/ lunes 27 de junio de 2022

Tiempos de Democracia | Apuntes sobre el 2024

Con una oposición sin ideas ni figuras, la sucesión presidencial se reduce a saber quien ganará la carrera parejera que sostienen Claudia Sheimbaun y Marcelo Ebrard. De lo que no hay dudas es que el sexenio 2024-2030 seguirá, con sólo diferencia de matices, la línea transformadora que impuso a su gobierno Andrés Manuel López Obrador.

A la oposición se le escapan días que no podrá recuperar. Los partidos aliancistas siguen estancados en el titubeo y la indefinición, en tanto que los pre-candidatos de Morena para el 2024 se mueven poseídos de una hiperactividad desatada en pos de prosélitos, viajando por toda la República para asistir sin disimulo a mítines a los que se da amplia cobertura mediática. Marcelo y Claudia -y ahora también Adán Augusto- van a cuanto lugar les ofrece un foro donde lanzar su mensaje, mientras que el PAN y el PRI permanecen en la quietud y el pasmo sin emitir más señales que las provenientes del inútil y estéril negacionismo en que se congelaron hace meses. Acuden, eso sí, a denunciar ante los tribunales las violaciones a la ley en que incurren los morenistas con sus disfrazadas precampañas, pero lo hacen a sabiendas de que esas conductas no serán penalizadas debido, primero, a la vaguedad y posible inconstitucionalidad de las normas aplicables y, segundo, al extendido convencimiento de lo absurdo e inconveniente que resulta prohibir a los políticos… ¡que hagan política! Hace algunas semanas publiqué en este espacio un artículo titulado “Pedagogía de la ilegalidad”, en el que quedaba implícito que esa práctica no tardaría en ser imitada por todos los demás partidos.

¿Solos… o aliados?

Entiendo el desconcierto que priva en el partido azul y en el tricolor. Temen que, si no reúnen sus mermadas fuerzas caerán irremisiblemente en la irrelevancia. Saben también que su dificultad para construir una coalición radica en que ambas formaciones carecen de figuras en torno a las cuales podrían unirse sin provocar rupturas internas y sin perder seguidores. Además, no todas las corrientes antilopezobradoristas piensan en la alianza como mejor alternativa; en el PAN hay grupos importantes inclinados a participar en la elección presidencial con candidato propio sin acudir a “compañías indeseables”. En el PRI existe una tendencia similar, menos numerosa pero igualmente segura de que ir solos sería la opción, por el lastre que a la alianza supondría su impresentable líder nacional y por la necesidad que tienen de restaurar su deteriorada imagen. Sin embargo, una primera lectura a las encuestas indica que la sumatoria de los votos de todos los partidos de oposición -con excepción de Movimiento Ciudadano que ha reiterado su decisión de ir por separado- podría alcanzarles para presentar al elector una boleta competitiva frente a la aplanadora guinda. Quienes así piensan olvidan que, en política, la aritmética no atiende a la regla de “dos mas dos son siempre cuatro”.

¿Claudia Sheimbaun… o Marcelo Ebrard?

Si otra cosa no ocurre, serán Claudia y Marcelo los que lleguen a la recta final en el otoño del 23. Si atendemos a los estudios demoscópicos confiables, los respectivos porcentajes de aprobación de ambos están igualados y observan una amplísima ventaja respecto de los demás aspirantes encuestados; sin embargo y a contrapelo de esos datos, la inmensa mayoría de los opinantes en el país coinciden en que la preferencia del gran elector -léase López Obrador- está con la Jefa de Gobierno de la CDMX. Si esa percepción persistiera a favor de Claudia y apuntara a convertirse en realidad, la probabilidad de que el actual canciller emigrara hacia otro instituto político adquiriría la calidad de apuesta segura. Por eso Mario Delgado, líder del partido -en acato a la línea que ordena en Palacio Nacional- anunció que llevaría a su límite legal la fecha del destape, con el obvio objetivo de evitar deserciones anticipadas que podrían desestabilizar al partido. Sabiendo de la astucia del presidente para resolver a su favor este tipo de charadas políticas, me inclino a pensar que acercará a su persona y a su primer círculo a Marcelo y le dará el trato de confianza que nunca antes tuvo, haciéndole sentir que el piso es parejo y que no hay preferencias por ninguno de los aspirantes,

Pronóstico reservado

Con los datos que están a la vista, visualizar cómo se resolverá la sucesión presidencial no es tarea que se preste a especulaciones ni que exija mucho análisis. Si el destape favorece a Sheimbaun, en Ebrard tendrá un rival que le quitará votos pero no la vencerá; con ella habrá un gobierno que dará continuidad a la línea lopezobradorista. Pero si por lo contrario Marcelo es el candidato, su gobierno seguirá la ruta de su predecesor… en espera de asentarse bien en Palacio Nacional y entonces empezarle a quitar filo a las aristas más cortantes de la Cuarta Transformación. Claudia aceptará sin protestar la decisión de López Obrador y acabará en la embajada que más resulte de su gusto.

ANTENA NACIONAL

Paralelismos sugerentes

Martín Rodríguez publicó “Sánchez Piedras, el tlaxcalteca más obradorista”. En su artículo, que quizá habría sido más propio titular “López Obrador, el tabasqueño más sanchezpiedrista”, Martín halla interesantes coincidencias entre los propósitos y logros de don Emilio y los de Andrés Manuel. Diferían, claro, sus tiempos, métodos y espacios pero a los dos los movía el amor a su tuerray el mejorar la vida de los marginados. Al combinar su actividad reporteril con la reflexión editorial, el portal de Martín se ha vuelto un insumo indispensable para quienes, como yo, precisamos de la noticia instantánea y de opiniones orientadoras. Excelente trabajo el de este estupendo periodista tlaxcalteca.

