/ lunes 28 de febrero de 2022

Tiempos de Democracia | De guerras y soberanías Parte 1


Para formarnos una opinión equilibrada respecto de estos dos complejos conceptos hay que aparcar simpatías y afinidades ideológicas. Si mezclamos las emociones personales con los datos duros que se conocen se corre el riesgo de quedar atrapados en discusiones bizantinas que no llevan a ninguna parte.

Aclaro, subrayo y preciso: este opinador piensa que ninguna guerra se justifica, salvo las que se libran en defensa de la familia y del patrimonio propio. Mas una vez adentrados en el asunto de las confrontaciones bélicas, hay que decir que, en ellas, no solo se combate en trincheras con soldados y armas de fuego; existen otros campos de batalla distintos a aquellos en que las victorias y las derrotas se dirimen con balas y muertos. Aludo a las agencias noticiosas dedicadas en su casi totalidad a difundir las versiones que mejor convienen a los gobiernos que sirven y a los intereses que representan, de tal suerte que en un conflicto como el de Ucrania es difícil saber quién dice la verdad y a quién le asiste la razón. A esa desinformación abonan los estudios de cine y los platós de TV, cuyo trabajo es hacer series, películas y programas de opinión con fines propagandísticos. Ubicados como estamos en el hemisferio occidental y vecinos que somos de EEUU, aquí solo llegan noticias emanadas de sus agencias; las otras, las que provienen del otro lado de la mítica Cortina de Hierro que separara a la Europa Oriental de la Occidental, a esas, amigo lector, no tenemos acceso. Oimos a los líderes de los países alineados en la OTAN -el estadounidense Biden, el francés Macron, el británico Johnson, el alemán Scholz, etc.- pero poco o nada sabemos de los testimonios de sus oponentes -el ruso Putin y el chino Xi Jimping-. Ese desequilibrio informativo confunde a la opinión pública con narrativas fragmentadas e inciertas. Díganlo si no los mexicanos que, influidos por Hollywood, crecimos odiando sucesivamente a alemanes, japoneses, coreanos, vietnamitas, iraníes, iraquíes, etc. Ellos eran los malos… y los americanos siempre los buenos.

Ucrania: argumentos y razones

Me extendí en el tema porque una amiga, escritora ella, culta y fina observadora, me envío un video con la respuesta que, en rueda de prensa abierta -sí, abierta- a la prensa internacional, dio Vladimir Putin a una reportera de la agencia británica Sky News que lo cuestionó sobre la dudosa certeza de su promesa -hoy sabemos incumplida- de no invadir Ucrania. Ante el apremio, el autócrata ruso explicó que, desde la década de los 90’s y luego del colapso de la Unión Soviética, las naciones agrupadas inicialmente en el pacto militar conocido como la OTAN acordaron respetar la franja de protección que para Rusia representaban los países del Oriente europeo reunidos en el extinto Pacto de Varsovia. Pese a ese compromiso, en 1999 se sumaron a la OTAN Polonia, Hungría y la República Checa; en 2004, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania y en 2009, Croacia y Albania. En lista de espera tenían ya a Ucrania; con ella, se estrecharía el cerco sobre Rusia, llegando hasta su frontera y borrando la línea roja que les había trazado Putin. La justificación para la invasión se fundamentó en que, a su oferta de paz, la contraparte nunca correspondió con un gesto de similar calado. En la mencionada rueda de prensa, Putin -ex agente de la KGB- preguntó a la reportera de Sky News cómo creía que reaccionaría Estados Unidos si en su frontera con Canadá o con México se construyeran bases con armas apuntando a su territorio. Y terminó recordándole el episodio de los misiles en Cuba en 1962 que a punto estuvo de desatar una guerra nuclear. Resumo, amigo lector: conocidas por boca de Putin sus razones me quedo con la idea de que Occidente -sin peligro inminente que la motivara- extremó hasta la imprudencia la presión militar sobre un país con el que contradictoriamente trabaja de consuno en diversos proyectos de paz. Creo que, si EEUU no hubiera envalentonado al presidente ucranio Zelenski, la diplomacia pudo haber evitado la guerra ofreciendo a Putin un referendum que le permitiera anexionarse por la vía pacífica las áreas rusófilas del Donbás y pactando con la OTAN el cese de su contínua expansión hacia el Este. En suma: la diplomacia occidental erró al querer estrangular militarmente a Rusia y ahora el pagano es el sufrido pueblo ucranio, hoy abandonado a su suerte.

