/ lunes 22 de noviembre de 2021

Tiempos de Democracia | Del azaroso camino hacia "el cambio verdadero" Parte 2

¿Cómo será la 4T sin Amlo? Con Sheimbaun mantendrá innegociable su perfil social y nacionalista; con Ebrard se adaptará a la modernidad y suavizará sus aristas, y con Monreal se mimetizará al estilo pragmático del viejo PRI

Si como lo ha ofrecido el presidente López Obrador se aparta de la escena al término de su periodo constitucional y se desmarca de toda pretensión reeleccionista, entonces -y sólo entonces- habrá que pensar cómo sería México sin la presencia de quien por un largo cuarto de siglo ha sido actor principalísimo de la tragicomedia política nacional.

Centrémonos pues en ese supuesto y en el de que, al no otearse en el horizonte ningún “caballo negro”, cualquiera de los hasta ahora mencionados -Claudia Sheimbaun, Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal- podría ser la o el candidato de Morena en el 2024. Si las encuestas se mantienen estables y no ocurren sucesos imprevistos que pudieran cambiar el humor del electorado, de entre esos tres personajes saldrá finalmente quien abandere a Morena y arranque en punta en la carrera presidencial.

Hay por delante tiempo y mucho camino por andar, mas lo cierto es que a los demás potenciales contendientes de oposición difícilmente se les puede considerar competidores serios. No se ve cómo, por ejemplo, podría rehacerse la cada vez más etérea alianza PAN-PRI-PRD, o cómo el PAN -liderado por un derrotista- recobraría su antiguo espíritu de lucha, o cómo el PRI -subyugado por el presidente- se reconstruiría a sí mismo como un partido con ideas propias, o cómo el PRD -agónico tras el abandono de sus figuras fundadoras- se alzaría de entre sus cenizas.

Si se aceptan las anteriores premisas, el acertijo del 2024 se reduce a saber cual será el talante de López Obrador cuando se llegue el momento de la “gran decisión”. Es tal la fuerza de su indisputado poder político que nadie duda que será él, y sólo él, quien elija a su sucesor, a diferencia de lo que ocurría en tiempos del partido “casi único” cuando el mandatario tomaba parecer a las llamadas “fuerzas vivas de la Nación” -conjunto variopinto de líderes sindicales, capitanes empresariales y obispos del Episcopado-, así como al Departamento de Estado de los Estados Unidos al que se le reconocía el derecho a vetar cualquier precandidato incómodo u hostil a sus intereses.

Claudia… glacial, hierática y radical

De ascendencia lituana y búlgara, nació en 1962 en la ciudad de México. De orígenes judíos y formación progresista, los padres de Claudia Sheimbaun participaron en el movimiento del 68. La hoy Jefa de Gobierno de la CDMX es Física por la UNAM, y maestra y doctora en Ingeniería Energética por la misma casa de estudios.

Está integrada al Sistema Nacional de Investigadores y a la Academia Mexicana de Ciencias. Con Carlos Ímas, que luego sería su marido, fue parte en 1986 del Consejo Estudiantil Universitario y participó en la fundación del PRD. Como secretaria del Medio Ambiente del D.F., se encargó de la construcción del segundo piso (2000-2006) y, concluido ese sexenio fue delegada en Tlalpan.

Claudia debe íntegramente su carrera a López Obrador, al que guarda una fidelidad absoluta. Por su parte, Andrés Manuel siempre está presto a arroparla y protegerla de cualquier contingencia que pudiera afectar su calidad de aspirante predilecta a sucederlo. El ala izquierdista de la Cuarta Transformación está con ella.

Marcelo… eficaz, flexible y sobrado

De raíces francesas y 61 años de edad, Marcelo Ebrard fue priísta de origen. Licenciado en Relaciones Internacionales por el Colmex, saltó a la fama de la mano de Manuel Camacho. Luego del fraude de 1988, contribuyó a que el tricolor arrasara en la intermedia de 1991, quedándose él mismo fuera del reparto de plurinominales. Camacho, a la sazón regente del D.F., lo nombró secretario de Gobierno mas, tras la muerte de Colosio, ambos fueron marginados.