Con una oposición sin ideas ni figuras, la sucesión presidencial se reduce a saber quien ganará la carrera parejera que sostienen Claudia Sheimbaun y Marcelo Ebrard. De lo que no hay dudas es que el sexenio 2024-2030 seguirá, con sólo diferencia de matices, la línea transformadora que impuso a su gobierno Andrés Manuel López Obrador.

A la oposición se le escapan días que no podrá recuperar. Los partidos aliancistas siguen estancados en el titubeo y la indefinición, en tanto que los pre-candidatos de Morena para el 2024 se mueven poseídos de una hiperactividad desatada en pos de prosélitos, viajando por toda la República para asistir sin disimulo a mítines a los que se da amplia cobertura mediática. Marcelo y Claudia -y ahora también Adán Augusto- van a cuanto lugar les ofrece un foro donde lanzar su mensaje, mientras que el PAN y el PRI permanecen en la quietud y el pasmo sin emitir más señales que las provenientes del inútil y estéril negacionismo en que se congelaron hace meses. Acuden, eso sí, a denunciar ante los tribunales las violaciones a la ley en que incurren los morenistas con sus disfrazadas precampañas, pero lo hacen a sabiendas de que esas conductas no serán penalizadas debido, primero, a la vaguedad y posible inconstitucionalidad de las normas aplicables y, segundo, al extendido convencimiento de lo absurdo e inconveniente que resulta prohibir a los políticos… ¡que hagan política! Hace algunas semanas publiqué en este espacio un artículo titulado “Pedagogía de la ilegalidad”, en el que quedaba implícito que esa práctica no tardaría en ser imitada por todos los demás partidos.

¿Solos… o aliados?

Entiendo el desconcierto que priva en el partido azul y en el tricolor. Temen que, si no reúnen sus mermadas fuerzas caerán irremisiblemente en la irrelevancia. Saben también que su dificultad para construir una coalición radica en que ambas formaciones carecen de figuras en torno a las cuales podrían unirse sin provocar rupturas internas y sin perder seguidores. Además, no todas las corrientes antilopezobradoristas piensan en la alianza como mejor alternativa; en el PAN hay grupos importantes inclinados a participar en la elección presidencial con candidato propio sin acudir a “compañías indeseables”. En el PRI existe una tendencia similar, menos numerosa pero igualmente segura de que ir solos sería la opción, por el lastre que a la alianza supondría su impresentable líder nacional y por la necesidad que tienen de restaurar su deteriorada imagen. Sin embargo, una primera lectura a las encuestas indica que la sumatoria de los votos de todos los partidos de oposición -con excepción de Movimiento Ciudadano que ha reiterado su decisión de ir por separado- podría alcanzarles para presentar al elector una boleta competitiva frente a la aplanadora guinda. Quienes así piensan olvidan que, en política, la aritmética no atiende a la regla de “dos mas dos son siempre cuatro”.

¿Claudia Sheimbaun… o Marcelo Ebrard?

Si otra cosa no ocurre, serán Claudia y Marcelo los que lleguen a la recta final en el otoño del 23. Si atendemos a los estudios demoscópicos confiables, los respectivos porcentajes de aprobación de ambos están igualados y observan una amplísima ventaja respecto de los demás aspirantes encuestados; sin embargo y a contrapelo de esos datos, la inmensa mayoría de los opinantes en el país coinciden en que la preferencia del gran elector -léase López Obrador- está con la Jefa de Gobierno de la CDMX. Si esa percepción persistiera a favor de Claudia y apuntara a convertirse en realidad, la probabilidad de que el actual canciller emigrara hacia otro instituto político adquiriría la calidad de apuesta segura. Por eso Mario Delgado, líder del partido -en acato a la línea que ordena en Palacio Nacional- anunció que llevaría a su límite legal la fecha del destape, con el obvio objetivo de evitar deserciones anticipadas que podrían desestabilizar al partido. Sabiendo de la astucia del presidente para resolver a su favor este tipo de charadas políticas, me inclino a pensar que acercará a su persona y a su primer círculo a Marcelo y le dará el trato de confianza que nunca antes tuvo, haciéndole sentir que el piso es parejo y que no hay preferencias por ninguno de los aspirantes,

Pronóstico reservado

Con los datos que están a la vista, visualizar cómo se resolverá la sucesión presidencial no es tarea que se preste a especulaciones ni que exija mucho análisis. Si el destape favorece a Sheimbaun, en Ebrard tendrá un rival que le quitará votos pero no la vencerá; con ella habrá un gobierno que dará continuidad a la línea lopezobradorista. Pero si por lo contrario Marcelo es el candidato, su gobierno seguirá la ruta de su predecesor… en espera de asentarse bien en Palacio Nacional y entonces empezarle a quitar filo a las aristas más cortantes de la Cuarta Transformación. Claudia aceptará sin protestar la decisión de López Obrador y acabará en la embajada que más resulte de su gusto.

ANTENA NACIONAL

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Martín Rodríguez publicó “Sánchez Piedras, el tlaxcalteca más obradorista”. En su artículo, que quizá habría sido más propio titular “López Obrador, el tabasqueño más sanchezpiedrista”, Martín halla interesantes coincidencias entre los propósitos y logros de don Emilio y los de Andrés Manuel. Diferían, claro, sus tiempos, métodos y espacios pero a los dos los movía el amor a su tuerray el mejorar la vida de los marginados. Al combinar su actividad reporteril con la reflexión editorial, el portal de Martín se ha vuelto un insumo indispensable para quienes, como yo, precisamos de la noticia instantánea y de opiniones orientadoras. Excelente trabajo el de este estupendo periodista tlaxcalteca.