo y barato que se resolvía en pocos minutos ante el secretario de un Ayuntamiento cualquiera, a cambio de una aportación en billetes verdes que temporalmente paliaba la pobreza de las arcas del municipio… o las de su presidente. Fotografías profusamente difundidas por la prensa nacional de la época hablaban de aquellos “divorcios al vapor” que pusieron de moda a nuestra entidad.

La mala fama no era gratuita

También se expedían a discreción actas de nacimiento y constancias de residencia a todo aquel que las solicitaba. Esos documentos eran de utilidad para personas de la más diversa condición, entre las que no faltaban las que los requerían para cambiar de nacionalidad y hasta de nombre a fin de eludir la justicia en sus países de origen, o incluso en el nuestro. Así, por décadas, los encargados del registro civil establecieron la costumbre de dejar páginas en blanco en sus libros, páginas que quedaban disponibles para llenarse -según se fuera ofreciendo- en el tomo preciso del año que correspondiera al del nacimiento que a su conveniencia declaraba el o la solicitante. Mediante ese artilugio no pocos delincuentes consiguieron burlar la justicia… y no pocas estrellas del celuloide lograron disminuir mágicamente su edad real.

Polvos de aquellos lodos

Todo eso se fue acabando conforme el tiempo y los métodos de comprobación digitalizada convirtieron en inviables tan rústicos procedimientos de falsificación de documentos oficiales. En su reemplazo vinieron otros métodos, bastante más sofisticados y menos fáciles de evidenciar. La apertura democrática y la pluralidad política, a su vez, fueron también acabando con las formas arcaicas de violentar la voluntad popular. La quema de urnas electorales, por ejemplo, así como la apertura clandestina de paquetes electorales para introducir en ellos votos falsos fueron prácticas que el tiempo arrumbó en el arcón de los recuerdos. Empero, otra vez fue Tlaxcala de los últimos estados que siguieron registrando esos excesos.

Riesgo de retroceso

Necio sería no reconocer que hemos avanzado, si bien lo hacemos a un ritmo desesperadamente lento. Basta tan sólo recordar la parálisis que vive el instituto de la transparencia local, por no hablar de la forma lamentable con que se desvirtuó en Tlaxcala el sentido original de su sistema anticorrupción. Sí, amigo lector, en efecto: donde peor estamos es en lo tocante a la justicia, siempre oculta al escrutinio noticioso y siempre dependiente de usos y costumbres según las cuales toda acción ministerial o toda sentencia judicial ha de ponderarse en función delos intereses del gobernante en turno, o a la relevancia social y económica de los personajes implicados. Hay sin embargo excepciones que escapan a los controles de la autoridad y se vuelven del dominio público. Uno de esos raros sucesos lo constituye el caso de “La Niñera Golpeadora”, cuyas extrañísimas y muy especiales circunstancias amenazan con convertirse en un insalvable test de confianza y efectividad para la justicia tlaxcalteca.

El de la niñera, caso emblemático

Repasemos las contradictorias versiones que han circulado acerca de la cadena de sucesos que culminarían la madrugada del pasado 21 de marzo con la trágica muerte de una joven que en vida llevó por nombre Elisa Villegas Sánchez. Días antes de su deceso, la hoy occisa había sido evidenciada en las redes sociales como una mujer desequilibrada, capaz de ejercer violencia contra dos menores que tenía a su cuidado. Las imágenes de por lo menos dos videos prueban que, de seguir viva, se habría hecho acreedora a la penalidad que corresponde a este tipo de delitos y seguramente a un tratamiento siquiátrico que le permitiría -una vez sanada- su reinserción social.

Suicidio, la explicación oficial

Lo que sí ciertamente no merecía es que se la hiciese víctima de una golpiza, primero mediática y luego física, como venganza por su aberrante conducta con los infantes. Quién o quiénes fueron los autores de esa agresión es una de las vertientes del caso que la autoridad debe dilucidar, pues es muy posible que estuviera vinculada a las circunstancias que rodearon su misteriosa muerte en la celda del Anexo Femenil del Penal de Apizaco en la que horas antes había sido recluida. La versión -quiero pensar que preliminar y sujeta a ratificación y pormenorización posterior- que el procurador José Aarón Pérez Carro dio apunta en principio a que se trató de un suicidio.

Dudas y más dudas…

A cualquier pensante que dedique unos minutos al análisis racional -que no emocional- del caso, le surgirán en seguida dudas que, a querer o no, ponen en tela de juicio la explicación del procurador. No profundizo en ellas ya que supongo que serán aclaradas más temprano que tarde. Y es que basta seguir la línea del tiempo de los hechos para advertir los muchos aspectos de la investigación que permanecen en la obscuridad. Por lo demás, las reservas que se tenían para darle crédito a la versión oficial se potenciaron al infinito al conocer las revelaciones que el padre de la niñera muerta hiciera al periodista Martín Rodríguez Hernández en su comentado noticiario que transmite vía internet.

Giro radical

Vía telefónica y por interpósita persona, el procurador habría pedido al progenitor de Elisa se desistiera de reclamar el cuerpo de su hija que el afligido hombre pedía ver por última vez. La oferta oficial habría consistido en que, si los deudos de la fallecida aceptaban que el cadáver se incinerara, el gobierno se haría cargo de los gastos funerarios. Concluyo: si la grabación no es apócrifa, la hipótesis del suicidio que parecía resolver el caso se tambalea y clausura la tentación de dar al asunto el clásico carpetazo. El giro tomado por el caso le abrió espacio a un sin fin de especulaciones que sólo una investigación sólida y verosímil -basada en pruebas científicas- puede atajar. La sociedad exige que se le hable con verdad.