Marcelo se postuló entonces en 1997 para una diputación por el Verde y llegó a San Lázaro; luego, como aspirante en el 2000 a la Jefatura del D.F. por el frustrado Centro Democrático declinó a favor de López Obrador, que lo designó secretario de Seguridad y -tras ser despedido por Vicente Fox- lo reivindicó como su secretario de Desarrollo Social. De ahí saltó a la postulación del PRD a la Jefatura de Gobierno (2006-2012)-, ganando la elección con holgura.

En 2011, tras una polémica encuesta, cedió el paso al tabasqueño. El siguiente sexenio se refugió en Francia, acosado por el escándalo financiero que provocó el aumento del costo de la Línea 12 del Metro que tuvo a su cargo. Hoy, como secretario de Relaciones Exteriores, aspira a ser nominado candidato de Morena para llegar a la Primera Magistratura de la Nación.

Monreal… mediador, habilidoso y desafiante

De 61 años de edad, Ricardo Monreal es abogado por la Universidad de Zacatecas, doctor en Derecho por la UNAM y varias veces legislador del PRI. La primera noticia que tengo de él data de 1997 cuando el tricolor trató sin éxito de evitar que la mayoría opositora se hiciera del control del Legislativo; la dupla PRD-PAN pudo más que las mañas del zacatecano y de su líder camaral Emilio Chuayffet. Meses después dejó el PRI y negoció postularse por el PRD a la gubernatura de su estado, entidad que gobernó de 1998 a 2004. Senador de 2006 a 2012, Monreal transitó del PRD a Morena, previo paso por MC y el PT.

En 2012 coordinó la campaña de López Obrador y, en 2015, ganó la elección para gobernar la delegación Cuauhtémoc, sede de los poderes federales. Tras perder una cuestionada encuesta con Sheimbaun por la candidatura a la Jefatura de Gobierno, fue nuevamente electo senador en 2018 por el frente que respaldó a Andrés Manuel. Como coordinador morenista ha realizado un eficaz trabajo de apoyo a las iniciativas de ley que le envían de Palacio Nacional.

Aunque Monreal no ceja -ni cejará- en su empeño de ocupar “la silla del águila”, sus méritos y su disciplina no le han valido para ser incluido por el mandatario en la lista de sus posibles sucesores.

¿Cómo será la 4T sin Amlo? Con Sheimbaun mantendrá innegociable su perfil social y nacionalista; con Ebrard se adaptará a la modernidad y suavizará sus aristas, y con Monreal se mimetizará al estilo pragmático del viejo PRI

Si como lo ha ofrecido el presidente López Obrador se aparta de la escena al término de su periodo constitucional y se desmarca de toda pretensión reeleccionista, entonces -y sólo entonces- habrá que pensar cómo sería México sin la presencia de quien por un largo cuarto de siglo ha sido actor principalísimo de la tragicomedia política nacional.

Centrémonos pues en ese supuesto y en el de que, al no otearse en el horizonte ningún “caballo negro”, cualquiera de los hasta ahora mencionados -Claudia Sheimbaun, Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal- podría ser la o el candidato de Morena en el 2024. Si las encuestas se mantienen estables y no ocurren sucesos imprevistos que pudieran cambiar el humor del electorado, de entre esos tres personajes saldrá finalmente quien abandere a Morena y arranque en punta en la carrera presidencial.

Hay por delante tiempo y mucho camino por andar, mas lo cierto es que a los demás potenciales contendientes de oposición difícilmente se les puede considerar competidores serios. No se ve cómo, por ejemplo, podría rehacerse la cada vez más etérea alianza PAN-PRI-PRD, o cómo el PAN -liderado por un derrotista- recobraría su antiguo espíritu de lucha, o cómo el PRI -subyugado por el presidente- se reconstruiría a sí mismo como un partido con ideas propias, o cómo el PRD -agónico tras el abandono de sus figuras fundadoras- se alzaría de entre sus cenizas.

Si se aceptan las anteriores premisas, el acertijo del 2024 se reduce a saber cual será el talante de López Obrador cuando se llegue el momento de la “gran decisión”. Es tal la fuerza de su indisputado poder político que nadie duda que será él, y sólo él, quien elija a su sucesor, a diferencia de lo que ocurría en tiempos del partido “casi único” cuando el mandatario tomaba parecer a las llamadas “fuerzas vivas de la Nación” -conjunto variopinto de líderes sindicales, capitanes empresariales y obispos del Episcopado-, así como al Departamento de Estado de los Estados Unidos al que se le reconocía el derecho a vetar cualquier precandidato incómodo u hostil a sus intereses.