ANTENA NACIONAL

Integración difícil

Este mundo moderno es un tren de alta velocidad, largo recorrido, pocas paradas y en constante cambio de itinerarios y rutas, razón por la cual debe estarse atento a su paso; si lo perdemos o nos equivocamos de vagón o de compañeros de viaje, el precio a pagar puede ser alto. Con la firma del TMEC México logró abordarlo; empero, al suscribir el tratado, el presidente López Obrador parece no darse cuenta de que, al tiempo que ganábamos derechos y privilegios, en los hechos cedíamos soberanía. Así, en adelante no sólo deberemos defender la que nos es propia, la nacional, sino también la regional, esto es, la tocante al territorio que en América del Norte compartimos con Estados Unidos y Canadá. Tendremos pues que acostumbrarnos a que, en caso de conflicto entre ambas soberanías, prevalecerá la del conjunto. La realidad es que quedamos alineados, nos guste o no, con los intereses de una potencia, EEUU, nación con la que hemos tenido profundas diferencias, y de un país, Canadá, históricamente vinculado al Reino Unido. En ese contexto geopolítico, convenzámonos, no hay cabida para posturas tercermundistas, por justas que puedan parecernos. Por voluntad propia nos adscribimos a uno de los dos bloques que se disputan la supremacía mundial y tendremos que ajustarnos a sus reglas y modalidades… y a ser más comedidos y cumplidos al hablar con los socios.


Para formarnos una opinión equilibrada respecto de estos dos complejos conceptos hay que aparcar simpatías y afinidades ideológicas. Si mezclamos las emociones personales con los datos duros que se conocen se corre el riesgo de quedar atrapados en discusiones bizantinas que no llevan a ninguna parte.

Aclaro, subrayo y preciso: este opinador piensa que ninguna guerra se justifica, salvo las que se libran en defensa de la familia y del patrimonio propio. Mas una vez adentrados en el asunto de las confrontaciones bélicas, hay que decir que, en ellas, no solo se combate en trincheras con soldados y armas de fuego; existen otros campos de batalla distintos a aquellos en que las victorias y las derrotas se dirimen con balas y muertos. Aludo a las agencias noticiosas dedicadas en su casi totalidad a difundir las versiones que mejor convienen a los gobiernos que sirven y a los intereses que representan, de tal suerte que en un conflicto como el de Ucrania es difícil saber quién dice la verdad y a quién le asiste la razón. A esa desinformación abonan los estudios de cine y los platós de TV, cuyo trabajo es hacer series, películas y programas de opinión con fines propagandísticos. Ubicados como estamos en el hemisferio occidental y vecinos que somos de EEUU, aquí solo llegan noticias emanadas de sus agencias; las otras, las que provienen del otro lado de la mítica Cortina de Hierro que separara a la Europa Oriental de la Occidental, a esas, amigo lector, no tenemos acceso. Oimos a los líderes de los países alineados en la OTAN -el estadounidense Biden, el francés Macron, el británico Johnson, el alemán Scholz, etc.- pero poco o nada sabemos de los testimonios de sus oponentes -el ruso Putin y el chino Xi Jimping-. Ese desequilibrio informativo confunde a la opinión pública con narrativas fragmentadas e inciertas. Díganlo si no los mexicanos que, influidos por Hollywood, crecimos odiando sucesivamente a alemanes, japoneses, coreanos, vietnamitas, iraníes, iraquíes, etc. Ellos eran los malos… y los americanos siempre los buenos.