Claudia… glacial, hierática y radical

De ascendencia lituana y búlgara, nació en 1962 en la ciudad de México. De orígenes judíos y formación progresista, los padres de Claudia Sheimbaun participaron en el movimiento del 68. La hoy Jefa de Gobierno de la CDMX es Física por la UNAM, y maestra y doctora en Ingeniería Energética por la misma casa de estudios.

Está integrada al Sistema Nacional de Investigadores y a la Academia Mexicana de Ciencias. Con Carlos Ímas, que luego sería su marido, fue parte en 1986 del Consejo Estudiantil Universitario y participó en la fundación del PRD. Como secretaria del Medio Ambiente del D.F., se encargó de la construcción del segundo piso (2000-2006) y, concluido ese sexenio fue delegada en Tlalpan.

Claudia debe íntegramente su carrera a López Obrador, al que guarda una fidelidad absoluta. Por su parte, Andrés Manuel siempre está presto a arroparla y protegerla de cualquier contingencia que pudiera afectar su calidad de aspirante predilecta a sucederlo. El ala izquierdista de la Cuarta Transformación está con ella.

Marcelo… eficaz, flexible y sobrado

De raíces francesas y 61 años de edad, Marcelo Ebrard fue priísta de origen. Licenciado en Relaciones Internacionales por el Colmex, saltó a la fama de la mano de Manuel Camacho. Luego del fraude de 1988, contribuyó a que el tricolor arrasara en la intermedia de 1991, quedándose él mismo fuera del reparto de plurinominales. Camacho, a la sazón regente del D.F., lo nombró secretario de Gobierno mas, tras la muerte de Colosio, ambos fueron marginados.

Marcelo se postuló entonces en 1997 para una diputación por el Verde y llegó a San Lázaro; luego, como aspirante en el 2000 a la Jefatura del D.F. por el frustrado Centro Democrático declinó a favor de López Obrador, que lo designó secretario de Seguridad y -tras ser despedido por Vicente Fox- lo reivindicó como su secretario de Desarrollo Social. De ahí saltó a la postulación del PRD a la Jefatura de Gobierno (2006-2012)-, ganando la elección con holgura.

En 2011, tras una polémica encuesta, cedió el paso al tabasqueño. El siguiente sexenio se refugió en Francia, acosado por el escándalo financiero que provocó el aumento del costo de la Línea 12 del Metro que tuvo a su cargo. Hoy, como secretario de Relaciones Exteriores, aspira a ser nominado candidato de Morena para llegar a la Primera Magistratura de la Nación.

Monreal… mediador, habilidoso y desafiante

De 61 años de edad, Ricardo Monreal es abogado por la Universidad de Zacatecas, doctor en Derecho por la UNAM y varias veces legislador del PRI. La primera noticia que tengo de él data de 1997 cuando el tricolor trató sin éxito de evitar que la mayoría opositora se hiciera del control del Legislativo; la dupla PRD-PAN pudo más que las mañas del zacatecano y de su líder camaral Emilio Chuayffet. Meses después dejó el PRI y negoció postularse por el PRD a la gubernatura de su estado, entidad que gobernó de 1998 a 2004. Senador de 2006 a 2012, Monreal transitó del PRD a Morena, previo paso por MC y el PT.

En 2012 coordinó la campaña de López Obrador y, en 2015, ganó la elección para gobernar la delegación Cuauhtémoc, sede de los poderes federales. Tras perder una cuestionada encuesta con Sheimbaun por la candidatura a la Jefatura de Gobierno, fue nuevamente electo senador en 2018 por el frente que respaldó a Andrés Manuel. Como coordinador morenista ha realizado un eficaz trabajo de apoyo a las iniciativas de ley que le envían de Palacio Nacional.

Aunque Monreal no ceja -ni cejará- en su empeño de ocupar “la silla del águila”, sus méritos y su disciplina no le han valido para ser incluido por el mandatario en la lista de sus posibles sucesores.