Ucrania: argumentos y razones

Me extendí en el tema porque una amiga, escritora ella, culta y fina observadora, me envío un video con la respuesta que, en rueda de prensa abierta -sí, abierta- a la prensa internacional, dio Vladimir Putin a una reportera de la agencia británica Sky News que lo cuestionó sobre la dudosa certeza de su promesa -hoy sabemos incumplida- de no invadir Ucrania. Ante el apremio, el autócrata ruso explicó que, desde la década de los 90’s y luego del colapso de la Unión Soviética, las naciones agrupadas inicialmente en el pacto militar conocido como la OTAN acordaron respetar la franja de protección que para Rusia representaban los países del Oriente europeo reunidos en el extinto Pacto de Varsovia. Pese a ese compromiso, en 1999 se sumaron a la OTAN Polonia, Hungría y la República Checa; en 2004, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania y en 2009, Croacia y Albania. En lista de espera tenían ya a Ucrania; con ella, se estrecharía el cerco sobre Rusia, llegando hasta su frontera y borrando la línea roja que les había trazado Putin. La justificación para la invasión se fundamentó en que, a su oferta de paz, la contraparte nunca correspondió con un gesto de similar calado. En la mencionada rueda de prensa, Putin -ex agente de la KGB- preguntó a la reportera de Sky News cómo creía que reaccionaría Estados Unidos si en su frontera con Canadá o con México se construyeran bases con armas apuntando a su territorio. Y terminó recordándole el episodio de los misiles en Cuba en 1962 que a punto estuvo de desatar una guerra nuclear. Resumo, amigo lector: conocidas por boca de Putin sus razones me quedo con la idea de que Occidente -sin peligro inminente que la motivara- extremó hasta la imprudencia la presión militar sobre un país con el que contradictoriamente trabaja de consuno en diversos proyectos de paz. Creo que, si EEUU no hubiera envalentonado al presidente ucranio Zelenski, la diplomacia pudo haber evitado la guerra ofreciendo a Putin un referendum que le permitiera anexionarse por la vía pacífica las áreas rusófilas del Donbás y pactando con la OTAN el cese de su contínua expansión hacia el Este. En suma: la diplomacia occidental erró al querer estrangular militarmente a Rusia y ahora el pagano es el sufrido pueblo ucranio, hoy abandonado a su suerte.

ANTENA NACIONAL

Integración difícil

Este mundo moderno es un tren de alta velocidad, largo recorrido, pocas paradas y en constante cambio de itinerarios y rutas, razón por la cual debe estarse atento a su paso; si lo perdemos o nos equivocamos de vagón o de compañeros de viaje, el precio a pagar puede ser alto. Con la firma del TMEC México logró abordarlo; empero, al suscribir el tratado, el presidente López Obrador parece no darse cuenta de que, al tiempo que ganábamos derechos y privilegios, en los hechos cedíamos soberanía. Así, en adelante no sólo deberemos defender la que nos es propia, la nacional, sino también la regional, esto es, la tocante al territorio que en América del Norte compartimos con Estados Unidos y Canadá. Tendremos pues que acostumbrarnos a que, en caso de conflicto entre ambas soberanías, prevalecerá la del conjunto. La realidad es que quedamos alineados, nos guste o no, con los intereses de una potencia, EEUU, nación con la que hemos tenido profundas diferencias, y de un país, Canadá, históricamente vinculado al Reino Unido. En ese contexto geopolítico, convenzámonos, no hay cabida para posturas tercermundistas, por justas que puedan parecernos. Por voluntad propia nos adscribimos a uno de los dos bloques que se disputan la supremacía mundial y tendremos que ajustarnos a sus reglas y modalidades… y a ser más comedidos y cumplidos al hablar con los socios.